Capítulo 25: Confesión

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No tengo nada en mente para iniciar una conversación. Ni modo, le diré lo primero que venga a mi mente en su momento. Antes de bajar del carruaje, Sergio seca mis lágrimas con sus dedos. Su tacto me pone nerviosa, y levanta una extraña sensación en la boca de mi estómago. Creo que casi ni respiro los segundos en que la caricia dura. Me ayuda a bajar, para ese momento me concentro en contener mis manos para que no sienta mis desbocados nervios. Mia sonríe con picardía mientras baja por sí misma. Dejamos la caja con el vestido en el asiento del carruaje. Miro al otro lado de la calle, el callejón entre dos estructuras coloniales da una vista clara de la plaza de ejecuciones que comienza a ser reclamada por el bosque. Casualmente Arturo está saliendo, se detiene extrañado con mi presencia, y la de su hija. Los otros dos hombres que le acompañan lo instan a continuar, pero Sergio se aproxima a él.

El canciller se despide de sus compañeros, y viene hacia nosotras.

—Vamos, caminemos —rodea el carruaje en dirección al callejón.

—Los esperaré aquí —dice Sergio subiendo de nuevo al carruaje.

Respiro y suelto el aire. Qué bueno que haya decidido darnos un poco de privacidad. Le sigo sin decir nada hasta que la hierba llega a sus rodillas. Se detiene después de observar los alrededores y asegurarse de que estamos completamente solos.

—Tengo algo delicado que decirle —digo.

—¿Sobre qué? —el señor Arturo habla en un tono bajo, mira a su hija con suspicacia.

—Los ataques que han estado sucediendo en la ciudad, la secta de la que se habla —comienzo a decir no muy segura de cómo continuar.

—¿Te has enterado de algo? —inquiere.

¿Qué decir ahora? Son tantas cosas las visiones, mi madre... Ah claro.

—Hace unos días hubo luna de sangre, y en la zona boscosa detrás de la casa vi algo extraño y reconocí a alguien.

— ¿En la misma zona donde estaban los cadáveres? —se cruza de brazos.

—Sí, cerca de allí. Estaban unas personas, hombre y mujeres bailando como hipnotizados por no sé, la luna. Y estaba Carmelo, estoy segura de que era él.

Arturo se queda en silencio con la mano en el mentón, y la otra sosteniendo el codo. Sus ojos azules se pierden pensativos, lo que sí, es que no parece sorprendido más bien como si mis palabras le dieran sentido algo que solo ocurre en su cabeza.

—¿Qué más?

—Sospecho de mi madre sobre ser un oscuro, están sucediendo cosas extrañas en casa —se siente bien decirlo en voz alta. Como liberarme de cadenas, él asiente. Pasa la mano por mi hombro y hace que me acerque más a él.

—Lo que te voy a decir es confidencial Selt, y no debería hablar esto con ustedes, pero los detalles de los ojos en el hombre lobo aquella noche, ¿lo recuerdas? Nos ayudó a dar con los responsables de los ataques. Los oscuros, todo integrante tiene ese anillo rojizo en los ojos. ¿Lo has visto en tu madre?

—No, en ella no pero sí en Carmelo.

—También nos hemos dado cuenta de eso, en algunos momentos él parece perder control y sus ojos se muestran con esa línea rojiza. Pero no tengo nada como probarlo, y los ancianos del concejo están divididos. Tenemos un guardián que posiblemente reemplace a su padre en el liderazgo y es un oscuro. Es un tema de mucho debate, al igual que lo es tu madre, en su caso es diferente. Ya tenemos información, pero no la he podido confirmar.

—¿Qué sabe de ella? —pregunto llena de curiosidad. Esto no tiene retorno, mi madre es culpable.

—Es curioso que ella lleve el apellido materno, ¿sabías que Riquelme es el apellido de quien fue tu abuela? —niego. Hasta donde yo sé... Mi madre no tiene pasado, de sus labios nunca ha salido el nombre de alguna abuela, u otro familiar—. Las familias de tu madre murieron, madre, padre y cuatro hermanos, uno de ellos mayor que tu madre e hijo de otro hombre y los demás menores que ella. ¿No es extraño que solo ella haya sobrevivido?

Enmerald. Guardianes 1. Origen De Los OscurosWhere stories live. Discover now