Capítulo 4

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Estoy sentada en el vehículo de transporte mirando hacia la pared que tengo a mi lado, moviendo la pierna nerviosamente y mordiéndome las uñas, aunque después de un rato llegaré a la piel y probablemente también comience a morderla; no puedo evitar estar pensando el lo que acaba de pasar, todos estallando, los demás gritando y los guardias disparando...'¿Cómo es posible que unas armas hiciesen eso?' me pregunto. Después de un buen rato pensando en mis cosas echo un vistazo alrededor para ver quien falta, me fijo que no esta K146 ni su grupito de zorras, una parte de mí piensa en que no merecían morir de esa forma, pero la otra deseaba haberles matado con sus propias manos. El vehículo da un pequeño salto por culpa de un bache y yo salgo de mis pensamientos para seguir mirando a mí alrededor, veo a todos los ancianos los cuales ya están muy debilitados y dudo que duren mucho más en esta vida, también veo a las personas de mediana edad, las cuales están vigilando a que los niños no empiecen a vomitar y gritar por la experiencia hace unos momentos vivida, aunque algunos ya lo están haciendo; y, efectivamente, echo en falta a la mayoría de los jóvenes, ya no queda prácticamente nadie de mi edad. Después de hacer el recuento de los del Centro vuelvo a mis pensamientos, no puedo parar de pensar en toda esa sangre y vísceras esparcidas por toda la planicie, y en el chico que pareció en la pesadilla de ayer:

-¿Quién eres? ¿Por qué no puedo parar de pensar en ti? ¿Nos conocemos de antes de que llegase a este infierno que llaman Centro?-digo en voz baja para solo oírlo yo.

Llegamos al Centro y nadie dice nada, obedecemos las órdenes de los guardias como si ellos fueran pastores y nosotros sus ovejas. Nos mandan a todos a nuestra habitaciones, no quiero ir a la mía pero hago caso y sigo la fila, hasta llegar a las escaleras, donde echo a correr y me meto por unos pasillos. Sigo corriendo, oigo pasos detrás de mí, pero sigo avanzado, entonces veo la puerta hacia mi sitio favorito del Centro, la sala de máquinas. Entro a la sala y cierro la puerta tras de mí, espero un poco a que los guardias dejen de buscarme y observo la habitación. La sala de máquinas es una habitación enorme con un montón de máquinas, obviamente, las paredes son un poco más brillantes y metálicas que las demás del Centro, las máquinas dan mucha luz por lo tanto la sala está bien iluminada, es el lugar perfecto para relajarse y leer. Me voy al final de la sala, me acurruco en una esquina y saco los libros que tengo escondidos entre la pared y una máquina la cual no se que hace, 'A ver que voy a leer hoy' pienso.
Cojo un libro; supongo que es un poco extraño que hayan libros de papel en esta época pero a mi me da igual, son suaves y huelen bien. Leo la sinopsis y parece interesante, comienzo a leer y me doy cuenta que utiliza un vocabulario muy difícil para que yo termine de comprenderlo; dejo el libro y cojo otro. Decido no leer la sinopsis y dejar que el libro me sorprenda con su historia. Su historia me atrapa desde el primer momento, parece como una versión alternativa del presente, ya que nosotros también tenemos cosas parecidas al monitor que lleva el protagonista, pero nosotros lo tenemos implantados en el cerebro y no en la nuca, y obviamente, no son extraíbles, a no ser que quieras matarte; además que la forma en que el autor describe al protagonista y como él va cambiando conforme avanza la historia me fascina. 'Es tan extraño como alguien puede tocarte "el alma" con tan solo unas simples palabras' me digo a mi misma.

Sigo leyendo hasta que oigo ajetreo fuera, supongo que será hora de comer. Salgo de la sala, miro a los lados del pasillo a ver si hay alguien y al ver que no hay nadie me voy con todos los demás a ver el porqué de tanto ruido. Estaba en la cierto, es hora de comer no tengo mucha hambre pero igualmente cojo la comida y me siento en una mesa a comer, siempre hay que aprovechar todo lo que te den los del Centro, nunca se sabe cuando dejarán de darnos comida.

Empiezo a juguetear con la comida, como un poco, justo cuando termino, por fin, de comerme del plata me viene a la mente los cuerpos de mis compañeros del Centro estallando, noto como la comida que acabo de tomar sube por mi garganta acompañada con bilis, me pongo la mano en la boca pero eso no hace nada y termino vomitando encima de la mesa. Los de las mesas cercanas se giran al oírme vomitar, pero tampoco hacen nada. Los vómitos cesan, me siento sucia, me levanto, un poco debilitada al no tener nada en el estómago, y me alejo tambaleante del comedor, me dirijo a mi odiosa habitación.

Voy hacia el pabellón femenino. Al subir por las escaleras casi me caigo, pero tengo la suficiente fuerza para aguantarme a la barandilla, estoy empezando a odiar estas escaleras. Llevo a mi pasillo y entro en la puerta donde pone E801, al pasar a dentro del cuarto acaricio con la mano las letras y números con relieve de la puerta que forman mi nombre. Me dejo caer sobre la cama y dejo mi mente divagar.

'Estoy vestida con un vestido gris, el cual parece fundirse con mi piel blanca, me siento pequeña, miro mis manos y parecen las de una niña y todo a mi alrededor parece más grande. Estoy de pie en medio de un campo lleno de hermosas flores incoloras, paseo entre las flores, acariciándolas con cuidado, no quiero que ni un solo pétalo se desprenda y destroce su pálida y extraña belleza. Enfrente de mí, a unos metros de distancia, aparece un muchacho, bueno, no un muchacho, sino EL muchacho, es aquel niño pálido que vio como me '"ahogaba". Quiero alcanzarlo, ponerme a su lado y hablar con él, siento que nos conocemos. Al acercarme veo como él me hace señas, creo que me dice que me acerque, no, no es eso, sus labios parecen estar articulando palabras, por fin me llega el sonido de su voz:

-Huye...

Entonces todo se apaga, el sol parece fundirse, las flores antes blancas ahora son negras, una nube negra de humo se cierne sobre el niño, después de ir a por él viene a por mí. Corro, y sigo corriendo hasta que noto que mi pequeño cuerpo está llegando a su límite, pero me niego a morir ahí. No puedo más, mis piernas fallan y caigo al suelo, la nube se arremolina a mi alrededor y me devora poco a poco:

-Lo siento.-le digo al niño que no puede salvar, una lágrima cae por mi mejilla'


Duermo lo que queda de noche sin sufrir ninguna otro sueño sueño raro, que yo recuerde.

Otro maldito día comienza con golpes en mi puerta por parte de los guardias. Me levanto, el estómago me ruge, me agarro la barriga, como si así pudiese hacer algo para aliviar mi hambre. Aun un poco dormida entro al comedor, cojo la estupenda comida que nos dan, parece que hoy toca comer una substancia desconocida la cual es de un color rojizo muy estraño y es muy pegajosa, tanto que se queda pegada al plato. Intento despegar la cosa roja, pero se resiste, estiro y estiro hasta que todo salta por los aire y cae sobre la persona que tengo detrás. El hombre manchado con la comida se gira y se planta delante de mí, yo me levanto a toda prisa y me inclino para pedirle perdón, el hombre me dice que no pasa nada y se va a lavarse, he tenido suerte de que fuese una de las pocas personas amables de aquí.

Me como lo poco que queda en el plato, voy a dejarlo en la zona de lavado, me voy a la sala común, pero mientras estoy de camino veo que las puertas grandes se abren y entran tres personas: dos guardias custodiando a un muchacho cabizbajo un poco más mayor que yo con pelo blanco.

-¡TÚ!-grito al verle, es la viva imagen del niño de mis sueños, pero más mayor.

Al oírme gritar el chico levanta la cabeza y me mira, al verle sus ojos grisáceos parecen brillar y sus labios forman una palabra, no se si llega a emitir algún sonido aparte de aumentar su paso y dirigirse directamente hacia mí. Eso me sorprende pero no me da tiempo a irme, porque el chico albino no me deja, me está abrazando.

Soy E801(pausada)Where stories live. Discover now