Capítulo 26: Destino decidido

Start from the beginning
                                    

–Hola –saludó rápidamente– sí, soy yo... así es... ¿disculpe?... no, no es así... ¿de parte de quien llama? disculpe, le han dado información equivocada, mi restaurante no está en venta.

Margarita dejó el café en la mesa y miró fijamente a Pilar, sin saber muy bien qué pasaba, aunque ya había notado el cambio en su expresión.

– ¿Qué pasó?

–Algo está mal en todo ésto. Me acaba de llamar un ejecutivo para concertar una cita.

– ¿Y qué te dijo?

–Que quieren comprar el Morlacos.

–Pero eso no es nada malo mujer.

–Yo creo que sí. Porque la empresa  a la que representaba ese hombre es propiedad de Bernarda Solar.

– ¡La madre de Micaela! –exclamó Margarita escandalizada– eso sí que es raro, aunque también podría ser una coincidencia o un error.

Pilar bebió un trago largo de café; debía tener demasiado ciudado.

–No es un error. Esa mujer actúa premeditadamente, es seguro que esto lo hace sabiéndolo muy bien. Fue un error quedarme como titular.

–Ya pero... –se interrumpió. Iba a decir que no era para tanto, pero la experiencia decía otra cosa, y entonces su lado egoísta comenzó a advertirle– amiga, creo que tienes razón, pero no podemos quedarnos así nada más, hay que investigar por si acaso al menos.

Investigar había dado frutos antes, pero ahora necesitaba algo más.

–No Margarita; esta vez voy a hacer algo más directo.

Momentos después Bernarda estaba contestándole la llamada.

–Hola.

–Usted está hablando con Pilar –sucedió un incómodo silencio– sé que sabe quién soy, así que no se quede callada.

–Buenas tardes Pilar.

–La llamé por un tema y espero no tener que repetirlo. El restaurante Morlacos es mío, no trate de interferir de ninguna manera.

Bernarda había acusado el golpe muy lentamente, pero reaccionó.

–No pretendo  interferir ni nada por el estilo. Simplemente pretendo hacer buenas inversiones.

–Sus únicas inversiones son mentir y envenenar todo lo que la rodea –replicó la joven ácidamente– pero quiero que le quede claro que no soy la estúpida que era antes, ahora no permitiré que se me acerque.

– ¿Y por qué no? –preguntó la otra– puedo hacer una oferta interesante y además de seguir haciendo lo mismo, ganarás mucho dinero.

–Mi restaurante no está en venta. Y tenga cuidado con lo que hace, porque si me amenaza o hace cualquier cosa en mi contra, voy a empezar a hablar de lo que se dé usted, y créame que le va a parecer muy asqueroso escuchar de boca de los demás decir que es un pedazo de basura.

–Te lo estás tomando muy personal querida...

–Sí, me lo estoy tomando personal porque esto es personal; ni usted ni nadie se van a interponer en mis proyectos personales. Tenga ciudado, porque su dinero no puede contra los rumores, y solo necesito hablar con las personas indicadas para que su fama de gran persona y empresaria se vea amenazada por la verdad. Recuerde que estuve en su casa Bernarda, y recuerdos visuales no son lo único que tengo.

Cortó. Del otro lado de la conexión Bernarda dejó el teléfono sobre su escritorio y arrojó violentamente un vaso contra la pared, el que fue a destrozarse en mil pedazos.

– ¡Mocosa insolente, cómo te atreves a amenazarme! Qué es lo que te robaste de mi casa, ¿qué es lo que tienes en mi contra?

Volvió a sentarse, luchando por calmarse. Sabía que no estaba oyéndola, pero deseó tenerla frente a si y sacudirla hasta hacerla llorar para obligarla a contarle todo. No podía soportarlo, ella no era nada, ni su propia madre la quería, ¿cómo podía simplemente creer que era rival para ella, para Bernarda Solar? Muchos con más recursos se habían interpuesto en sus planes, pero no importaba lo que pasara, el resultado siempre era el mismo, se salía con la suya; cuando descubrió que esa idiota tenía un restaurante decidió quitarla del camino, y ahora las cosas tomaban ese cariz tan extraño. Bien podía ser una amenaza sin fundamento, pero también podía ser verdad, y no podía arriesgarse a ningún escándalo mientras tenía el éxito del Boulevard y comenzaba a armar el Hotel; tendría que esperar un poco más para eliminarla, pero vaya que lo haría, y entonces ella se tendría que comer todas sus amenazas.

Por otro lado, el detective que había contratado Eva estaba avanzando en sus investigaciones; Mijaíl Macrura era un nombre demasiado recordable como para usarlo en su trabajo, así que iba variando entre los nombres y apellidos que tuvieran más individuos en el país, de modo que seguía siendo nadie, lo más importante en su trabajo. El acosador de Eva San Román era un caso especial, porque en primer lugar no era reciente y en segundo era alguien con quien había un vínculo en cierto modo voluntario; hombre de 53 años, administrador de propiedades rurales, separado, sin hijos, sin un domicilio comprobable, con ciertos recursos y perdidamente enamorado de la mujer. No era difícil imaginar cómo es que alguien se puede interesar o incluso enamorar de alguien como Eva San Román, estaba de más decir que era atractiva, bellísima, interesante, inteligente y educada por decir solo algunos de los atributos que tenía, lo que llamaba la atención del caso es que alguien como ella llegara a tener contacto directo con alguien como él. Tenía como costumbre no investigar los aspectos oscuros de sus clientes siempre que estos no tuvieran que ver directamente con el caso, así se evitaba emitir juicios o perder el norte, al fin y al cabo que en términos fríos, el cliente era el bueno y quien le persiguiera o acosara terminaba siendo el malo, al menos para él.

Sabía que ese hombre estaba en la ciudad, había llamado por teléfono al antiguo número de ella, le había enviado un sobre con un mechón de sus cabellos claramente de hacía algunos años y era lo suficientemente peligroso como para que ella temiera por su vida si daba con su paradero exacto; había sido un error romper la tarjeta y bloquear el número antiguo de la mujer, ya que con el habría podido tomar muchos datos, pero por otro lado había algo importante de donde sacar información, es decir del sobre que ella había recibido. A simple vista era algo común y que se vende en cualquier sitio, pero un conocido que trabajaba en papelería lo revisó y le dijo que esos sobres los vendían las librerías o bazares de barrio, porque estaban descontinuados y solo ahí podían quedarles; actualmente en las librerías de prestigio vendían unos sobres iguales, pero que según el entendido eran de una calidad inferior y eso se notaba en como reaccionaba el papel ante la presión o la fricción. Así que el administrador estaba alojándose en una zona residencial relativamente antigua donde tenía  a la mano un bazar típico de barrio, y podía deducir que estaba en un hostal porque si no tenía domicilio conocido hacía mucho tiempo, era improbable que tuviera vivienda propia. Que pudiera enviar el sobre indicaba que sabía dónde trabajaba en general pero no en particular, y que tampoco sabía dónde alojaba, tema que se hacía más difícil para él porque ella estaba en un hotel. Pero solo era cuestión de tiempo para que la alcanzara, y Eva San Román era una profesional exitosa que no podía permitirse escándalos de ningún tipo, menos aún si estos involucraban a alguien potencialmente peligroso.

Ya había reducido los sitios de búsqueda, porque si el acosador pretendía dar con el paradero de ella, lo lógico es que estuviera en un lugar barato y con buen y rápido acceso al centro de la ciudad y también a las salidas vía carretera, tanto para escapar como para llevársela si es que ese fuera su objetivo final; en el trabajo que tenía encargado sabía que acercarse al tipo y asustarlo sería inútil, así que lo que debía hacer era fabricar una situación que lo expusiera ante la ley, de preferencia algo llamativo que lo hiciera ser público al menos momentáneamente, y desde luego que si armaba todo bien, dejarlo en la cárcel sería un broche de oro.

Próximo episodio: Dos balas

La traición de AdánWhere stories live. Discover now