Capítulo 1: La conversación de Brooke y el abuelo

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Laurie acompañó a Brooke hasta el lugar donde se encontraba su abuelo, pues quería escuchar la conversación de ambos de una manera u otra.

—No hacía falta que vinieras —dijo Brooke serio, Laurie sonrió.

—Quería hacerlo —aseveró.

Cuando el abuelo y el tutor de Laurie estaban reunidos, el chico se quedó muy cerca de la puerta para escucharlos.

—¿Va todo bien, señor Brooke? —preguntó la voz del abuelo.

—En realidad no, señor —se oía a Brooke—. Últimamente su nieto ha estado muy distraído.

Un pequeño silencio, de pocos segundos, pero eternos para Laurie.

—Necesita compañía, señor Laurence —dijo después Brooke y Laurie sintió como el corazón se le agrandaba en el pecho.

—¿Cómo?

—Sí, señor Laurence —insistió Brooke—. Durante nuestras clases solo piensa en las señoritas que habitan en la casa del frente, creo que se siente algo solo.

Laurie se quedó en silencio, paralizado por las palabras de Brooke. Las formas habían sido muy diplomáticas a decir verdad y Laurie no soportaba cuando hablaba así, también había revelado el secreto de su interés en las vecinas, pero había pedido a su abuelo que le dejara salir más.

—Si así lo piensas —susurró el abuelo.

—Así es —dijo Brooke.

—Haré lo que está en mi mano.

—Gracias.

Laurie retrocedió para marcharse antes de que Brooke abriera la puerta.

Llegó a su cuarto y observó un pequeño instante a las vecinas de enfrente y luego se echó en la cama.

Escuchó la puerta principal de cerrarse y el abuelo de Laurie lo llamaba desde el vestíbulo.

—¿Va todo bien? —preguntó Laurie intentando ocultar su alegría, pero las comisuras de sus labios solo eran capaces de estar hacia arriba.

—Laurie he hablado con tu tutor —mencionó su abuelo, Laurie asintió.

—Sí, me dijo que lo haría...

—Te ve muy distraído —informó.

—Sí, lo sé —suspiró Laurie, ¿y la buena noticia para cuándo?

—Pero el señor Brooke parece tener una solución para eso —dijo su abuelo.

—Vaya, el señor Brooke tiene soluciones para todo —comentó Laurie harto de esperar al permiso de juntarse con otros jóvenes de su edad.

—Sí —corroboró el abuelo—. Piensa que tienes que distraerte con algo.

—Ya, claro —susurró Laurie impaciente—. ¿Y qué podría hacer yo en una casa grande y solitaria? —añadió destacando esa última palabra.

—Sí también hemos pensado en eso —dijo vagamente el abuelo, a Laurie se le escapó una risita infantil.

—¿Y bien? —fingió interesarse.

—Ven, acompáñame.

¿Qué? Laurie se quedó en silencio. ¿Es que ahora su abuelo lo llevaría a la casa de las March? ¿Podría ir eso a mejor?

Pero el camino no era la puerta, era la ¿biblioteca? ¿Qué idearía el abuelo?

—Puedes distraerte con estos libros, Laurie —aconsejó su abuelo entregándoles unos cuántos, Laurie los observó confundido.

—¿Seguro que esto es lo que has hablado con el señor Brooke? —preguntó él asomando la cabeza en la montaña de libros que ya le había dejado su abuelo.

—De distracciones, en efecto —dijo su abuelo y Laurie suspiró.

—No me gusta leer, abuelo —protestó él.

El rostro del abuelo se entristeció y Laurie se sintió totalmente dolido por lo que le había dicho.

—Tengo algo para ti, Laurie —dijo él, afligido.

Laurie siguió cabizbajo a su abuelo por la casa hasta el salón principal.

—¿Esto te es mejor? —preguntó su abuelo extendiéndole un regalo esférico envuelto.

Laurie lo aceptó en silencio y lo desenvolvió. El regalo de su abuelo trataba de un balón.

—¿Con eso te distraerás? —preguntó su abuelo con un suspiro.

El regalo no era nada comparado con jugar con las March, pero Laurie no estaba dispuesto a romperle el corazón a su abuelo de nuevo, así que con una sonrisa respondió:

—Sí, gracias.

Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora