El mendigo

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–Papá, de mayor quiero ser mendigo–le dijo el príncipe a su padre el rey.
–¡Hijo estás loco! Cuando yo fallezca tú serás el rey. Heredarás mi trono, un palacio enorme, abrigos de piel de visón, infinidad de joyas...
–Sí papá, pero yo......yo no quiero tanto. Yo quiero ser como Ernesto.
–¿Quién es Ernesto? –preguntó el rey.
–Es mi mejor amigo. ¿Recuerdas al señor de barba larga.....?  ¡Sí, al que estaba sentado en la escalinata de la iglesia!
–No recuerdo hijo, dame más detalles.
–Papá, aquel hombre....sentado junto a su gorra.... que vive con un puñado de reales, siempre feliz y que anda todo el día riéndose. ¡Ese que no se parece a ti en nada!
–Hijo, nosotros somos distintos. Somos una dinastía, somos reyes por la gracia de Dios, somos divinidades como los antiguos faraones de Egipto. Somos tan divinos que el día que fallezcamos, nuestras almas subirán al cielo cargadas de oro.
Un día, el príncipe fue a visitar al mendigo y vio que ya no estaba. Le preguntó al sacerdote de la iglesia, y éste le dijo que había fallecido, pero que había sido una cosa muy rápida.
–¿Muy rápida? –preguntó el príncipe notablemente afectado. ¿A qué se refiere usted, padre?
El sacerdote contestó –Fue fallecer y su alma no tardó ni un segundo en llegar al cielo. Tardó menos que ningún otro fallecido. Batió un récord.
–¿Récord?
–Sí, puede que algún día lo entiendas.
Siete meses más tarde, el príncipe, que andaba jugando en los jardines del palacio, fue notificado por la guardia real, de que su padre el rey había muerto de forma súbita.
Entre lágrimas, salió corriendo, entró a palacio, y subió los cincuenta y nueve escalones hasta llegar a la habitación real. Cuando franqueó la puerta, vio que el rey estaba literalmente amurallado de escoltas. Apenas se veía nada. Todos hacían un esfuerzo colosal por liberar al rey de unos enormes collares de oro alrededor de su cuello. Incluso hicieron  falta más refuerzos para quitarle las pulseras pesadas de pedrería preciosa, así como un abrigo de piel que pesaba unos ochenta kilos.
Después de varias horas, consiguieron sacar al rey como si de los escombros del derrumbe de un edificio tras un terremoto se tratara.
Llevaron su cuerpo al forense, y la autopsia determinó:
El Rey de Reyes muere ahorcado.
-Causa de la muerte: exceso de lujo permitido en su cuerpo.
-TARA máxima permitida: la necesaria para vivir.
Ahora entendió el príncipe cómo su amigo Ernesto logró subir tan rápido al cielo.

P.D: Vivamos como almas desnudas.
Piensen que luego hay que subir las escaleras.

Frases de 5 segWhere stories live. Discover now