Capítulo 8: Se caen las máscaras

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Después de todo lo que ha pasado, el bosque, las pesadillas, mi magia, algo cambió o ¿fui yo quien cambió?; no lo sé, es una sensación extraña, como si se hubiera caído una venda de mis ojos. Siento que nunca quise ver la realidad de mi familia; algo siniestro se esconde detrás del apellido Riquelme y ahora soy parte indispensable de algo desconocido.

—Qué bueno. Ahora sentémonos que tenemos que celebrar.

Cada una se une a la mesa.

— ¿Celebrar? ¿Qué estamos celebrando? —pregunto tomando asiento al lado de mi madre, quien preside la mesa.

Mi madre chasquea los dedos y un deslumbrante banquete adorna la mesa: el mejor vino en las copas de cristal, carnes, pan, frutas, de todo un poco. En mis quince años, nunca había visto tanta comida en la mesa.

—Que tus habilidades por fin salieron a la luz, y que serás un mago muy poderoso. Estarás entre los mejores, solo es cuestión de tiempo y entrenamiento.

La voz de mi madre está llena de júbilo. Alza su copa y ofrece un brindis en mi nombre.

Debería sentirme feliz y halagada, pero no es así. He esperado tanto por esto: el despertar de mi magia, la atención de mi familia, dejar de sentirme como un objeto más; mas, ahora que lo tengo, no puedo disfrutarlo.

—Por supuesto. Serás un gran mago —dice Tanils alzando su copa y continuando el brindis—, si sobrevives a los entrenamientos.

Su malévola sonrisa me produce escalofríos.

Sobreviví al primero. Me hubiera gustado decir, mas, me mantuve callada.

Nariel sonríe de la misma manera, pero la sonrisa de mi madre se deshace al instante. Sus ojos se disparan en reproche a Tanils y la hacen callar.

—No le prestes atención, Selt —disimula su molestia por aquellas palabras.

—Eso quiere decir que siempre supiste que algún día mis habilidades aflorarían.

—Sí, pero no sabía con exactitud cuándo, así que preferí no decirte...

—Claro, fue más fácil mentirme y dejar que todos se burlaran de mí y me humillaran, porque hasta Tanils y Nariel me han tratado como si fuera un bicho raro.

He alzado demasiado la voz lo sé, pero la ira, la decepción me carcome.

Ella lo sabía, lo supo todos estos años y no hizo nada. ¿Qué es lo que soy para esta familia? Al final, sigo siendo un objeto, solo que ahora tengo más importancia que antes.

— ¡Deja de gritar y siéntate! —grita mi madre. Sus ojos brillan fugazmente con el resplandor de la luz.

Nunca me había gritado de esa manera. La mujer que tengo frente a mí no es la misma que creí conocer hasta hace hora. En sus ojos solo puedo ver frialdad. Presiono mis labios con dureza, no quiero decir algo de lo que más adelante me voy a arrepentir. Su mirada es implacable. Mis manos tiemblan de impotencia, las envuelvo en la tela del vestido mientras controlo las lágrimas amenazan con salir.

—De ahora en adelante, las cosas cambiarán —dice mientras toma un cubierto—. Tienes mucho que aprender, y muy poco tiempo.

— ¿Para qué? —modero mi tono de voz.

—Lo sabrás cuando estés lista.

No quiero esperar a estar lista, pero enfrentar la ira de mi madre... No sé de qué sea capaz, no conozco a esta mujer. Me levanto y salgo del comedor. No tengo nada que celebrar.

Entonces, allí están las palabras del señor Henry: «Tu madre es una maldita bruja. Y algún día lo verás con tus propios ojos y será muy tarde, Selt. Muy tarde». Me confundo más, tanto que la defendí y ahora aquello parece tener sentido.

Enmerald. Guardianes 1. Origen De Los OscurosWhere stories live. Discover now