Cap 3: Los Ojos del Búho (part I)

Start from the beginning
                                    

"Exacto-prosiguió el Fargan más oscuro peleándose con el más sensato dentro de su cabeza- dentro de pocas semanas, ella ya no estará, desaparecerá del mismo modo del el que ha llegado. Se esfumará. Mírala, se está muriendo de ganas de tenerte, las mismas que tienes tú de desnudarla... Solo es un rato de placer, de placer para ambos... ¿qué tiene de malo?

Como era habitual, el Fargan oscuro ganó al sensato. Los dedos de ella acariciaban su barba, con curiosidad, como si contaran cada pelo, comprobando que se encontraba en su sitio exacto, justo donde debía estar. El hermano oscuro tragó una bola de saliva amarga. Tenía la boca seca y unas gotas de sudor empezaban a perlar su frente. La pequeña mano de Jara siguió recorriendo sus mejillas hasta llegar al antifaz, pero él, bruscamente apartó su mano y le apretó con fuerza de la muñeca. Ella dio un pequeño salto de sorpresa. Ardía, su interior ardía, un fuego palpitaba en su interior, recorriéndole todo el cuerpo.

-¿Te gustaría comprobarlo?-susurró con sensualidad.

Jara asintió levemente con la cabeza, semi-hipnotizada por esos ojos de búho, tan místicos, tan mágicos. Un hormigueó le sacudió el cuerpo cuando sintió los labios del oscuro fundirse con los suyos. Le temblaron las piernas y se dejó seducir por los fuertes brazos que la sujetaban por la cintura. Un leve gemido se escapó de su boca.

La boca de Jara era mejor de lo que se había imaginado: era cálida, y como la suya, tenía un regustillo a vino negro. No tardó en separar los labios de la muchacha para introducir la lengua, ella le esperaba. Exploró cada rincón, jugó con la lengua de ella y arrastró con los dientes su labio inferior. Jara se estremeció y un espasmo de placer sacudió los dos cuerpos. Las manos de ella recorrían su espalda, abarcando las espaldas anchas e intentando clavar las uñas sobre el abrigo. Volvió al pecho, le desabrochó la cremallera y le quitó la prenda lanzándola al suelo. Fargan la tomó de la cintura y la subió sobre la barra del bar, ella rodeó la cintura con sus piernas y apretó con fuerza para atraerle más hacia su cuerpo.

Por segunda vez, intentó quitarle la máscara, pero Fargan volvió a apartarla bruscamente mientras sus labios descendían por su cuello. Jara desprendía un olor suave, a jabón de flores, pero que se intensificaba por momentos, a medida que el calor corporal de ella aumentaba y sus deseos por él se volvían más fuertes. El de él, ya viril y masculino de por sí, era ahora más penetrante, más animal, salvaje. Clavó sus dientes en el cuello de ella, Jara suspiró profundamente y se quitó la sudadera. Rodeó su cuerpo con sus brazos desnudos, con la piel erizada por el cambio de temperatura. Llevaba una camiseta de tirantes blanca, holgada, lo que permitió que el pico de Fargan descendiese por la garganta y llegase al esternón, al borde de los senos.

Jara era menuda, pero tenía un cuerpo muy bonito, una cintura definida, caderas generosas y pechos pequeños pero firmes. Con sus grandes manos, Fargan abarcó uno de ellos por encima de la ropa y lo masajeó con cuidado. Ahora era la muchacha quien le besaba en el cuello, en la nuez, con besos fríos y tiernos, descendió y ascendió en varias ocasiones, hasta llegar a la oreja para mordisqueársela con dientecitos de ratón. El calor de él aumentaba por momentos y espasmos de placer y de deseo le sacudían el cuerpo... esos besos, la proximidad del cálido cuerpo de Jara, su piel desnuda... Un fuerte látigo le azotó la entrepierna y tuvo que acomodársela disimuladamente. La muchacha apretó las piernas con más fuerza, quería sentir la totalidad de su deseo contra sus muslos.

Se separó de ella un instante. Tenía las mejillas encendidas, y sus besos apasionados, sujetando con fuerza su cabeza contra la de él, le habían alborotado el pelo. Calor, él tenía mucho calor... Sus ansias por ella habían crecido demasiado, quería arrancarle la ropa a mordiscos, buscar su fuente de placer, clavarle las uñas, los dientes, lamer cada rincón de su cuerpo. Que ella gritase su nombre mientras hundía el rostro entre sus piernas, que le gritase al oído mientras la inundaba con su semilla... Quería eso y quería mucho más. LA quería a ella, totalmente dispuesta y entregada, tan dispuesto y entregado como él mismo estaba a sus besos, a sus caricias y a sus provocaciones. La presión en la entrepierna era cada vez más intensa, más insoportable.

-¿Quieres seguir?-preguntó Fargan intentando recuperar el aliento y la frente perlada de sudor.

De nuevo, mordiéndose el labio, Jara asintió en silencio. Fargan la bajó de la barra del bar. Tomó su mano y la condujo a la sede de la Hermandad Oscura, atravesando la puerta con escáner de retina.

La sala era tan negra como el corazón de sus acólitos. Apenas iluminada por antorchas, colocadas en las paredes y una enorme chimenea encendida, con el fuego crepitando. A Fargan le gustaba que Jara estuviese cerca del fuego, sus ojos se encendían, brillaban, resplandecían. Avanzaron entre las cárceles, la mesa de reuniones, los baúles repletos de armamento y munición y los soportes con las armaduras. Se detuvieron durante un instante ante el Libro de las Sombras, estaba abierto en medio de la biblioteca. El oscuro sintió como los dedos de ella se clavaban en su brazo, instintivamente, le acarició los dedos. Tenía miedo. Jara tenía miedo de ese maldito libro.

-Todo está bien.-le susurró el búho al oído.

Frente a la chimenea, había una enorme y gruesa alfombra roja, prácticamente el único elemento decorativo de la sede de la Hermandad. Ella no se lo pensó dos veces y, con una fuerza y una decisión que le dejaron catatónico, empujó a Fargan contra el suelo, ella se sentó sobre él y se quitó la camiseta... 


NOTA: Los dibujos son de @All_of_Saku (twitter)

KARMALAND 4: El Libro de las SombrasWhere stories live. Discover now