El agua de la ducha caía en su rostro mientras intentaba olvidar todo lo referido a Chloe, Chicago, las Bellas y la boda. Como si el agua fuera mágica, como si tuviera una sustancia que le borrara la memoria, que pausara sus pensamientos, que frenara su corazón. Pero era imposible. Y cada vez que lo intentaba, se hacía más duro. Además la cabeza le daba vueltas. No había sido buena idea ahogar las penas en alcohol, y mucho menos mezclar el whisky con el vino tinto en la misma noche.
Alcanzó la toalla y se envolvió en ella para salir hasta la habitación, ponerse ropa interior, tomar sus jeans, una camiseta blanca y tratar de ordenar un poco su cabello. Tomó la chaqueta azul que colgaba en el perchero, metió su móvil en uno de los bolsillos, las llaves del departamento y salió a caminar. No agarró las llaves del auto porque no podía manejar ese día, y además no pensaba en ir muy lejos. Quería pisar la arena un momento, relajarse con el sonido del mar, mirar el atardecer y recorrer esa ciudad que tanto quería. Quería estar sola. Y a la vez necesitaba hablar con alguien. O sólo necesitaba a alguien que caminara a su lado, en silencio, como cuando todo iba mal en Nueva York y Chloe caminaba a su lado por horas sin decir una sola palabra.
La playa estaba llena. Claro, era fecha de vacaciones y todos salían a pasear al mar. Pero ella lo había olvidado, y se encontró rodeada de ruidos y voces que no la dejaban escuchar la tranquilidad de las olas chocando entre sí. Otro plan fallido, y ya eran varios. Caminó en dirección al centro comercial, pasó por una plaza, un grupo de franceses hizo su mejor esfuerzo para preguntarle una dirección y ella los ayudó a llegar hasta el lugar, se sorprendió nuevamente por la cantidad de turistas rondando en la ciudad, y continuó su camino a través de las calles que conocía de memoria. El letrero en la parada del autobús 534 la detuvo de lleno en una esquina. El recorrido de cuarenta minutos hacia Malibu le rondaba en la cabeza. Lo había realizado una vez, recién llegada a la ciudad, en una aventura que por suerte terminó bien, aunque le costó su primera perdida en un lugar nuevo. Recordaba ser la primera en subir, y una de las últimas en bajar. Recordaba ese sentimiento de sentirse observada, como si todo el mundo supiera que estaba perdida, y su actitud de "puedo hacerlo sola". Claro, hasta que se encontró frente a calles sin salida y tuvo que preguntar dónde debía ir. Recordaba el atardecer en Malibu, lo perfecto que todo había sido esa tarde. No podía pensar en un día donde su cabeza había estado tan lejos de los problemas y las obligaciones. Había sido una escapada fantástica. Malibu había sido su lugar favorito los últimos años. Y Chloe justo decidía hacer su boda allí.
- Señorita, ¿va a subir?- la voz de la anciana detrás suyo la sacó de sus pensamientos en un sobresalto. El autobús estaba frente a ella, y estaba obstruyendo el camino.
- Eh... Lo siento.- le dio lugar y la ayudó a subir.
Un niño subió con su mamá por detrás, y un joven de unos veintitantos fue el último. Decidió que iba a subir.
Recorrió el camino sentada a la derecha del autobús, justo al lado de una ventana para poder ver todo lo que quisiera. Hacía tiempo no subía a uno. Después de los primeros meses de trabajo pudo comprar un auto, y no necesitó del transporte público nunca más. No recordaba lo que se sentía viajar con niños hablando, otros gritando, y algunos ruidosos grupos de amigos que estaban de vacaciones por la ciudad. No le disgustaba en absoluto. Se sentía bien poder observar nuevos rostros, y tratar de imaginar sus historias. Gente cansada que probablemente venía de trabajar, algunos dormidos, otros entre balbuceos. Infaltables móviles en los más jóvenes, y los cascos para escuchar música por supuesto. Se preguntaba cuantos de ellos estaría escuchando algo que ella había producido. Un bebé en el asiento de adelante la seguía con la mirada, ella tocó su mano y sonrió. La sonrisa fue retribuida y eso alegró un poco su día. Pasada la media hora, solo unos cuantos quedaban en el camino, y la mayoría estaban dormidos. Ella permaneció despierta siempre.
Su parada estaba cerca. Sabía dónde bajarse y cómo llegar hasta la playa que había visitado con anterioridad. Ya no necesitaba ayuda. Pero se preguntaba si quería hacerlo, o solamente había subido a ese autobús por un impulso, porque eso la haría sentirse más cerca de Chloe, o porque necesitaba dar una vuelta lejos de lo que era rutinario. Finalmente descendió del transporte, y caminó con lentitud en dirección a la playa. No estaba tan llena, y los rayos naranjas del sol ya estaban empezando a mostrarse. Se quitó las converse, pisó la arena y se sentó a esperar que el cielo terminara de teñirse en tonos naranjas y amarillos.
La inmensidad del cielo, la belleza del mar, el sonido de la naturaleza que se expresaba. Todo era hermoso, y relajante. A Beca le gustaba sentirse pequeña ante todo lo bello que LA le ofrecía a diario. Pero ese día estaba triste, y nada de lo que la ciudad pudiera ofrecerle era suficiente para calmar esa tristeza. Chloe estaba ahí, cerca, o no. No lo sabía exactamente. Sus amigas habían decidido pasar de ella esa vez, y no enviar ningún mensaje al grupo de chat de las Bellas corroborando datos sobre la despedida de soltera. Quizás tenían un grupo aparte, donde Beca no estaba. Y estaba bien, no podía pedirles otra cosa. Ya era suficiente que intentaran hacerla parte de infinitos aspectos de sus vidas cuando ni siquiera se molestaba en responder. Aubrey era quien insistía siempre que podía. Quizás porque sabía el motivo de su alejamiento. O quizás porque simplemente necesitaba explicaciones. Aubrey insistía. Y merecía mucho más de lo que Beca había sido capaz de darle esos años. Poco, casi nada. Se encontró pensando en ellas, en sus años como Bella, en los posteriores a la graduación cuando todavía se sentía parte del grupo. Pensó que, en otra situación, le hubiera encantado mantener el contacto, la frecuencia, asistir a los eventos, a los reencuentros. Pero Chloe siempre estaba, y nunca había estado lista para enfrentar la situación.
La tarde caía, y empezaba a dar lugar a la noche. Sabía que el último autobús rumbo a Los Angeles pasaría pronto, así que se fue a esperarlo. Esa vez durmió todo el camino. Supuso que era la única forma de apagar su cabeza.

Save the date - One Shot Bechloe Where stories live. Discover now