¿A qué quería llegar?

—Tomoe, hoy es veintidós de Julio —la llamada comenzó a entrecortarse— tu cumpleaños ya pasó, hace tres días exactamente.

—Amigo —mi cara tomó expresión de fastidio— no pienso creerle a alguien que ha estado en rehabilitación por consumo de drogas, confío más en mi celular que en ti, lamentablemente —me escuché arrogante, pero era cierto—. Mi teléfono muestra que hoy es dieciséis de julio y, no he configurado el calendario desde hace mucho —rebatí.

—Tomoe... —pronunció Elías como si le temiera a algo... o alguien.

—Deja de jugar por favor, no estoy para bromas pesadas, nos van a descubrir si hacemos de ésto algo monótono.

—Tus padres habían preparado un escenario en donde te ibas a ver envuelta en secuestro teatral pero... al final de todo terminaste muy lastimada y luego te desmayaste.

—¿Como sabes... —él habló antes de que terminara. La garganta se me hizo un nudo gigante y mi estómago comenzó a arder por temor.

—Según ellos iba a ser una buena sorpresa, una muy peculiar, todos los invitados estaban enterados pero no sabíamos que saldría mal la actuación. luego de la suspuesta sorpresa todo se puso muy extraño... nadie dijo ni una sola palabra, como si hubieran arrancado sus lenguas —hizo una pequeña pausa— Los invitados se fueron al instante y... al parecer fui el único que se preocupó por ti luego de esa noche —finalizó.

No podía creer lo estabas escuchando, quedé anonadada, sin respiración.

—Elías... —casi ni pude pronunciar su nombre— ¿es cierto lo que me estás diciendo? —aunque no me quedaban dudas pregunté sabiendo la respuesta. Yo misma lo había vivido en carne propia, ya era mucha coincidencia todo lo que me estaba diciendo, debía ser cierto a menos de que Elías tuviera un extraño poder para leer mentes.

—Sé que es muy difícil de creer y estoy igual de asustado que tú, pero todo es cierto, yo estuve allí —tragó saliva, se escuchó muy angustiado— mi familia no es la misma desde hace varios días... hace una hora vi a mi madre comiendo lombrices en el invernadero, intenté detenerla pero me gruñó y sus ojos... sus ojos —repitió como si no lo pudiera creer— no sé que está pasando con las personas, desde aquella noche no he podido dormir bien —puntualizó.

Lo primero que pensé fue que Elías no estaba loco, no podía dejar pasar desapercibido el motivo por el cuál me contactó. Sí, sucedió, mi cumpleaños había pasado, entonces... ¿desde hace tres días tenía dieciocho años legalmente?

¿Eso quería decir que alguien había modificado la fecha de mi teléfono para no darme cuenta de todo lo que provocaron?

Era eso o Elías estaba mintiendome.

Si lo que sospechaba era lo que querían lograr, entonces... ¿cómo iban a hacer cuando llegara ese tercer día tan esperado? ¿Iban a fingir un nuevo cumpleaños? Me ahogaba con mi propia saliva, sentí como si una lanza de metal hubiera atravesado mi estómago.

Todo se ponía cada vez más perturbante.

Impactada dejé caer el celular al piso. Ya no sabía cómo reaccionar. Quería agarrar a mis padres y retorcérles el cuello como lo hacen con las gallinas.

Acendrada Oscuridad ©Where stories live. Discover now