1. Virus mortal

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El viento rugía desesperado por los cielos, chocaba con todo lo que se encontraba por su paso. Las copas de los árboles eran víctimas de un zarandeo cruel y feroz. No había duda de que se avecinaba una tormenta. Una tormenta bravía y arrasadora. Se escuchaba a lo lejos las alarmas de los coches que se activaban ante una fuerza de tal magnitud. El cielo no lloraba, pero estaba por hacerlo. Anunciaba el próximo caos.

Aquella noche las calles de la ciudad costera de El Triunfo se encontraban vacías, aunque la ausencia de peatones comenzaba a ser algo habitual. No había un alma caminando por las aceras, no pasaba un coche por el asfalto. Parecía una ciudad fantasma.

Ana Julieta se encontraba admirando la ciudad desde el pequeño balcón de su humilde hogar mientras fumaba un cigarro. El viento desaforado le erizaba los vellos de su piel y le zarandeaba el pelo con violencia, pero no tenía intención alguna de volver adentro. Luego de expulsar el humo por sus labios, cerraba sus ojos llorosos para mantener la calma y sentir el viento contra su rostro, segundos después se llevaba el cigarro de nuevamente a su boca, y vuelta empezar.

Dentro de su casa, se escuchaba la televisión encendida puesta en el telediario local de medianoche. Era primero de octubre, y aunque nunca había prendido la pequeña televisión desde que se enteró de la enfermedad de su madre, aquella noche por una razón que desconoce, lo hizo.

En la pequeña pantalla, había una nota sobre el juicio del desastre del Prestige, como ya era habitual ver. Pero de repente, la pantalla se puso en rojo con un cartelito de "URGENTE", llamando la atención de Ana Julieta.

—Interrumpimos la noticia para daros una información muy importante —exclamó el periodista habitual de turno—. En estos últimos días, han habido más de treinta ingresados en el hospital de la ciudad El Triunfo. Todos con síntomas muy parecidos. Las autoridades locales no han dado declaraciones, pero podría tratarse de un virus no identificado —el hombre clavó los ojos dramáticamente en la cámara—. Todo ha decidido llevarse con un perfil bajo y a puertas cerradas. Nuestra reportera, Samantha Gilabert, está allí en vivo y en directo. Conectamos con ella.

La pantalla cambió de plano, una mujer rubia aparecía frente al hospital local. Sostenía un micrófono en su mano y estaba abrigada hasta la cabeza. Se veía como debía entrecerrar los ojos frente a la ráfaga de viento.

—Así es Luis, estoy aquí, a las afueras del hospital El Triunfo. Por ahora, no ha salido ningún médico a dar declaraciones, pero se teme que el número de infectados ya supere los cincuenta —hizo una pausa, mientras el camarógrafo enfocaba las afueras del hospital—. No se sabe de dónde se ha originado este virus, pero parece ser muy peligroso. Sobre todo, porque parece no haber cura ni tratamiento. Todos presentan los mismos síntomas, tos intensa, fiebre, mareos. En menos de una semana se ha propagado en gran medida. A raíz de esto, podríamos decir que ha sembrado un miedo en esta pequeña ciudad. Hoy durante el día se ha visto a poca gente por el centro, la gente está muy preocupada. Además, el alcalde ha aconsejado que la gente se quede en casa hasta saber qué es lo que causa este virus. Hasta ahora lo que sabemos es que el número de infectados no ha parado de crecer en los últimos días y que se teme una posible epidemia en esta ciudad. Sea lo que sea, las autoridades ya están enteradas y están tratando de evitar una desgracia. Cualquier novedad, os la comunicaremos. Estad atentos, por favor. No duden en hacerse un chequeo si presentan alguno de los síntomas que hemos nombrado. Evitemos que este virus no identificado siga mutando.

La pantalla cambió nuevamente y volvió al periodista de ojos fatigados y mirada intimidante.

—Muchas gracias, Samantha. Seguimos en contacto contigo.

Ana Julieta apagó el cigarrillo en su cenicero y suspiró mientras se peinaba su cabello castaño. Había escuchado algo de aquel brote por las calles y había visto el titular en el periódico del vecino. Sin embargo, no le había dado mucha importancia, y seguía sin dársela. Pensaba que sería una gripe común y ya, nada de lo que preocuparse, todo tenía solución, menos la enfermedad de su madre, claro.

infectIVO | OT2020Where stories live. Discover now