— ¿Estas bien?— me pregunto. Asentí tranquilamente sin alzar la mirada.

De pronto estaba nerviosa, me moví un poco el cuello de tortuga hacia un lado y me volví hacia la mesa para comenzar a mover los papeles. ¿Qué estaba haciendo...?

Lo oí entrar a la habitación y perdí completamente el hilo de lo que hacía, pero aun así no deje de mover mis manos sobre la mesa, pretendiendo hacer algo que en realidad no estaba muy segura que era. ¿Cuentas...? ¿Dónde demonios estaba la hoja amarilla de ingresos? ¿Y la...?

Un mal movimiento de mi muñeca lanzo mi lapicera fuera del escritorio, pero Edward la atrapo en el aire con tanta rapidez que me sobresalte. Luego, lo extendió hacia mí.

—Eso se ve complicado.

Asentí de nuevo.

— Lo es. —Mire disimuladamente la puerta, esperando que se fuese, pero no lo hizo. Carraspee. —Me gustaría hacerlo sola, ¿Podrías...?

— ¿Estoy interrumpiéndote? — pregunto el, alzando las cejas.

—Sí.

— ¿Cómo? ¿Con mi sola presencia?— dijo, señalando su cuerpo. Tenía puesto un suéter blanco y pantalones holgados negros, además del pelo completamente desordenado. Necesitaba un corte de pelo.

—No, solo quiero estar sola. —Luego, sin darme muchos rodeos, añadí: — ¿Podrías salir, por favor?

El me miro de un modo que podía interpretarse dolido, pero era imposible. Luego, se acercó y se sentó en la silla junto a mí. Suspire de impaciencia.

—Nathan te manda esto. — El me entrego la carpeta. La sostuve. — Lamento... Lo de ayer.

Lo mire directamente a los ojos, el me devolvió la mirada. ¿Realmente se estaba disculpando? Como no dije nada, él se vio obligado a seguir hablando.

—No debí tratarte de ese modo. Fue algo... brusco.

Si, tenía razón. Pero él era brusco para todo, así que, en cierto modo, no era su culpa. Yo estaba teniendo una batalla de sangre y lágrimas en mi cabeza... ¿Cómo decirle que tal vez había llegado en el momento preciso?

—Este bien. — le dije, sonriéndole. No podía estar molesta con ninguno de ellos. Además, Edward me caía bastante bien, dejando de lado que a veces era una especie de roca. No sabía porque, pero él se portaba distinto conmigo. Era más... Más todo. Pensar en ello me saco una sonrisa amplia. — Solo te estabas preocupando por mí, eso es tierno.

La expresión de Edward cambio drásticamente y él se alejó un poco de mí en su silla. Lo oí carraspear.

—me preocupo por todos. — dijo. Ladee la cabeza.

—Pero a veces pareciera que te preocupas más por mi...— comente, riendo. — Eres un buen amigo.

El asintió, sin mirarme, Su expresión se volvió algo más dura de nuevo. Luego se inclinó para tomar un caramelo del pequeño cenicero que estaba a un lado mío. Me encontré a mí misma retrocediendo un poco por su cercanía, y, por alguna extraña razón, aquello me causo un escalofrió. Edward tomo el caramelo, y volvió a su antigua posición para comerlo. Mis ojos cayeron en su boca moviéndose y su mandíbula. Y, por puro impulso, alce la mano y le moví el pelo hacia atrás. Edward se sobresaltó, pero no me quito la mano o algo así, lo cual agradecí.

—Necesitas un corte de pelo urgente. — le dije, retirando la mano. Claro, probablemente a él no le gustaba mucho que le tocaran. Era como Elsa, incómodamente imposible de integrarse.

Me volví de nuevo a los documentos, aun con el allí sentado, y seguí trabajando.

Me caía bien Edward, era un chico amable. Igual que Nick.

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora