CAP 1: Hace algunos ayeres

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Capítulo 1:

Hace algunos ayeres

Nuestro padre Tonacatecuhtli nos había dado la encomienda de crear el mundo y para ello necesitábamos matar a una enorme bestia para dar fruto de la naturaleza y así separar las aguas de tierra, la oscuridad y tinieblas de la luz, la noche del día.

Cipactli, hambrienta criatura que arruinaba todo a su alrededor por el simple deseo de la gula.

Matarla era la única manera de crear el cielo y la tierra. Tal y como nuestro padre había deseado desde hace siglos, solo teníamos una oportunidad para atraparla y asesinarla al mismo tiempo. Si todo salía como se había previsto ambos nos ganaríamos el título de dioses creadores sobre todos los demás y nuestra jerarquía subiría al estar casi a la altura de nuestros propios padres.

Por que es bien sabido que en el Ilhuicame no basta con ser del seno de la familia de los dioses creadores del universo ni tampoco el hecho de formar parte de los 4 dioses principales que éramos nosotros los mismísimos tezcatlipocas sino que teníamos que ganarnos nuestro propio lugar con acciones que eran clave para la creación del mundo.

Pero para esta encomienda se necesitaba de determinación , fuerza, resistencia y mucho valor, aunque conociendo a mi hermano de su espléndida perfección lo le faltaba ninguno de estos ingredientes pero yo tenía una cosa que el no...

Y aquello era la experiencia en el combate cuerpo a cuerpo.

Como él jamás había estado siquiera en una riña debido a su fanatismo por el amor al prójimo con la inquebrantable creencia de que todo conflicto, discusión o guerra la única forma de resolver es por el diálogo, pero eso es un concepto erróneo, hay cosas que no las puedes evitar y tienes que luchar para ganar.

Con eso mismo hacía caer en cuenta a los demás dioses que aquella serpiente no es digno de ser uno de nosotros.

Entonces con eso a favor de mi lado, yo podría ser el dios que dirija la creación de los humanos.

—Sabes lo que hay que hacer ¿cierto?

—Por supuesto.-contestó rápidamente.-Crear el cielo y la tierra, separa el agua de lo terrenal y la luz de la oscuridad.

—Pero primero tenemos que matar a la bestia gigante.

—S-seguro.-dijo nervioso.-pero ¿no le tenemos que dar un sacrificio de sangre para que se acerque a nosotros?

Solo asentí con la cabeza sin decir ni una palabra, estábamos a la orilla de una de las pocas inmensas rocas que yacían sin orden en los confines de lo que ahora era solo un lúgubre y extenso mar. El cual pronto íbamos a cambiar.

—Vamos, hay que darnos prisa antes que Cipactli nos encuentre primero a nosotros.

Solo asentí con la cabeza sin decir ni una palabra, estábamos a la orilla de una de las pocas inmensas rocas que yacían sin orden en los confines de lo que ahora era solo un lúgubre y extenso mar. El cual pronto íbamos a cambiar.

—Vamos, hay que darnos prisa antes que cipactli nos encuentre primero a nosotros.

—Pero debe haber otra forma de alimentarla.-dijo con un tono de preocupación al ver que yo sacaba un líquido y lo vertía sobre mi pie derecho.

—¿Vas a ayudarme o no, Serpiente?.-dije con un tono más desesperado.-Se nos acaba el tiempo.

Suspiró hondo y sacó su macuahuitl y lo posicionó de forma horizontal marcando la parte que iba a cortar.

—¿Estás seguro que quieres hacerlo hermano? Después de esto ya no habrá marcha atrás.

—Sí, ahora solo hazlo de una buena vez antes de que me arrepienta de haberte traído conmigo .-lo miré con indiferencia.

—Pero hermano-replicó.

Lo interrumpí antes que dijera otra palabra más.

—Quetzalcoatl-Kukulkan , ya lo habíamos aclarado antes de venir aquí, ¡así que deja de alegar y córtame ya esa maldita pierna!

—Te dolerá.-me advirtió levantando a los aires el arma con triángulos puntiagudos de obsidiana y pedernal.

—Lo sé.-dije mirando a otro lado esperando a que mi hermano fuera rápido y preciso en su corte. Pero su mano sostuvo mi rostro antes que hiciera tal sangriento acto.

—Solo prométeme que saldrás vivo de esto, que hoy no te veré morir.

—Eso es algo que no está en mi poder.-dije bajando la mirada rogando no haberlo decepcionado, porque podía sentir como mi bienestar le importaba, incluso cuando él era quien tenía el arma frente a mí.

—Entonces tendrás que hacerlo, por mi.dijo con ojos determinantes y después me cortó la pierna de una sola tajada.

El sonido agudo de su filo perforó mis oídos y dí el peor grito que alguien me pudo haber sacado, estaba temblando. Aquello había sido una experiencia de la que no quería volver a vivir. 

I L H U I C A M EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora