Asiento sin decir palabra. Realmente no lo sé. 

- Si logras que Schneider cambie de parecer... Si logras que él piense un poco más como nosotras... -dice esperanzada mientras me aprieta los hombros sin ejercer demasiada fuerza-. Puede que me dé más carta blanca la próxima vez que esté hablando con mis jefes. Puede que censure menos información y que yo pueda hacer llegar la verdad a los lectores del periódico, a tus amigos y amigas de vuelta en casa. Piensa en ellos cuando estés con él, merecen saber la verdad.

Clavo mi gélida mirada en mi reflejo del espejo, aprieto la mandíbula e interiorizo lo que Elizabeth ha dicho tan convincentemente. Tengo el poder de cambiar la opinión de un hombre, y con ello el poder de ayudar a Elizabeth a divulgar la verdad. Puede que esté en coma, pero creo que es momento de jugar. 

- Lo intentaré, tía -digo antes de ponerme en pie y alisar mi vestido. 

Camino hacia la puerta cuando alguien llama. Por supuesto, es Heinz, justo a tiempo. 

- Tan increíble como siempre -asegura Heinz mientras salimos del edificio. 

- Danke -murmuro, y él sonríe abiertamente. 

Heinz me asegura una y otra vez durante nuestro recorrido hacia la ópera que el edificio es muy bonito, y que seguro que me gusta. Para mi sorpresa, lo hace. Las columnas que sobresalen de la fachada son enormes, hay muchas personas entrando, todos vestidos de forma suficientemente elegante. 

- Me encanta tu peinado «gretchen» -asegura Heinz cuando me quito mi boina traída de París en el interior de la sala. 

- ¿Gretchen? -pregunto confundida, pensando que seguramente lo he oído mal entre tanto barullo de gente. 

- ¡Ja! -asegura mientras acerca un dedo a mi pelo-. Así se llaman esas trenzas. Son alemanas. 

Frunzo el ceño. No sabía qué decía el anuncio cuando lo vi en la mesilla de café de casa, cuando lo trajo Elizabeth. Ahora creo que era propaganda nazi, y en aquel momento mi inocente mente solo pensó que era una chica guapa en el anuncio de algo.

Me encojo de hombros. 

- Me alegro de que te gusten -añado para sonar agradable. 

- ¿Y qué vamos a ver? -pregunto con intriga, observando al resto de ocupantes de los asientos. 

- Es una sorpresa -asegura Heinz, antes de que las luces se apaguen. 

***

- ¿Qué te ha parecido? -pregunta Heinz mientras salimos del auditorio, y la noche cae sobre nosotros. 

- No he entendido nada -confieso mientras me agarro de su brazo y me acerco a él-. Cantaban en alemán -le recuerdo. 

- Sí pero... ¿y la música? No hace falta entenderla para que te guste -asegura, colocándose bien las gafas. 

- Sí -miento. 

Preferiría haber ido a un festival de música de mala muerte en mi pueblo, la verdad. 

- Eso es lo importante -dice satisfecho-. Ahora, ¿por qué no te llevo a cenar? -propone. 

Le dedico una mirada que creo que puede ser interpretada como graciosa, y sonrío. 

- Sería un placer acompañarte, Heinz -digo. 

- ¿En serio? -pregunta sorprendido, sus ojos azules viéndose más oscuros bajo la tenue luz de las farolas. 

- Sí, claro -aseguro-. Así podemos conocernos mejor. Tengo ganas de saber más sobre ti. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Where stories live. Discover now