• Capítulo 2: Un mal momento, una humillación

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Renée llego a casa con un dolor de cabeza insoportable, algo que también odiaba de ella misma era sus pequeños indicios de autismo menor, lo que ocasionaba que los ruidos de la calle la aturdieran en ocasiones, provocándole dolores, ésta vez lo había ocasionado un carro que había derrapado en una curva y por ende hizo un molesto ruido al ir en exceso de velocidad. Entró sin hablarle a nadie yendo directo a su cuarto, una aspirina calmó su dolor y se dispuso a hacer los deberes, en cuanto terminó bajó a comer, su madre ya la esperaba en el comedor con la comida ya servida.

-Hola mamá- dijo Hadaway dándole un beso en la frente, después tomó asiento.

-Hola hija. ¿Cómo te ha ido en la escuela?- dijo su madre mientras empezaba a comer.

-Regular- contestó la hija sin tomarle mucha importancia, después de eso ninguna habló. Al terminar de comer, Hadaway tomó los platos y comenzó a lavarlos, aún no terminaba cuando tocaron a su puerta, miró al reloj que estaba encima del refrigerador y confirmó sus sospechas, ya eran las 6 de la tarde y era viernes de carta, corrió a abrir la puerta secándose las manos en su pantalón y con una sonrisa recibió al cartero.

-Correspondencia para ti- dijo el cartero con una sonrisa.

-Como siempre- respondió Renée recibiendo la carta- gracias John-dijo ella mientras veía como se alejaba, él sólo le respondió con un movimiento de manos. Sin perder un segundo corrió hacia su dormitorio y comenzó a romper el sobre que contenía la carta, ansiosa por saber que decía esta vez, la hermosa caligrafía de su mejor amigo apareció ante sus ojos y se acercó a su pequeño escritorio para poder leer, no sin antes limpiarlo, nunca se sabía que cosas pasaron encima de él en su ausencia. Puso la carta sobre este y la leyó. Le decía que su madre estaba bien pero que él sabía que en cualquier momento empeoraría y no quería que eso ocurriera, le platicó como había encontrado un libro de Edgar Allan Poe en el ático de su casa y le había fascinado la lectura y llegó a una parte que a ella no le gustó demasiado, la chica que a Spence le gustaba desde primero le había dicho que quería hablar con él en jardín de la universidad antes de la primera clase y él estaba muy emocionado, tal vez ella está interesada en él.

Ella dejó la carta en uno de sus cajones con lágrimas en los ojos. Sabía que él la veía como una pequeña hermanita, que nunca se interesaría en una nerd inconforme con ella misma y que era una tonta por haberse hecho falsas ilusiones donde no debería.

No dejó que esto la derrumbara por completo, porque lo que ella quería es que Spence fuera feliz y si eso implicaba que estuviera con alguien que no es ella y 5 años mayor que él, intentaría soportarlo.

Bajó de nuevo a la cocina y se encontró con su padre que ya estaba cenando. Sonrió y fue a abrazar al hombre que le dio la vida.

-Hola papá- Le besó la frente y él la abrazó haciéndola caer en su regazo y poco les importó que el agua de la mesa estuviera a punto de derramarse en el mantel.

-Hola mi princesa- Respondió Jack llenándola de besos por todo su rostro mientras ella reía sin parar.

-¿Cuántas veces tengo que decir que en el comedor no se juega?- La madre de Renée estaba visiblemente molesta y era de esperarse. Jenny era una mujer fácil de hacer enojar y a veces Renée tenía la corazonada de que eso no era normal, pero inmediatamente se reprendía por pensar que se mamá era una psicópata con ataques de ira.

-Lo siento Jenny- dijo Jack- Sé que te molesta pero no pude resistirme a darle un abrazo y unos besos a mi hija- el hecho de que hizo énfasis en las últimas palabras la hizo enrojecer de furia y Renée sabía que eso significaba otra pelea y que ella tenía que ir al cuarto antes de que su mamá explote. Apenas cerró la puerta de su habitación se oyó la voz inconfundible de su madre

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