El amo de la mansión

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Era extraño, aunque su cabello tremolaba delante de su cara como si estuviese cayendo en movimiento vertiginoso, la sensación de su cuerpo era similar a la de ir caminando. Había oscuridad, demasiada para distinguir cualquier cosa. Pero eso no era lo peor, lo peor venía con aquel efecto ensordecedor que le hacía zumbar los oídos y la sensación de que sus brazos, piernas y manos se habían comenzado a disgregar, casi podía jurar que desaparecería.
Fue por ello que se aferró con mayor fuerza al cuello de su salvador y cerró los ojos tan fuertes que los parpados le dolieron. Antes de que el tormento terminara, por fin la conciencia abandonó su mente al mismo tiempo que su cuerpo se ponía flácido.

El agujero negro emergió en medio de un enorme salón, el piso primorosamente limpio reflejaba el brillo del candelabro que pendía sobre las escaleras forradas en una gran alfombra roja y, hacía parecer a la estancia como si en realidad fuera el interior de un joyero.
Cuando el portal se cerró, dejó al dueño de la mansión en el primer descanso de las escaleras. If era cargada por el misterioso ser que la había salvado de Bloody Mary, quien sostenía su espalda con un brazo mientras el otro lo ocupaba para cargar por detrás de sus rodillas.

—Chloe, te necesito aquí.

La orden reverbero en todo el salón, a pesar de que el extraño ser ni siquiera se había dignado a levantar la voz. Era como si la propia mansión lo respetará al grado de maximizar su presencia.
En menos de diez segundos apareció una chica que portaba un vestido negro y blanco, como el que las mucamas victorianas solían ocupar. El cabello grisáceo le caía sobre los hombros en dos coletas y sus ojos verde oscuro, parecían estar distantes.

— ¿Qué se le ofrece, joven Killisaki? —preguntó al tiempo que inclinaba ligeramente la cabeza. Y aún que aquel acto debía reflejar docilidad, el timbre áspero de su voz le hacía sonar reticente. Una increíble contradicción, o tal vez no tanto, si uno se fijaba en como la mucama acuchillaba con la mirada a su joven maestro.

—Ten. —Extendió los brazos hacia Chloe, exponiendo el cuerpo que cargaba. La chica hizo una mueca indescifrable con los labios mientras aceptaba en sus brazos a If—. Esta herida. Venda sus heridas y... —antes de seguir, hecho una mirada a su propia ropa, se había llenado con sangre y barro. Suspiró por la nariz y prosiguió—, cambia su ropa, está muy sucia. Cuándo despierte llévala a mi habitación.

—Como usted ordené.

Fueron las últimas palabras que Chloe dijo antes de desaparecer, dejando solo a Killisaki, quien dio una rápido mirada a su entorno, luego de ello emprendió camino hacía el piso superior.
Los cuadros de diferentes personas discurriendo el pasillo le saludaron al igual que viejos cacharros enmohecidos.
Aquel era un castillo realmente grande, con sus habitaciones amplias, y pasillos que parecían infinitos, si uno no se andaba con cuidado podría terminar perdiéndose. Sí, era enorme, demasiado para las escasas personas que lo habitaban, pocos empleados, el joven amo y sus padres, sin embargo, estos últimos no solían estar en aquella mansión, preferían los viajes por el basto mundo que era Pitch Black. Desde siempre Killisaki tuvo que aprender a vivir con aquella soledad, una perra mortífera a la que nunca te acostumbras, no obstante, aprendes a sobrellevar.
Por un momento, el apuesto hombre de modales refinados pero ética retorcida, pensó en introspectiva.
La mirada con que Chloe lo recibió, era solo la punta del iceberg. Bien sabida estaba la poca afinidad que sus empleados tenían para con él y no los culpaba, pues el miedo que se enreda como planta trepadora, les había plagado hasta la cabeza, en parte aquel medito fue algo que se ganó y otra buena parte rumores que los sirvientes se dedicaban a esparcir (la mayoría de ellos, falsos). Quién podía hablar y quizá fuera única testigo de sus ocurrencias, no era nada más y nada menos que la joven mucama que acababa de desaparecer junto con If. Sin embargo, dado a su carácter taciturno e incluso evasivo, resultaba difícil saber con claridad que tanto de lo que se decía era verdad.
Como sea, eso había quedado en el pasado, Chloe dejaría de ser su sirvienta personal pues justo ahora tenía otra presa en mente. Por mero instinto paso la lengua por el labio inferior como si estuviera degustando, la expresión de sus ojos estaba perdida y el brillo habitual era sustituido por una manta lóbrega.

LA SANGRE DE LA DONCELLA (Killisaki x If) (Funamusea)Where stories live. Discover now