—Sí, claro —rueda los ojos—. Eres como Jennifer. Ninguna de las dos sirve para mucho.

Me levanto de mi asiento de golpe. Siento mucha rabia. ¿Voy a tener que soportar este tipo de comentarios de todos los hombres de la empresa? Fuera de informática estoy mas expuesta al resto de los empleados. Cuando pasen por aquí, cada hombre se sentirá con el poder de discutir sobre mi puesto. ¿Jennifer soportaba este trato?

¿Y si en realidad la Barbie de plástico aguantaba mas discriminación de la que creíamos? ¿Es posible que incluso ella haya sido rebajada por los ejecutivos de alto cargo? ¿Jennifer aguantaba discriminación solo para mantener su puesto? Tal vez la juzgué mas rápido de lo que pensaba.

El telefono de mi escritorio suena. Le saco la lengua a Juan David, quien me mira con sorpresa, y atiendo la llamada. Creo que he perdido el respeto por los cargos altos de esta empresa.

—¿Diga?

Venga ahora mismo.

Con prisa me dirijo a la oficina, donde mi nuevo jefe me espera con una cara de tótem. Parece bastante descontento conmigo y eso que apenas me conoce. ¿Podría ser esta mi oportunidad para conocerlo mejor? Si tan solo no hubieran tantos baches en el camino.

—Vaya a informática y dígale a Santiago que me envíe las credenciales de acceso para Hernández.

Mi mente hace clic. ¡El periódico! ¿Ya está listo?

—¿Qué está esperando? ¡Muévase!

Ah jefecito, si supiera que ese periódico es para mí ya me habría despedido.

No tardo en empezar a moverme hacia informática, feliz porque podré ver a mis amigas aunque sea desde lejos. Cuando llego no puedo acercarme mucho a ellas porque Santiago está mirándome con molestia en la entrada, pero por debajo saludo a Valeria con la mano. Ella me devuelve el saludo muy contenta.

—¿Qué quieres? —pregunta Santiago—. El reemplazo que enviaron es incluso mas inútil que tú.

Debe referirse a Jennifer. Por un momento no me siento con ganas de irme contra ella. No después de descubrir que a ella también la discriminaban a pesar de ser una Barbie de plástico.

—Cuidado con tu lengua—me burlo—. Ahora tengo un cargo superior al tuyo.

—No tienes poder, zorra —bufa—. Solo eres la perra del jefe, así como Jennifer lo era.

Ruedo los ojos y me apresuro a decirle la razón por la que estoy allí. No me interesa perder el tiempo con este tipo.

La cara de Daniel cuando recibe las credenciales no tiene precio. Una ligera sonrisa se forma en sus labios mientras mira la pantalla del computador. Pongo las manos tras mi espalda y sonrío. Parece que mi jefecito es una fangirl de aquel escritor. ¿O sería un fanboy? 

—Le gusta mucho Hernández, ¿verdad?

La sonrisa de su rostro se borra y me mira con cara de "¿Y esta tipa por qué me está hablando?". Sin embargo, ya sea por diplomacia o porque le gusta mucho el escritor, me contesta.

—Sí. Es un gran escritor.

—¿Pero y si los planes de Hernández incluyen algo en lo que usted no esté muy de acuerdo?

Daniel alza una ceja y se cruza de brazos.

—Me sorprende que esté enterada de los experimentos sociales de Hernández. Alguien como... usted— Y dale con eso. Suspiro con molestia—. Confío en su sabiduría. Sus experimentos suelen estar relacionados con las falencias de un entorno.

Lorena contra el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora