Un poco de mí.

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Narra Alec.

Abro la reja que cerca mi casa, miro con atención la ventana que mostraba al comedor, veo un rostro conocido e inmediatamente cierro furioso, no hizo tanto ruido como para que se escuchara dentro. Empiezo a caminar lentamente por una senda construida a base de piedras, que atraviesa un verde pasto.
Me detengo casi al llegar a la puerta, busco las llaves que estaban en mi pequeño bolsillo de mi mochila junto con mi teléfono. Presiono sin darme cuenta el pequeño botón del celular y me percaté de la hora, era la 1:15 pm. Meto mi teléfono en el bolsillo derecho de mi short, hago lo mismo con la llave pero en el bolsillo opuesto. Tomo aire, lo retengo, lo expulso, 4 veces. Llevo las palmas de mi mano hacia mi rostro golpeo suavemente mis mejillas, despertando de lo que parece ser un sueño, no, no es un sueño, esto es real, de lo más real. Tomé la llave, la introduje dentro de la cerradura y abrí la puerta. Al hacerlo, supe que abrí las puertas del mismísimo infierno.

- Buenas tardes -. Dije mientras cerraba la puerta de casa.

- Buenas tardes -. Respondió mamá al cortés saludo que había emitido.

Entré a casa, pasé por el comedor, el cual estaba cerca de la puerta de ingreso, ví a papá sentado, esperando ansioso la llegada de su almuerzo, pasé por su lado, siquiera se molestó en saludar, me miró y dispuso a centrar su mirada en la cocina, donde estaba mamá sirviendo la comida. Entré a la cocina, besé a mi madre en la frente y me dirigí hacia mi cuarto.
Dejé mi mochila en un pequeño mueble que yacía a la entrada, mi hermano estaba en su cama jugando en su tablet que mi padre le había regalado años atrás.

- Hola -. Saludé.

- Hola -. Respondió cortés.

- ¿Que tal? ¿Como te fue en el colegio?-. Pregunté.

- Bien. Hoy ese profesor de matemáticas, el loco Tito, así lo apodaban, nos dejó 25 ejercicios, y si no los terminaba no me dejaba salir al recreo, me jodió bastante -. Respondió con euforia.

- ¿Y? ¿Los terminaste? -. Pregunté mientras sacaba ropa de mi armario.

- Sí, pero faltando cinco minutos para que culmine el recreo, a las justas me alcanzó para comprar algo, yo y mi amiga fuimos los únicos -. Respondió casi mecánico, sin prestarme importancia.

Me puse ropa cómoda, me cambié mis shorts por unos deportivos, me puse una camiseta ligera, me quité mis zapatos y me quedé en medias, de esa manera salí a almorzar, ya había oído uno que otro llamado de mamá.

- Lleva tu cubierto, en el refrigerador está tu refresco -. Dijo mamá terminando de lavar de los trastes.

Tomé un tenedor, lo puse junto a mi plato en el comedor, era un lunes como cualquiera, así que por tradición tocaba menestras, en lo particular me gustan y mucho. Abrí la puerta del refrigerador, tomé la jarra del refresco y lo puse en la mesa. Abrí la puerta del viejo repostero donde se guardaban los vasos, saqué uno y  dispuse de sentarme en el comedor a disfrutar de mis alimentos.

Cada vez que levantaba el cubierto hacia mi boca, podía escuchar el horrible masticar de mi padre, sin modales, ni intenciones de hacerlo bien, sin cerrar la boca, a veces pienso que lo hace a propósito porque sé que él sabe parte de lo que pienso, tal vez sea por el mismo motivo de que en cada reunión familiar que organizan los Martínez me hacen comentarios tipo - Ay, eres igualito a tu padre que cuando era pequeño -. Mencionaba siempre mi abuela. Y no faltaba el - Y como está la novia -. De parte de mi abuelo -. O qué será de mi futuro y en qué Universidad estaré por parte de mis tíos. En ninguna de las preguntas anteriores dudaban siquiera en compararme con mi padre, cosa que ya de por sí me irritada mucho, pero como soy el típico "hijito de papá". Solo atinaba con una sonrisa sarcástica.

Sin TítuloWhere stories live. Discover now