32. Rabia, rabia, rabia.

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Las palabras hacen más daño que un fusil. Las palabras han destruido almas, pueblos, Estados. Las palabras no sangran, hacen sangrar. Las ideas, detrás de las letras, son el artífice de esa destrucción. Y cuando las palabras desaparecen, el aire se carga del aura oscura que su paso dejó. Es irremediable. Una vez que el humano dejó la palabra en su camino, destruyó todo a su paso; la felicidad, el amor, la bondad.

No derramé gotas de sangre, solo de amor. Las lágrimas me destruyeron la sonrisa. El rastro de su acidez hirvió mi piel. Aquel día quedará en mis memorias convertido en sangre viva, en un rojo amargo, en un burdeo horrible. Sin embargo, a pesar del caos y el dolor, supe que solo la rabia me dejaría vivir. Rabia en contra de la luz que se iba. Rabia contra el fuego destructor. Rabia, rabia, rabia contra el destino y su incierto camino.

El olor a muerte inundó el valle, y años más tarde, cuando despertamos esa mañana del recuerdo, mi cabeza regresó a ese día confuso y cruel.

-No tienes que seguir sufriendo -dijo Neftalí.

-Me sigue doliendo, amor -dije apretando su cuerpo en nuestro improvisado lecho.

-La idea de conmemorar el día, es honrar a los caídos -acusó Noemí acariciando mi rostro.

Me dejé abrazar. Me sigue doliendo, repetí en el corazón. Me ahogo. Me desespero. Esas muertes, esas tantas muertes aún pesaban en mi recuerdo. Mi acción fue la que acabó con esas vidas. Teníamos que hacerlo, me dije a continuación. Era la única forma. El dilema ético entregado a cuerpos inexpertos tuvo un importante resultado que cambió el mundo para siempre. El fin de la isla de inducción marcó el nuevo tiempo de la tierra.

En ese entonces, cuando volvimos a la superficie y nos reencontramos con Ananías y Gabriel, nos quedamos sin destino u objeto alguno. ¿Ahora qué? Los recuerdos, nuevamente, se mezclan en mi memoria. Hay meses que decidí olvidar.

Esa mañana del presente, caminando hacia el memorial, me quedé prendado de todo lo vivido hasta entonces. Las más de ochocientas personas en la comunidad se juntaron en la plaza de la constitución para la ceremonia que nuestro querido Gabriel presidía. Los nuevos compañeros libres escaparon de sus ciudades y alcanzaron la superficie luego de que logramos una nueva repetición radial con la buena nueva. La explosión de la isla puso en jaque el liderazgo del Sistema. Las máquinas despertaron con una nueva visión, ya no buscaban sobreponerse a nosotros, sino levantarse con nosotros. Así, subimos y creamos nuevas villas, nuevas comunidades, nuevas historias.

El Sistema siguió vivo durante mucho tiempo bajo nuestros pies y aún cuando intentó acabar con la insurrección de las bestias y conciencias, no pudo batir el movimiento de libertad que nuestro corazón anhelaba. Pero bueno, esa es otra historia, un relato extenso de todo lo que tuvimos que hacer para definir el nuevo mundo.

Ahora, en ese preciso instante de paz, miré el rostro de personas y androides conviviendo en armonía bajo el sol radiante y mi alma suspiró.

Gabriel, de pie frente a la multitud, dictó los cientos de nombres caídos. Saúl y Joel aparecieron en la imagen de los presentes, especialmente en la mía. Sus aromas se mezclaron en mi recuerdo con nostalgia y cariño. Uriel fue esencial para recabar la información del resto de los fallecidos. Su aparición fue otra de las ironías agradables de la vida después de la isla. El fuego caía a nuestro alrededor. Corríamos hacia la aldea, lugar de encuentro con el resto de nuestros compañeros, pero a cada paso que dábamos, más se confundía el bosque frente a nosotros. Es por acá, decía Noemí. Es por aquí, le respondía con horror. Y entonces, de la nada, una voz profunda nos acarició con su indicación.

TRIADAS: Isla de InducciónWhere stories live. Discover now