Capítulo único +18

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El general Slys conocía las reglas, era un soldado experimentado. Perder significaba pagar con tu vida, tu orgullo o con la moneda de cambio que demande tu adversario triunfador. Jamás pensó en la derrota como una realidad, la victoria sobre sus enemigos se había vuelto brutalmente cotidiana. Él era un general, un dictador que gobernaba con puño de hierro y poseía habilidades sobrehumanas que le hacían por mucho el ser más poderoso.

Imparable. Invencible. Esa era la imagen que le devolvía el espejo.

Y sin embargo, ese poder estaba fuera de su alcance en ese instante, no era capaz de sentir esa calidez esa fuerza abrasadora en su interior que liberaba a placer, en cambio se sentía más frío, la habitación se sentía ciertamente varios grados más baja y aunque no tuviera sentido, más solitario, se sentía vacío y abandonado. Había un vacío en su cuerpo que le advertía que no había nada más que un cuerpo mortal, parcialmente debilitado por la privación de su poder. Ahí estaba, en el suelo, atado con las manos por encima de la cabeza, encadenado con grilletes a la tubería de calefacción frente a su escritorio. Forcejeó con sus ataduras con violencia; no cedieron. Se reprendió humillado por ello, consciente de su estado tan lamentable y vulnerable. Encadenado como un vulgar mortal, solo un hombre peleando contra algo tan nimio como el metal, así de bajo había caído. El metal de la rechinaba con el más sutil de sus movimientos, reafirmando su encierro como si su tintineo fuera una risa burlona. Un encierro en su propio despacho, que humillante.

La puerta de su despacho se abrió con tortuosa suavidad desvelando el rostro sonriente del jefe de la división científica de su glorioso imperio, su mano derecha, el doctor Black. El científico le sonrió de manera jovial al comprobar el estado de su presa, mientras aseguraba la puerta del despacho para no ser molestados le dedicó a su jefe una mirada perversa. El general se revolvió en el sitio furioso, no necesitaba más que una mínima oportunidad y partiría en cuello a ese hombrecillo, era un guerrero, solo con su fuerza pondría fin a esa situación.

—General.— saludó casual el Doctor Black hasta realizó una reverencia burlona. Su aspecto era el mismo de todos los días, a excepción de que el brazalete con el símbolo del imperio había sido retirado.— ¿Está cómodo?

El canturreo del doctor fue suficiente para hervir la sangre del prisionero. Traidor. Lo mataría. Lo mataría de la forma lenta posible. El impulso le puso y volvió a forzar un fuerte tirón sobre las cadenas; sin éxito. Black se deslizó hasta recorrer con sus manos con suavidad la madera del escritorio repleta de carpetas, informes y una botella de wiski a medio disfrutar. Con el descaro de un ganador, se sirvió una copa y dio un largo trago sin apartar la mirada de su jefe. El general gruñó.

—Es usted tan tozudo, señor. Esos grilletes fueron diseñados por mí para detener a bestias omnipotentes como usted. No importa lo que luche, no podrá doblegarlos. —lo miró de arriba abajo, estudiando su impoluta figura. Una sonrisa dentada se dibujó en el rostro del intelectual con peligrosa intención. — Señor, es usted mi prisionero de guerra, sabe mejor que nadie que tengo derechos sobre usted, y debe aceptar cualquier cosa que decida hacer. Son las normas.

Se acercó lentamente hacia el general arrodillándose a su lado. El general giró su cabeza para enfrentar orgulloso su mirada.

— Como también tengo derechos sobre mi prisionero, también tengo deberes. Le daré—una mano juguetona perfiló la mandíbula del general debajo de la bolsa para deslizarse por su cuello hasta la pulcra corbata que empezó a hacer el ademán de aflojarla— Le daré una oportunidad, señor. Por los viejos tiempos.

El general comenzó a tener una sensación de cosquilleo traicionero por su cuerpo, si tenía que emparejarla con una situación, elegiría aquellos instantes en la batalla momentos antes de alzarse con la victoria. Una chispa de emoción que no pasó desapercibida por ninguno de los dos al verlo tragar con fuerza. El doctor agarró la nuca del más alto mientras tiraba como de un collar de la corbata.

Villainous - Prisionero de guerraWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu