26. Día especial a ella

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Empezar a contar una historia es complicado, pero cuando dejas fluir las cosas, tal y como suceden en el momento, se vuelve ligero

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Empezar a contar una historia es complicado, pero cuando dejas fluir las cosas, tal y como suceden en el momento, se vuelve ligero. Eso lo aprendí un poco después. Contar una historia puede ser liberador, más si sabes que la estás contando. Como es mi caso.

Ese miércoles, Jack me escuchó con atención, se percató de mis movimientos y muchas veces no supo qué decir.

—Emma, ¿qué sientes por Clark? —preguntó, una vez que acabamos nuestra comida.

Yo apreté mis labios y me lo pregunté mentalmente: ¿qué siento por Clark? Muchas palabras llegaron a mi mente, pero no sentí que alguna de ellas fuese correcta, lo que sentía no se podía definir en una sola palabra, era tanto que se debía de definir con las palabras más cultas, grandes y expresivas.

Ésa fue mi respuesta:

—Mis sentimientos por él son más grandes que unas palabras.

Jack acentuó sus hoyuelos con una sonrisa, se levantó de la silla, juntando toda la basura de la mesa, después de observar el reloj de su muñeca; y la llevó al contenedor, después, ambos salimos, rumbo a la academia, donde ensayaría.

Cuando ingresamos, Jack se sentó en una esquina y nos escuchó, al terminar, comentó:

—No entiendo de qué habla esa mujer, ya cantas perfecto —lucía sorprendido.

Sentí mis mejillas hervir, esbocé una sonrisa y me encogí de hombros.

—Hay que mejorar las cosas —respondí, acomodando mis cosas para salir.

Nos despedimos del personal con el que nos cruzábamos y una vez fuera, él me acompañó a casa.

—Clark suele hacer eso —le comenté.

—Me gusta cómo se ven juntos —murmuró—. Mereces algo lindo y puro, Emma.

—Oh, tú el doble —le señalé.

Jack rodó los ojos y guardó sus manos en sus bolsillo. La positividad del chico me hizo olvidar muchas cosas, las cuales recuperé una vez entrando a casa. Le comenté mi sorpresa para Clark, la cual estaba prevista para el sábado de la siguiente semana. A Jack pareció agradarle la idea y se entusiasmó hasta que llegó el día.

Cuando llegué a casa, me encerré en mi habitación y miles de ideas, palabras claves e imágenes, cruzaron por mi mente, en un divague. Tara no había ido a clases ese día, ¿estaría bien?

Sus palabras sucumbidas en dolor me llevaron a un abismo de preocupación. El techo me había hipnotizado hasta cavar en mis pensamientos, lo observé fijamente mientras la preocupación me llevaba a un nivel más alto.

La puerta se abrió, mamá asomó la cabeza, con su cabellera roja cayéndole por los hombros, los labios rígidos y su mirada seria, cuando me observó, abrió totalmente la puerta y entró.

Tintes de otoño | completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora