Coloqué suavemente mi mano en su lomo y otro aullido resonó por la habitación. Corto y lastimero. Hundí aún más mis dedos en su pelaje y comencé a susurrarle palabras tranquilizadoras al oído. Su cuerpo tembló. Tenía miedo, pero decidí que despertarlo era la mejor opción para que dejara de sufrir por un sueño, por algo irreal. De modo que tomé su enorme cabeza lobuna entre mis manos, mirando a sus párpados bajados.

—Ámarok —lo llamé—. Ámarok, despierta. Estás soñando.

El lobo se despertó, sobresaltado, y sus enormes ojos se clavaron en los míos. Mis manos se movieron por su cabeza, acariciándolo mientras su respiración se regulaba por momentos. No dejé de mover mis dedos por su cuerpo.

Perdona —se disculpó—. Ha sido una pesadilla.

—Lo había supuesto —asentí—. ¿Quieres contármelo?

Era una voz... Una mujer. Parecía tan real... Era como si me estuviera advirtiendo de algo, de algo malo... Estaba llegando, Silene. Ya casi me tenía.

Pude ver el terror en el fondo de aquellos ojos negros, pero desaparecería. Todas sus pesadillas quedaban en un mal recuerdo. Así que le dije lo que siempre le decía: que a la mañana siguiente (o noche, en aquel caso) no tendría mayor importancia. Pero aquella vez había algo diferente. Él no se lo creyó. Lo que me llevó a pensar qué era lo que le había dado tango miedo, lo que había hecho sembrar el miedo en aquellos hermosos ojos. Me daba lo mismo porque la respuesta a eso era solo una: yo me encargaría de extirparlo.

—Asmord.

Aquella noche me había levantado con una única idea en mente: enfrentarme a todo. Puede que la pesadilla de Ámarok hubiera sido el detonante de aquella bomba que algún día tenía que explotar. No importaba. Lo único que sabía era que quería empezar a zanjar cosas de mi vida, poner mis asuntos en orden. Lo primero en esa lista era aprender a ser un vampiro, un auténtico vampiro. Pero no podría hacerlo hasta que la sobra de Hesper dejara de cernirse sobre mí. Lo que me llevaba al vampiro que tenía delante.

Asmord parecía sorprendido de verme. Era temprano, bastante temprano. Yo llevaba puesta mi ropa de entrenamiento y mi cabello recogido en una trenza, bien sujeto. Tenía que dejar de tener miedo, dejar de posponerlo todo. No huiría más. Le tiré su capa, la que se había dejado en mi habitación cuando me arropó con ella después de llevarme en brazos.

—Kaiserin —me saludó sin prestar atención a la prenda que yacía en su mano derecha—. ¿Ya estás recuperada?

—Lo suficiente —había determinación en mi voz.

—No debes apresurarte —me dijo, en cambio—. Tu cuerpo y tu mente deben sanar, estar a pleno rendimiento.

—Lo están. Nunca he tenido nada tan claro.

Él me miró un instante más y después aceptó. Se dio la vuelta, para dirigirse al bosque, fuera de la Academia, pero con un rápido movimiento me coloqué delante de él, cortándole el paso. Su ceño se frunció ligeramente. Era obvio que no estaba acostumbrado a que le llevaran la contraria.

—Antes de la clase práctica quiero una teórica —el vampiro alzó la ceja—. ¿Qué les pasó a los mellizos?

Todo ocurrió realmente rápido. En lo que dura un pestañeo, Asmord me había tomado del brazo y me había arrastrado hasta una de las clases del piso de arriba. Cuando abrí los ojos, el vampiro se encontraba muy cerca de mi con una mano apretando el lugar donde casi parecían tocarse mis clavículas, sujetándome contra la pared. Sus ojos, con un brillo rojizo, me miraban fijamente.

—Siéntate.

Fue solo un susurro, pero totalmente claro para mí. Decidí que acataría aquella orden, por el momento. De modo que me zafé de su agarre y sin perderlo de vista ni un momento tomé asiento. Él tardó en darse la vuelta, pero cuando al fin lo hizo parecía que había tomado su decisión.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now