Cuando mi mirada viaja nuevamente a esas leves y poco visibles cicatrices escucho cómo se aclara la garganta para hacerme notar su presencia.

—Estás ardiente —me sincero porque así soy yo, pensamientos como esos no me los puedo guardar.

—Sí, tú amigo allá abajo lo hace notar —señala mi entrepierna divertida.

Miro hacia abajo y maldigo porque lo que creía que era una pequeña erección se hace notar al llevar el pantalón aún mojado.

«Pasando pena, Flavio». Me reprendo mentalmente.

—¿Vamos al agua? —pregunto para evadir el tema y lograr salir de esta situación bochornosa.

—Sí, me urge mojarme —sonríe pícara.

Estrecho los ojos.

—Eres una pervertida en potencia, Miley Grey— niego con la cabeza y le hago ademanes que camine delante —las damas primero.

—Palabras de alguien que quiere verme el culo, pero tranquilo, yo hice lo mismo. —se encoge de hombros y se adelanta.

Yo efectivamente estanco mi vista en su apetecible trasero, pero no por mucho tiempo debido al miedo de incrementar el dolor de pelotas que me cargo.

Puse la cámara que colgaba de mi cuello a la altura de mis ojos para capturar su figura que se volvía maravillosa entremezclándose con todas esas personas, que si me lo preguntan, parecen simples mortales en comparación con ella. Miley parecía saber que se veía como toda una diosa porque sus pasos se veían seguros mientras sus caderas hacían un baile sutil, pero matador que me tenían malditamente idiotizado.

Hice una toma rápida de ese viaje de piernas adueñándose de cada sitio por el que pasaba. Mi sonrisa no se borraba de mi rostro y mi pulso no parecía querer regularse. Estaba sintiendo calor, mucho para una noche fría como esta.

Las luces neón que Paty había mandado a instalar a las orillas de la piscina y por todo el jardín la hacía lucir más malditamente inalcanzable porque destacaba entre tantos. De pronto las personas empezaron a notarla, muchos se vieron sorprendidos, algunas chicas le dirigían miradas de envidia, mientras que otros chicos se la comían con la vista.

Y claro está, nunca faltaban esos que no parecían querer guardarse nada para ellos y su único trabajo es querer humillar, pero Miley parecía tener una maestría en ignorarlos. No les dejaba el paso, al contrario, ellos lo hacían con ella, algunos con recelo, otros con miedo ¿a qué? Ni puta idea, y otros con lo que parece ser molestia.

Adelanté mis pasos para igualarla, una vez estuve al compás de sus pasos un par de chicos se dirigieron a mí, pero sin apartar la vista de Miley.

—Ten cuidado, Flavio. La tipa está bien buena, sí, pero está mucho más jodida que la situación. Te recomendamos que solo la folles y ya. No te conviene rodearte de personas como ella —terminan riéndose.

Entorno mis ojos con molestia y pienso responderles, pero Miley se me adelanta. No para mandarlos al diablo como pensé que haría, sino para enseñarles su bonito dedo del medio y seguir como si nada.

¿Cuándo dejará de sorprenderme?

—¿No piensas decirles nada? —pregunto aún estoico —. ¿No te importa lo que dicen de ti y las etiquetas que constantemente te ponen ?

Se encoge de hombros.

—Si la gente te pone etiquetas, límpiate el culo con ellas cuando defecas —dice como si nada y y tira la goma de mascar al cesto de basura más cercano.

30 Días en detención ©Where stories live. Discover now