—¿Entonces qué es?—Porque ni él era capaz de entender qué es lo que era.

—Podemos ir descubriéndolo poco a poco—propuso Sten, y aquello le hizo sonreír. Sonaba bien, descubrirlo poco a poco, sonaba bien.

Se quedaron así, mirándose el uno al otro por más tiempo del que ninguno podría precisar. Tampoco era necesario, pensó Trez cuando al final abrió la puerta y se despidió.

Antes de cerrar la puerta Sten le preguntó.

—¿Cuál era el lugar al que querías que fuéramos en nuestra primera cita?—Trez, como un auténtico cliché sintió sus mejillas sonrojarse. Había olvidado aquel lugar, ni romántico ni impersonal, su primera cita fuera de aquellas cuatro paredes.

—Thomas & co.

—Buena elección.—Sten sonrió y asintió.—¿Te gustaría ir conmigo mañana cuando acabe el congreso?

Antes de poder pensarlo Trez asintió.

Una vez dentro no pudo evitar sonreír como un estúpido, no debería aceptar tan fácilmente. Sten no era de fiar, se había repetido eso una y otra vez.

Pero por primera vez estaba comenzando a pensar que quizás y solo quizás, las cosas pudieran empezar a ir bien.


—¿Buenas noticias?—dijo Chris cuando lo vio entrar con tan bonita sonrisa.

—Sí, no, bueno, en realidad no lo sé—se rió de sí mismo.

Chris rodó los ojos, estaba empezando a listar los ingredientes que iba a necesitar para combatir los altibajos de su compañero de piso.

Nunca pensó que llegaría a apreciar tanto a alguien tan inmerso en dramas amorosos.

Tampoco iba a negar que los de Trez eran los únicos romances que entraban en aquella casa desde que Chris la habitaba.

¿Estaba mal sentirse más emocionado por la vida sentimental de su compañero que por la suya?









Samuel no encontraba a Sten por ningún lado, tampoco al pequeño ratón de biblioteca.

Si su amigo tenía una oportunidad con aquel chico, que la aprovechara.

Él miró hacia Hugh, se le notaba tan fuera de lugar que hasta le dio lástima.

Intentó creerse, mientras se movía hacia él, que lo hacía por darle un poco de compañía al verlo rodeado de gente a la que en realidad se le notaba deseaba ignorar.

La otra versión era que no tenía vigilancia, y sí, el campo abierto para aproximaciones.

Tomó dos copas de la barra donde habían dejado algunas bebidas, y se encaminó hacia el conservador sin apartar la mirada.

Era consciente de que cuando llegó hasta él, el desagrado del otro hubiera hecho retroceder a cualquiera. Pero Samuel tenía curiosidad, mucha curiosidad.

—Ha sido una jornada interesante—dijo de manera conciliadora ofreciéndole una copa que el otro tomó—. Gracias por la ayuda.

Hugh bufó, y lo que antes le parecía molesto, ahora le hizo sonreír. No es que antes no hubiera apreciado que Hugh no estuviera nada mal, es que era complicado verlo cuando alguien era tan desagradable.

Reconocía que siempre había tenido cierta fascinación por el hombre, aunque solo fuera para hacerlo rabiar con su comportamiento infantil.

—Tenemos que hablar, Hugh—se atrevió a decir.

—No tenemos nada de qué hablar.—Le quiso devolver la copa que le había dado, pero Samuel se negó. El conservador se fue a la primera superficie que encontró para soltarla.

Pero no estaba dispuesto a dejarlo escapar, había descubierto algo demasiado importante como para dejarlo. Y si Hugh pensaba que no iba a continuar, es que le sobrestimaba.

El hombre caminó en dirección a las oficinas del personal, en ningún momento miró hacia atrás, pero era imposible que no supiera que Samuel le seguía.

Los asistentes al congreso cada vez se escuchaban más lejanos, y Samuel sentía que él mismo se estaba adentrando en otro lugar mirando la espalda de Hugh, y aquello que ya no era su espalda. Quería hablar, pero quizás eso pudiera hacerlo después.

Cuando este giró y se perdió a su derecha, Samuel aceleró su paso para no perderle. Al girar la esquina, se lo topó de frente.

—Deja de seguirme, deja de mirarme, deja de pensar en mí y las locas ideas que te pasen por esa enferma mente tuya—le amenazó Hugh.

¿El problema de todo aquello? Que Samuel llevaba pensando demasiado en cómo sería besarle, y durante toda aquella amenaza tan solo se quedó mirando sus labios; finos, de un rosado oscuro, sutiles.

Estaban tan cerca, muy cerca. Samuel ascendió hasta sus ojos, tan negros como una noche sin estrellas y aún así llenos de brillo.

Cuando el conservador le besó, Samuel se dio cuenta de que era mucho mejor de lo que había imaginado, y cuando se separó de él como si Hugh hubiera recordado que le odiaba, también él recordó.

Ellos ya se habían besado, hacía muchos años, todo era muy borroso pero recordaba la misma cara que acababa de poner Hugh, exactamente la misma.

¿Qué demonios había pasado después?




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Hola chicas, la verdad es que tenía este capítulo a medias desde hacía días, y no tenía muchas ganas de escribir.

Para las que no lo sepáis, soy española y vivo en Madrid. Aquí llevamos tres días encerrados en casa, teletrabajando y saliendo solo para lo imprescindible porque es la ciudad más afectada por el coronavirus del país.


Mis ganitas de escribir están muy cortitas, la verdad, mucho tiempo en casa, y no os voy a engañar, preocupada y algo saturada de ordenador.


Sin embargo, tengo ganas de avanzar con esta historia, quiero empezar con las siguientes, y deseo poder enseñároslo, y aún quedan cositas jugosas de esta historia.


Contadme cómo estáis vosotras, y si os alegro un poco con mis historias yo ya me voy contenta, la verdad.


Un beso a todas.

Sara

TrezWhere stories live. Discover now