Capítulo II

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Sinceramente siempre he llevado una vida bastante normal, a veces diría que incluso aburrida para muchos.

Siempre he vivido en el mismo barrio, he ido al mismo colegio y he realizado las mismas actividades. De pequeña solía tener un grupo de amigas más grande, pero como es normal vas creciendo y te vas dando cuenta de que los gustos y las aspiraciones no son las mismas, por lo que te acabas separando y te quedas con quien realmente puedes congeniar. En mi caso ha sido Eli, la conocí en el primer año de instituto y desde entonces supe que esa amistad sería para toda la vida. Es buena, humilde y no se corta un pelo si me tiene que decir las cosas a la cara, cosa que se agradece. Sobre todo, teniendo en cuenta la falsedad que hay hoy en día.

Cuando tenía siete años mis padres me apuntaron a clases de ballet, me gustaba mucho, no voy a mentir. Un día, con trece años tuve una lesión bastante importante que me impidió continuar. Finalmente encontré algo que me gusta mucho más, correr.

Intento salir a correr varias tardes durante la semana, antes solía ir con mi padre, pero actualmente tiene un nivel de exigencia en el trabajo que casi no le veo el pelo. A veces lo echo de menos. Una vez incluso participamos en una maratón juntos, desde luego era una buena época.

Ahora empiezan las típicas preocupaciones de la pubertad, aunque he de decir que las mías son muchas menos de las que tiene la gente de mi edad. Me preocupa mi futuro, el saber qué voy a hacer con mi vida, a qué me quiero dedicar, dónde voy a vivir. La mayoría de los estudiantes se suelen ir fuera, y hacer vida allí. Eso sucedió con mi hermano. El resto de chicas de mi edad se preocupan más por gustar, acostarse con alguien por primera vez o salir de fiesta. Odio hablar en términos generales pero es la pura realidad.

Como de costumbre, me doy una ducha antes de ir a clase, es mi rutina diaria. Hoy me decanto por hacerme una media coleta, me pongo unos vaqueros pitillo color negro, una camiseta lisa y ceñida al cuerpo del mismo color, y sobre ella, un cárdigan con un estampado muy abstracto en tonos marrones. Como hoy no llueve opto por ponerme en los pies unas bailarinas básicas en marrón, para romper un poco con el negro.

Las dos últimas semanas que han pasado desde que regresamos a clase han sido un completo caos, y por si fuera poco, mi portátil se ha roto y tendré que ir a comprarme uno nuevo. Creo que tengo muy mala suerte. La verdad es que las nuevas tecnologías nunca han sido lo mío.

Me maquillo un poco el rostro con lo básico. Corrector antiojeras, rímel y un poco de colorete para dar un poco de forma a mi cara. ¡Ni tan mal!

Bajo a desayunar y tras comer la tostada que mi madre me preparó como hace habitualmente, salgo para encontrarme con Eli y así ir a clase. Durante el camino no hace más que hablar de exámenes y cosas deprimentes para mi persona en ese mismo momento, pero yo me limito a escucharla, la pobre necesita expresarse, sino ¿qué sería de ella?

Es lunes, y las dos primeras horas toca Historia con el señor Carter. Por lo visto se ha adaptado muy bien, y muy rápido. Todos le adoran, incluso a mí me cae un poco mejor a pesar del ejército de niñas que tiene como admiradoras. Vale que es muy simpático y explica muy bien, pero es una situación un tanto exagerada, aunque supongo que podré vivir con ello, sólo quedan cuatro meses para acabar este curso.

—Muy bien, llevamos un par de semanas de clase juntos, creo que ya es hora de que os mande algún trabajo, ¿No creéis? –El señor Carter ojea el libro pensativo y se incorpora para tener una vista general de la clase.

—Señor Carter, –dice Gabriella, pija y estirada que no para de tontear con un profesor que probablemente nos dobla la edad. Es guapa, pero tampoco nos pasemos. A veces la personalidad hace mucho. Es alta, esbelta, tiene el pelo largo y oscuro, y ojos marrones. Es popular y más que amigas parece que tenga súbditas. Es animadora en el equipo del instituto. – creo que deberíamos dar algunas horas extras para reforzar el temario antes del examen –señala con un tono de voz sobreactuado. Esto sin duda era lo que me faltaba por escuchar. Como si no tuviera suficiente con venir ocho horas diarias para encima quedarme más. Las miradas de mis compañeros se clavan con furia a las espaldas de Gabriella.

Su alumna favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora