Capítulo 12

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- ¿Sí? – preguntó Hiro al otro lado.

- ¿Está Damián?

- No puede ponerse ahora – respondió, seco.

- Pásale el teléfono.

- Te he dicho que no p...

- ¡Que le pases el puto teléfono, joder! – protesté.

            Al otro lado se hizo el silencio durante unos segundos, comencé a escuchar la respiración de Hiro y, al rato, colgó.

- ¿Será hijoputa? – protesté. Pensé en volver a llamarle o escribirle un mensaje pero ¿de qué iba a servir? Ese cabrón de Hiro tenía en poder su teléfono. ¡Si eso no es ser un maltratador, me dirás tú! Souzou me había dicho que tuviera cuidado con él, y que debía cuidar de Damián... y que me dejara cuidar por él. ¿Cómo iba a hacerlo si no podía llegar hasta Damián y cuando lo intentaba, Hiro me lo impedía?

También había dicho que no era su hijo, y que Damián era lo más importante para mí en este momento, y que tenía que ir a no se qué biblioteca. Mire, señora, yo llevo años sin pisar una biblioteca. ¿Por qué debería hacerlo ahora? Sentía que había algo raro en todo esto, que algo estaba pasando, y que Hiro no era trigo limpio. Pero también me daba la impresión que Damián tampoco lo era.

Quizá lo mejor era olvidarse de todo y listo, que seguramente fueran absurdeces de una señora vieja y senil. O quizá no, y había algo oculto en todo esto. La pregunta era: ¿el qué? ¿Por qué tenía que ir a ver a ese tal Tomás? Bueno, solo había una forma de averiguarlo. Seguiría con la bromita un tiempo, a ver si me llevaba a algún sitio o descubría que todo había sido para reírse de mí, que seguramente fuera lo más probable.

La biblioteca de las Escuelas Pías estaba en pleno Lavapiés, en el centro de Madrid. Ah, sí, soy de Madrid, no sé si os lo había dicho. A ver, realmente no soy de Madrid, sino que vivo aquí. Mi madre sí es... era de Madrid. Mi padre es de Egipto. Concretamente de El Cairo. No os lo esperabais, ¿no? Bueno, si me conocierais más lo habríais notado. Yo nací allí, pero vivo en Madrid desde que tenía 5 años. Cosas de la vida. Y, en todo este tiempo, he de confesar que nunca había venido a Lavapiés. No preguntéis por qué.

La biblioteca por fuera era como una especie de edificio como antiguo, como de piedra, como si fuera un convento de las películas, pero es que por dentro era como estar dentro de Hogwarts, en serio. ¿Recordáis 'Harry Potter y la Piedra Filosofal'? ¿Recordáis la biblioteca? Pues eso. Me acerqué al mostrador donde había un chico de no muchos más años que yo trasteando con el ordenador.

- Hola, eh... venía preguntando por Tomás.

- Qué Tomás.

- Pues ahí me pillas, no lo sé – respondí.

- Pues no te puedo ayudar – sentenció y siguió a lo suyo.

- Bueno, a ver, ¿no hay nadie por aquí que se llame Tomás?

- No te sabría decir... - dijo, desganado.

- ¿Se puede entrar?

- ¿Tienes carnet? – preguntó.

- ¿De identidad?

- Eso lo doy por hecho. Carnet de la biblioteca – dijo, señalando lo obvio.

- No, no. Es la primera vez que vengo.

- Tienes que tener un carnet – insistió.

- ¿Y cómo me lo hago? – pregunté, ansioso.

- ¿Tienes tu dni ahí?

El mundo entre nosotros (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora