"We are sorry but we are not ashamed"

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"That should be the Supernatural fandom motto"

Misha Collins

Ellen le sirve su octava botella de cerveza con algo de reticencia. Si sigue bebiendo a este ritmo pronto va a dejar de servirle más. Por ahora, la ignora, hace como que no se da cuenta de la mirada de madre preocupada que le está lanzando. No le ha pedido que haga de madre, muchas gracias, ya tuvo la suya.

El bar está tan vacío como siempre. Hay un par de grupos pequeños, cinco hombres y dos mujeres en total. Aparte de ellos Jo, la hija de Ellen, está limpiando algunas mesas. Antes ha intentado entablar conversación con él, pero en cuanto ha visto el humor de perros que traía, le ha dejado emborracharse en paz. Chica lista.

La puerta se abre y no tiene ni que girarse para saber quién es. Sus pasos de gigante lo delatan. Dean pretendía ahogar su culpa en alcohol, coger la senda del olvido. Iba por buen camino pero ahora siente la culpa de nuevo como si acabase de recibir un balazo en las entrañas.

Sabe que van a discutir y alza la mirada al cielo como pidiendo ayuda divina.

- ¿Se puede saber qué coño te pasa? –Sam se planta a su lado y exige una respuesta; no parece dispuesto a dejarlo pasar como ha hecho hasta ahora.

Dean le mira por el rabillo del ojo, sin darle el placer de tener su atención completa. En realidad, la tiene, pero prefiere que no lo sepa.

Sam lo mira con intensidad. Esos ojos que siempre ven lo mejor de todo el mundo lo estudian con cuidado, con atención milimétrica.

- ¿A mí? –Bebe un trago de cerveza. Ni siquiera está buena-. ¿Qué te pasa a ti, Sammy? –Utiliza el diminutivo a propósito; sabe que solo agravará su enfado. Se esconde de esa intensidad que le quema la piel como mejor sabe: chinchando, provocando, bromeando.

Los ojos de Sam le perforan.

- Llevas comportándote como un capullo desde aquella caza en Detroit. –Dean reconoce el tono de voz; está preparándose para exponer sus faltas. Debería haber terminado la carrera, hubiese sido un buen abogado-. Dejas toda la basura por el medio, la ropa en el suelo. No me diriges más que gruñidos, te marchas por la noche, vuelves por la mañana y duermes la borrachera el resto del día. Tiras las armas sucias a mi cama, y las pistolas pase, Dean, pero pongo el límite en los cuchillos ensangrentados. Así que te lo repito: Qué. Coño. Te pasa.

Dean se gira en el taburete para encarar a su hermano.

Sam tiene las mejillas encendidas por el enfado y le observa con ojos entrecerrados.

Es adulto pero todavía tiene cara de niño, redondeada y suave. Todavía no se ha llenado de ángulos ni se ha vuelto áspera por la sombra de la barba. A veces todavía baja la cabeza, lo mira por debajo del flequillo (que necesita un corte desde hace varios meses) y hace un mohín, como los críos pequeños. Probablemente no se da ni cuenta. Conseguir lo que quiere de su hermano mayor se ha vuelto una segunda naturaleza para él.

Otras veces, como ahora, utiliza toda su fuerza, toda su altura, para intentar imponerse. Como si supiese que en esa ocasión apelar a la debilidad de su hermano mayor por sus ojos de cachorro no fuese a funcionar y optase en su lugar por intimidarle.

Dean no recuerda cuándo creció tanto Sam. Tiene la sensación de que fue de un día para otro. Quizá fue la noche entre un miércoles y un jueves. Se acostó como un mocoso enano y se levantó alto como una cordillera, con piernas de dos metros y brazos capaces de abarcar Kansas.

Siente la cabeza algo ligera. Debe de ser el alcohol.

Sabe que todo el bar les mira pero le da igual. Alza una ceja y le contesta:

"We are sorry but we are not ashamed"Where stories live. Discover now