Prologo.

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Hace tres años atrás, en 2011, le rezaba –Literalmente- a George Washington y Abraham Lincoln, para que mi padre no ganara las elecciones presidenciales.

Me refiero a que, lo único que quería en ese tiempo era ver películas, tener peleas en la cafetería de la escuela y dejar desastres, o sea, tenía solo catorce años; Pero si mi padre ganaba, iba a tener que comportarme normalmente (lo que es totalmente imposible) y algo muchísimo peor, Ser una señorita.

SER.UNA.SEÑORITA.

Era imposible.

El día en que llamaron a las familias de los candidatos, Mi padre se sentó junto a mi madrasta, sonriendo, mientras que mi hermanastro, Jake y yo, los abrazábamos. Una linda familia, claro. Dar buenas impresiones, claro.

O sea, cualquier chica de catorce solo quiere un perrito, comer sin engordar o borrar tu acné, yo no quería que mi padre fuera presidente. Y caminar sin tropezones como una idiota, pero si eso ocurriera sería un milagro.

Entonces, América, ¿Quién fue el más botado para ser su nuevo comandante?

¡El hombre que tiene competencias de eructos con su hijastro, quien llora con comerciales de insecticida, y quien le compra CONDONES a su hija porque ya está activa sexualmente y ¿Qué? Ah, sí, lo publico en FACEBOOK!

Jonathan Wood.

Mi padre.

 Y es día, tres años atrás, maldigo mentalmente a la sociedad norteamericana. Y no sería la primera vez.

Me mudé a Washington D.C, comencé a vivir en la Casa Blanca, donde hay millones y millones de cuadros de gente que no sé qué mierda hizo en la historia de mi país. Chocaba con cada pilar blanco que sostenía la casa y veía la bandera de estados unidos muchas veces al día, de manera preocupante.

Odiaba todo.

A mi padre.

A sus malditos amigos que se ríen elegantemente y sonríen con superioridad.

A mi madrastra quien era más hipócrita que todas las chicas de la prepa.

A mi hermanastro, quien veía demasiada televisión, ya que sus penosas bromas eran una mala copia.

Odiaba en lo que me había convertido, Una –Muy trabajada, sin grandes resultados- Señorita.

Con los años me di cuenta de que no valía la pena quejarme de mi situación, habiendo gente sufriendo tanto en otras partes. O tal vez me acostumbré.

Hoy en día, con diecisiete años de edad, a un año de una nueva reelección, no solo debo verme bien cada día de la semana, para que los paparazzis no me molesten. No solo tengo que lidiar con burlas en la escuela. No solo tengo que tener clases de modales, de karate, de siete idiomas…sino que también…tengo que lidiar con todas las amenazas y atentados que han hecho a mi padre.

Pero nunca pensé que me ocurriría a mí.

Perseguida.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin