— ¿Cómo te ha ido? — preguntó.

— Eh... Diría que bien — entre cerré los ojos.

— ¿Dirías? — enarcó una ceja — No te escuchas muy segura.

Me reí — ¡Ay, no sé qué decir! — dije — ¿Cómo te fue a ti?

— Me ha ido bastante bien — sonríe — Tanto que decidí preparar una deliciosa cena para ambos.

Alcé las cejas, sonriente.

— ¿Necesitas de mi ayuda? — dije dulcemente.

— No, no, no — alzó dos de los dedos de su mano y los movió de acá para allá, asiéndome saber su desaprobación.

Reí con su rostro.

—Vete a sentar en la mesa y espérame ahí — me dijo.

Yo sonreí y seguí su pedido.

Me senté en una de las sillas de la mesa y esperé por Harris unos minutos y pasados estos, lo vi llegar con dos platillos blancos con unas divinidades como contenido.

Harris dejó los platillos encima de la mesa, puso uno en mi espacio y uno en el suyo, luego me cedió un cubierto haciéndome entender que probara su sazón.

Sonreí y luego dije — Alguien me ha sorprendido — lo miré.

Probé cuidadosamente el alimento, pero...

Respiré.

Mastiqué.

Me lamí los labios.

Su sabor es...

—¿Y? —Pregunto Harris sonriendo.

Tragué.

Uno de mis ojos parecía querer cerrarse, pero ponía todo mi esfuerzo por que no lo hicieran.

Ansiaba tomar, aunque sea una gota de agua. El nivel de sal que habían percibido mis papilas gustativas era... increíble.

—No te gustó — el rostro de mi novio se oscureció — ¿verdad? — preguntó cabizbajo.

—Sí, sí me gustó — dije — Solo estaba tomándome mi tiempo mi amor — le sonreí — está muy bueno, huele delicioso y sabe muy bien — sé qué puso todo su esfuerzo en hacer esta cena para mí y de verdad, no me da el corazón para decirle que...

No puedo...

—¿Cómo se llama este platillo? — pregunté

—Aún no tiene un nombre definido, porque lo inventé, pero estoy pensando en ponerle como tú — me dijo dulcemente.

Algo dentro de mí gritaba de felicidad.

Es tan lindo, tanto por fuera como por dentro.

—Aurora — me dice serio.

—Dime.

—Tienes que ser sincera conmigo — lo miro.

—pero lo estoy siendo — sonrío.

—Es enserio — alza una ceja — no progresaré si no me dices.

Suspiro.

Dios, ayúdame.

—Solo estuvo un poquito salado, pero solo un poco, no mucho — le digo y sonrío al final.

¿Un poco salado? Sí claro, y casi te mueres de sed y acidez, ¿no? — mi subconsciente entró al chat.

—¿Aurora? — Harris me mira extraño haciendo que vuelva a la realidad — Llevas cinco minutos riendo sola.

—Solo recordaba aquella vez — digo riendo nuevamente.

—Por favor no me castigues con eso — ríe él también.

En medio del conjunto de risas escuchamos el timbre de la casa, causando así que Harris y yo dejáramos de reír.

¿Quién será a estas horas? — pienso.

—Voy yo — dice Harris.

Él salió de la cocina y se trasladó hacia la puerta de entrada a la casa y yo lo seguí.

Harris abrió la puerta y los dos nos miramos cuando vimos de que se trata.

¿Flores? ¿Cómo que flores?

Había rosas negras en la puerta de mi casa.

El corazón se me aceleró, sentía un palpito detrás de mis orejas.

Harris tomó las ya mencionadas flores, las entró a la casa y las puso en la mesa. Veo un pedazo de papel entre las flores, lo agarro y no tardo en darme cuenta de que se encontraba sellado, lo rasgo y rápido comienzo a leer el contenido que me deja de piedra.

"Huimos del miedo y constantemente queremos alejarlo y deshacernos de él, pero muy en el fondo sabemos que aquel sentimiento es una parte fundamental de quienes somos y hacia dónde queremos y deseamos dirigirnos.

Queremos la paz, pero no siempre estamos listos para pagar el precio que conlleva conseguirla.

Al final, siempre estamos rodeados de ese sentimiento que queremos alejar.

Al final, un corazón lleno de miedo siempre fue un esclavo y si no se deshace del sentimiento, seguirá siendo esclavo y por mucho tiempo "  

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Nota de Autora

¡Gracias por leer!

Nos vemos pronto. 

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