06| EUFORIA

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Paso al interior de la taberna y el portón se cierra a mi espalda de manera sensorial

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Paso al interior de la taberna y el portón se cierra a mi espalda de manera sensorial. El clima gélido del exterior me abandona y se reemplaza por un entorno más térmico, envuelto de animación y colores vivos. Hay un gran repertorio y singularidad en cuanto a música: desde las más sencillas y armoniosas melodías, hasta los más improvisados e instrumentales de los Jazz. Es una hazaña por completo que te familiariza con las fragancias de ciertos cócteles del lugar.

Es un amplio sector con reflectores tornasol en cada esquina y al mirar hacia arriba, parece tener un vagón de escala hacia el mismísimo cielo; es un espectáculo en forma de laberinto.

Hay mesas incrustadas a la pared acompañadas de sillones esquineros y centros de mesas igual de folclóricos. También tiene dos barras de servicio, una retirada de la otra, y cada una cuenta con gran variedad de licor. Y, por último, una mesa para juegos y varios pasadizos hacia ascensor y el baño.

Veo mi reloj notando que me tardé casi 2 horas en llegar. Hago mi recorrido disimuladamente intentando localizar a la cumpleañera, la dueña de mi vida, y como no hay nada me siento en uno de los bancos a pedir un whisky.

Al menos eso me despejará.

El cantinero me sirve amistosamente y me lo zampo como si fuera agua.

Mi suerte es muy triste.

Se me antoja otro y el cantinero sigue la orden. Me bebo la mitad de la copa mientras la música me arrulla y la soledad me acompaña.

Este sitio es tan... alocado. Nada de lo que nosotros estamos acostumbrados habitualmente. Se me hace muy tumultuoso para mi gusto, sin mencionar desenfrenado.

Mientras tengo la copa en mano hago un análisis visual de toda la energía tan precipitada que tengo alrededor: viejos fumando tabaco en los juegos mientras morbosean a las mozas, el típico grupo de amigos drogándose, parejas alborotadas haciendo fajes, el trío de colegas cantando a todo pulmón despechadas, unos llorando y otros hasta dormidos.

La desastrosa escena me hace beberme el resto de mi trago, sin anestesia. Me quema la garganta pero más la existencia.

«No sé ni por dónde empezar a buscarla...

De pronto, la puerta del baño al fondo se abre y deja salir de su interior a una chica alta de tez canela con el cabello onduladamente largo. Ella viste sandalias de tacón extra alto color oro y un vestido negro ceñido al cuerpo de escote en corazón, su falda no llega hasta el medio muslo y tiene dos aberturas en ambos laterales de su cintura para destacar su silueta. Combina sus zapatos con su cartera y camina como si hubieran paparazzis tras ella, meneando la cola y espolvoreando el cabello.

Esa es Stephanie. Pretenciosa y egocéntrica. Ignora por completo que es inaguantable. Sus padres la soportan porque son eso: sus padres.

...Ahora sí».

Amor Sublime © |Libro I| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora