Capítulo 4

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Después de otra noche de insomnio, Cristina se sentía cansada. No solo física, sino también emocionalmente.

Mientras fingía contemplar y tocar las ramas y adornos del árbol de Navidad, su mente no dejaba de pensar en Matt y en lo que había pasado la noche anterior.

El problema no era que Matt la hubiera besado, sino que le hubiera gustado tanto. No podía negar que ese beso había despertado en la joven sentimientos que no sabía que existieran y además del resurgir lo que había experimentado por él en el pasado. Aún podía revivir cada segundo del magnífico interludio y volver a notar los efectos en su ser. No podía dejar de preguntarse por qué su cuerpo la traicionaba así.

Sabía que no lo volvería a ver y aunque tendría que sentirse aliviada, la verdad era que se sentía devastada. Por un lado, no había cumplido su cometido de hacer que Matt y Maura se reencontraran; sus buenas intenciones habían desembocado en esfuerzos inútiles. Por otro lado, se sentía infeliz al saber que jamás volvería a pasar... era como conocer el paraíso para luego ir al infierno.

No comprendía por qué la había besado. Si bien era cierto que había sido cortés y amable, también lo era el que indirectamente le había dicho que no la perdonaría por lo que le había hecho tantos años atrás. ¿Entonces por qué le había hablado de la atracción que sintió por ella en el pasado? ¿Por qué la había besado?

—¿Qué te pasa? —preguntó Maura sentándose junto a ella—. Y no me digas que nada, porque no te voy a creer. Llevas varios días muy extraña: callada, misteriosa y hoy te veo triste. ¿Acaso no confías en mí?

Cristina sonrió con tristeza. Maura se preocupaba por ella. Desde que Cristina había cometido esa terrible injusticia con Matthew, su relación con Maura había cambiado de modo radical.

Recordó claramente esa noche. Después de que la policía se hubiera llevado a Matthew, Francisco había llevado a su esposa a su habitación para reconfortarla y Cristina había ido a la suya, desde donde escuchaba los sollozos de Maura. No había dormido pensando en lo que había hecho y a la mañana siguiente decidió confesar la verdad. Se había levantado y había ido directamente a la habitación de su padre, y con lágrimas en los ojos había dicho toda la verdad.

Naturalmente, su padre la había reprendido fuertemente, recalcándole lo irresponsable de su acto y las consecuencias que traería; después del regaño, la castigó prohibiéndole salir con sus amigas durante seis meses, castigo que Cristina había aceptado sin quejarse.

Después había esperado las palabras de Maura. Esperaba un fuerte regaño, una bofetada, un reproche, pues sabía que los merecía. Pero en cambio había recibido un abrazo y un beso en la frente.

—No llores, Cristina, ya verás como todo se soluciona —había dicho la mujer.

Entonces Cristina se había dado cuenta de la nobleza del alma de Maura. Se propuso a ser buena con ella y con Matthew, cuando regresara. Estaba dispuesta a confesar ante quien fuera su error y a asumir sus responsabilidades. Se juró intentar querer a su madrastra y hermanastro y no volver a hacerles mal nunca más.

Había ido con Francisco, Maura y un abogado a declarar para que dejaran a Matthew en libertad. No obstante, se llevaron la sorpresa de que Matthew ya había sido liberado. Pensando en que Matthew regresaría a casa, habían retornado al hogar, pero él no llegó; ni ese día ni nunca más.

Durante semanas, Maura estuvo angustiada sin saber la suerte de su hijo, pero con el tiempo pareció resignada a que no volvería. Para Cristina no había sido fácil asumir que había separado a una madre de su hijo, y el dolor crecía ante la incertidumbre del destino de Matthew. Por eso, al comenzar a trabajar, había destinado parte de su sueldo para contratar investigadores privados que lo buscaran.

Un Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora