"UNA ROSA QUE NI BONITA NI MIMOSA"

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La mañana apareció con la luz del sol más brillante que nunca. El cielo despejado pintaba las paredes de colores y las aceras las llenaba de gente. Había gente por todas partes, y yo del brazo de mi padre iba al rosal.

Allí conocí a Alba, entre rosas y amapolas, que nos despistaban cada vez que queríamos jugar. Alba, yo y el rosal. Allí la dije:

- ¿Juegas conmigo?

- Sí -respondió ella alegre.

Durante horas entre rosas y hojas verdes jugamos creyendo que el mundo era nuestro por unos segundos. Ella me contó como perdió la confianza en aquellos que la rodeaban, aquellos que la abandonaron. Me contó como se sentía sola, pero, que aquellas rosas la hacían feliz y que por ello estaba en aquel rosal.

Yo le conté como nunca supe que hacer para tener amigos, le conté que también estaba sola y que no sabía lo que significaba la confianza. Ella me explicó:

- La confianza es el querer, el quererte a ti y a todos aquellos con los que realmente pasas más tiempo. Es como cuando... le dices a una rosa que es bonita, cuando le dices rosa eres bonita, quiero ser rosa como tú. Confiar en la rosa en confiar en el vacío. Confiar en la mano que la sujeta es confiar en ti misma. Porque realmente las rosas no son bellas, si no la mano que la coge después de caerse.

Si te caes, te recoge y hace que el rojo de la flor sea más fuerte, ahí es cuando realmente se vuelve bella. Como este rosal – dijo abriendo los brazos-, este rosal es bello porque nosotras estamos, porque nosotras lo cuidamos, si no... si no lo cuidásemos su belleza desaparecería, ¿Entiendes? -Yo asentí-.

Y ahora que sabes que es la confianza, ¿Tú confías? – me preguntó.

No sabia que contestarla, yo nunca vi el rosal tan bonito ni la flor tan roja para mi siempre fueron los árboles, treparlos, abrazarlos mientras me abrazan. Ese rosal nunca fue la belleza que ella describía, al menos, para mí. Supongo que el confiar en una flor hace que te puedas pinchar con sus espinas. Alba me dijo:

- No sabes la respuesta, normalmente nadie la sabe. No le salen hasta que el lago hace que vean su reflejo y ahí es cuando realmente la gente encuentra la respuesta.

Alba estaba tranquila, acariciando una de esas rosas sin pincharse con las espinas, entonces yo pensé: ¿Y si me acerco al lago? . Tenía curiosidad de saber que respuesta tendría, así que la dije:

- No te voy a abandonar, ahora vuelvo. Debo ir al lago.

Alba me miró sabiendo que lo necesitaba y me miro de la misma manera que miraría su propia alma.

Me dirigí al algo y por el camino me tropecé al subir aquellas escaleras de madera, esas que dirigían a la cumbre de la montaña. Fue una piedra, la cogí, la mire y me la guarde en el bolsillo. Tras varios escalones en mis bolsillos tenia cinco piedras en cada uno, pero, conseguí llegar a la cumbre. Las vistas eran increíbles, todo estaba verde y las cimas llenas de nieve.

Asombrada por el paisaje me acerque paso a paso lentamente al lago. No había nadie, solo yo. Me agaché y me vi en aquel lago, al verme recordé el rojo de la rosa y las rosas que nunca vi en aquel rosal. Todas las flores que nunca vi. Retrocedí y... con lágrimas en los ojos y a pesar de las piedras en el bolsillo corrí, corrí las escaleras abajo. Corrí tanto que en un punto no pude respirar. Paré, me sostenía mis brazos con mis piernas, mire abajo durante un tiempo, ese tiempo que no recuerdo, levante la cabeza y el rosal estaba ahí.

Confundida busque a Alba por todas partes, en los árboles, en las sombras, en las luces del faro de las aceras, pero, ya no estaba. Ahí entendí que Alba no se había ido si no que simplemente me había dicho adiós dándome la confianza de ver el rosal de nuevo.

Alba, eres mi confianza.

Yo, soy Alba.


FIN.


CUENTO ESCRITO POR PURA DOMÍNGUEZ.

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⏰ Last updated: Apr 12, 2020 ⏰

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"Una rosa que ni bonita ni mimosa" de Pura Domínguez.Where stories live. Discover now