La luz de la oscuridad

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JADE (KATH)

El tiempo.

¿Qué es el tiempo?

¿No es fascinante cómo pasa el tiempo hasta para la gente que aún no sabe ni qué es?

Nadie escapa al tiempo y por la misma regla de tres nadie puede adelantarlo o retrasarlo.

Es una de las pocas cosas que afecta a todos por igual, unos tienen más, otros menos, pero nadie puede comprarlo, venderlo o siquiera detenerlo.

Para mí, el tiempo simboliza poder a la vez que vulnerabilidad.

Y es que, cuanto más tiempo tienes, más valor le otorgas a todo lo que te rodea, y más temor tienes a que un día el tiempo decida arrebatártelo todo.

Aquí estoy yo, a la espera de que el tiempo decida qué hacer conmigo.

-Señorita Westler.

-Jade.- susurra la chica que se encuentra sentada detrás de mí.

-Eh, sí.

Mierda, el profesor me estaba llamando.

No es que me haya acostumbrado aún a que me llamen por el apellido Westler.

-Señorita Westler, ¿es que tiene prisa por marcharse?

-¿Eh?

-Deje de mirar la hora y atienda.

Asiento.

Puede que haya mirado el reloj más de lo que se considera normal en un período de tiempo bastante pequeño, pero es que me es imposible controlar mi nerviosismo.

Siento esa angustia que solemos sentir cuando estamos a punto de enfrentarnos a algo a lo que habríamos preferido no enfrentarnos nunca.

Tengo miedo.

Además, no puedo sacarme la mirada de Ethan de la cabeza, se ha pasado toda la clase de biología estrangulándome con la vista.

Doy gracias a que no pasamos todas las clases juntos, porque si las miradas mataran, ya estaría enterrada junto a Jade.

Durante el resto de la clases siento que el tiempo avanza a contracorriente.

...

Última hora.

Ethan vuelve a entrar en clase.

Esta vez no me mira.

Trato de no pensar en Derek.

''Joder, como me vea Ethan con él la llevo clara'', pienso.

-La mente de un asesino, interesante, ¿no?- dice el profesor.

No puedo evitar mirar a Ethan.

¿En qué estará pensando?

-Me alegro de que os parezca interesante porque quiero que hagáis un trabajo en parejas sobre ello.

Parejas, maravilloso.

Suspiro y vuelvo a divagar.

Trato de seguir la clase pero me es imposible, mi mente viaja por mil lugares distintos y ninguno es la clase de filosofía precisamente.

Hasta que por arte de magia.

-No olvidéis hacer los ejercicios, no habrá prorrogas para el que no los entregue.- dice el profesor alzando la voz sobre el alboroto.- Pasad un buen día.

Recojo el cuaderno, meto el estuche en el bolso,  y me aseguro de que el inhalador sigue dentro.

Ahí está.

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