CHAPTER I

2.4K 235 20
                                    

▃▃▃▃▃

Isoley retrocedió varios pasos, soltando una pequeña maldición en cuanto sintió las hojas secas crugir bajo sus botas como si estuviera pisando cristal

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Isoley retrocedió varios pasos, soltando una pequeña maldición en cuanto sintió las hojas secas crugir bajo sus botas como si estuviera pisando cristal. Y eso que penso que su día no podia empeorar.

Los ojos del animal se volvieron rápidamente hacia ella, soltando graves gruñidos entre sus colmillos mientras se iba acercando a pasos lentos, atento a cualquier movimiento de la rubia.

Y a pesar de que la chica se estaba muriendo de miedo no pudo evitar que una silenciosa risa se le escapara de los labios, confundiento totalmente al lobo.

—Oh, Dios. Lo siento —logro pronunciar antes de llevar una de sus manos a su boca para detener una carcajada y con la otra desaparecer las pequeñas lagrimas que se escaban de sus ojos. El lobo meneo ligeramente su cabeza a la vez que detenía sus gruñidos, observando curioso la reacción de la humana quien no parecía decidir si lo más apropiado era liberar sus nervios llorando o soltando risas temblorosas.
Por supuesto él ya no le iba a ser daño, aunque eso Isoley no lo sabia.

—Esta bien, estoy bien —volvio a hablar soltando un pequeño suspiro que se confundió entre un sollozo y una risa que rapidamente siguió a ambas acciones. Su cuerpo, sin duda, le estaba jugando una pesima broma y en el peor momento de todos. No entendía de donde había salido el revoltijo en su estomago ni el valor para poder prununciar más que un sonido frente a una cosa que facilmente podría dejarla tirada con un resoplido, pero no podía parar y de alguna forma había confundido a la gran bestia como para que se olvidara de probar su carne por unos segundos.

El lobo volvió a caminar cerca de ella ahora con cuidado de no asustarla sentandose a unos cuantos metros para que su nariz pudiera alcanzarla sin que tuviera que bajar la cabeza. Apestaba a sanguijuela, sin embargo el brillante color verde que rodeaba sus pupilas y el rápido golpeteo de su corazón contra su pecho negaban cualquier olor. Con un extraño bufido alejo rapidamente su nariz que se arrugo graciosamente ante su disgusto.

Isoley jadeo sorprendida, pestañeando varias veces para ver con claridad lo que hacía el animal— ¿Estas tratando de decir que huelo mal? —preguntó ofendida tomando uno de los bordes de su chaqueta para llevarselo a su nariz— No puede ser que a los perros no les guste el olor a limon.

Este volvió su cabeza negando levemente ahora alejándose él sin poder soportar mucho más el hedor que opacaba el supuesto perfume de limon. Tambien se permitio soltar un pequeño gruñido por la palabra "perro", él en definitiva no era una simple mascota.

—Bueno, oficialmente estoy ofendida, pero gracias por dejarme vivir. Hoy Esme iba a preparar lasaña —se encogió de hombros pasando su mirada del lobo hasta el camino que tenía detras. Suponía que ya estaba a salvo de caer en los afilados dientes del animal, pero después de su inesperado ataque de risa tampoco tenía muchas ganas de seguir tentando su suerte.

El lobo asintió, como si pudiera entender perfectamente a lo que se refería o estuviera deciendole "de nada" como si dejarla vivir no fuera realmente la gran cosa.
Entonces el cerebro de Isoley volvió a funcionar y recordó la conversación que había tenido unas semanas antes con su familia cuando regresaron a Forks.
Con los ojos abiertos de par en par volvió a mirar el lobo con atención, queriando golpear su cabeza contra uno de los grandes árboles por no haber unido los puntos antes.
No era cualquier lobo.
No, no podía ser. Ella ni siquiera habría alcanzado a soltar una simple risita si fuera así, el lobo no le hubiera respondido ni entendido lo que salía de su boca.
Asi que, por supuesto, no era cualquier lobo. Al igual que ella no era una simple humana.

—Bien, mira, me voy a arriesgar ¿sí? —llamó su atención rezando para que sus conclusiones fueran correctas— Eres uno de ellos, un cambia formas, ya sabes, los de la reserva —él, por supuesto, no respondió. Limitandose a observarla con atención.

Isoley suspiro frustrada, sí tenía razón era obvio que el chico-animal no se lo iba a confirmar como si nada. De ser así sería peor que su familia para ocultar secretos. Sin emabargo eso no dejo que la emoción se expandiera por su cuerpo más rápido de lo que lo habia hecho el miedo cuando minutos antes estaba segura que su vida terminara por culpa de un perro gigante, ella de verdad ansiaba conocer a alguno de los cambia formas desde que sus padres le habian advertido que no lo hiciera y que supuestamente eran terriblemente peligrosos.

Suponía que en parte se debía a que jamás la habían dejado adoptar un cachorro y cuando llevaba alguno a escondidas estos siempre termimaban huyendo desesperados en cuanto estaban en la puerta.

Su mente simplemente había dejado de funcionar cuando se entero de que habían chicos que podían convertirse en lobos gigantes viviendo a tan solo unos minutos de ella -a su familia no le gusto nada su emoción y se encargaron de recordarle que ella estaba viviendo literalmente con seres inmortales.

—Si no quieres revelar tu identidad esta bien —se apresuró a agregar— entiendo todo el rollo de batman, pero... —dudo un segundo, moviendo sus manos de un lado a otro pensando muy bien en como seguir. Si de trataba de un animal cualquier ya no importaba y si no se estaba arriesgando a tal vez ofenderlo de alguna forma o romper alguna regla que ellos tendrian— ¿Podrías acompañarme un rato? Se que tienen todo lo del tratado, pero al menos hasta el limite. No quiero encontrarme con un oso estando completamente sola, no creo que se tome igual mis risas.

Espero un minuto en lo que el lobo se decidía, seguía mirandola con atención aunque ahora movía de vez en cuando la cabeza lo que para Isoley significo que estaba considerando que hacer hasta que movió su cabeza para arriba y para abajo indicandole que se moviera con un pequeño empujon en sus piernas que casi la deja en el suelo.

Con una gran sonrisa, la rubia rápidamente se puso en marcha con el cambia formas a su lado obligado a escuchar todo lo que salía de la boca de la chica respondiendo cuando podía y empujando sus piernas cada vez que lo llamaba perro.

—¿Sabes? Eres mucho más adorable cuando no le gruñes a las niñas —él gruño— Bien, diablos, era solo un consejo.



NIGHTMARE | PAUL LAHOTE Where stories live. Discover now