Los Petrov: 1

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Todo empezó con la becaria novata que me mostraría mi posible nuevo hogar. No. Mi nuevo hogar. Nada de posible.

No me costaba admitir que estaba nerviosa. Había visto a Maksim un par de veces. No era un hombre extraordinario, pero lo suficientemente poderoso como para que mi padre decidiera que era con su hijo menor con quien debiera crear la alianza más importante del alto círculo.

Mi padre me había dicho que no tenía nada que temer, que podía tratar al hijo de los Romanov como a un socio de los tantos que había conocido junto a él. Solo debía seguir los mismos cuatro pasos de siempre:

Camina derecha.

Mira siempre a los ojos.

No regales tus sonrisas.

Tira siempre a matar.

Sí, todo eso a mi futuro marido. Con un paso añadido: debía hacerlo enmascarado con besos y caricias.

―Parece muy joven ―le dije a mi padre, ojeando el expediente de la becaria.

―Es lo que necesitas ―me respondió él, mirándome desde el otro lado de su escritorio. El azul de sus ojos se intensificaba frente al resplandor de la ventana―. Una novata con fidelidad de perro. Le enseñarás todo lo que debe saber y te deberá lealtad por ello. Ya sabes, hazle creer que es tu amiga y que si es lo suficientemente buena le recompensarás por ello.

―Sé cómo hacerlo ―le recordé. Él asintió.

―También recuerdas los emails, ¿verdad?

―Por supuesto.

Mi móvil sonó. Miré la pantalla. Se trataba de un número extranjero. Le eché un ojo a la primera página del currículum de la becaria.

―Es ella ―rezongué. Mi padre puso los ojos en blanco―. Petróva ―respondí.

―B-Buenas tardes, señorita Petróva. Soy Heather, su nueva asistenta. El secretario de su padre me dijo que le llamara a esta hora para ultimar detalles de su llegada.

―Hola, Heather. Me alegro de que llames. ―Cogí mi agenda y localicé la hoja del día siguiente―. Justo ahora estaba revisando la agenda.

Heather soltó una risita nerviosa.

―Aleksei me envió una lista de sus intolerancias, pero me gustaría saber si le apetece algo en especial a su llegada.

Alcé la vista a mi padre, que me fruncía el ceño, curioso.

Deposité el teléfono sobre el escritorio y lo puse en manos libres.

―Ninguna preferencia especial, Heather ―respondí, un poco decepcionada de las prioridades de mi nueva becaria. Mi padre me apuntó con el dedo, llamando mi atención. No aprobaba mi tono―. Pero te agradezco la atención ―arreglé rápidamente. Él alzó un pulgar.

―Pues si tiene cualquier duda o petición estoy al teléfono veinticuatro horas ―me anunció, orgullosa.

―Te lo agradezco, Heather. Qué tengas un buen día.

―Hasta mañana, señorita Petróva.

―¿Petición? ―pregunté en voz alta cuando la llamada terminó. Mi padre se rio, divertido―. Soy su jefa, no le "pido" cosas.

―Te acostumbrarás a los americanos. Debes acostumbrarte ―se rectificó.

Esperaba que el hijo de los Romanov no hubiese cogido esas costumbres.

Las puertas se abrieron de par en par y mi enrevesada y caótica madre apareció dando tumbos.

―¡Aquí estás! ¡Oh, malyushka, mi bebé! Qué poco tiempo me queda contigo.

Mi padre se puso de pie de un arrebato y dio un golpe fuerte sobre el escritorio.

―¡¿Cuántas veces te tengo que decir que no interrumpas en mi oficina cuando la puerta está cerrada?!

Mi madre dio un brinco detrás de mí.

―Sólo quería despedirme de la niña ―le dijo con voz lastimera.

―Svetlana no tiene tiempo para tus disparates, Valeriya. Vete de aquí ahora mismo. ¡Ahora! ―Se apresuró hasta mi madre y, cogiéndola del brazo, la tiró fuera de la habitación―. Ni se te ocurra contestar a ninguna de sus llamadas. No hará más que distraerte.

―Había prometido cenar con ella ―musité, recordándolo hasta ese momento.

―Nada de eso. Tienes que dormir temprano y estar enfocada en todo lo que hemos hablado. Tu madre es una necia; me encargaré de que no te moleste.

Asentí.

Papá siempre tenía razón. Era quien era gracias a que él me había esculpido desde el minuto uno de mi existencia para que me encargara de la familia cuando él no estuviera.

―Voy a ultimar detalles con Aleksei. Necesito un par de cosas para el viaje. ―Me puse de pie y encaré al gran Viktor Petróv.

Él me dedicó una sonrisa que se sujetaba entre la dureza y la ternura. En general, mi relación con él colgaba entre ambos tratos.

―Eres mi orgullo, Svetlana. Tengo toda mi confianza puesta en ti. ―Estiró sus brazos, ofreciéndome uno de sus escasos abrazos.

Corrí hacia él y me envolví dentro de su pecho. Mi padre olía a pino y colonia. Muy padre pero poco esposo. Muy hombre pero poco amigo. Muy profesional pero poco compañero. Iba a echarlo de menos de todas formas. Durante veintidós años le había visto cada día. Comía con él cada tiempo de comida, trabajaba con él cada hora de mi jornada, escuchaba sus consejos cada descanso... El único hombre que había permitido acercarse a mi corazón.

Y ahora, de repente, tenía que dejar que uno nuevo, un desconocido, se convirtiera en el dueño de mi cuerpo y mi mente. Era una conversación ―la única― que no había tenido con papá.

Me había mostrado cómo tratar a Mikhail Romanov durante el día.

Pero nadie me explicó qué tenía que hacer con él cuando nadie nos viera.

Cuando no fuésemos Petróva y Romanov.

Sino una pareja de recién casados.

Antecedentes: Claire (Niña Mal, #0.0) [Abi Lí]Where stories live. Discover now