—Te pido que dejes a mis hermanos al margen de esto.

—¿Te das el lujo de pedir algo a estas alturas? —Julian abrió y cerró los labios, sin apartar la mirada horrorizada del perfil de su amigo, sin atreverse a girarse hacia Kei—. Como quieras.

Julian vio como la mano de Kei sostenía con más fuerza el arma y el recuerdo del metal frio cuando pulsó el gatillo le atravesó el pecho y sintió un espasmo.

—¡No! —Julian empujó a Kevin con todas sus fuerzas, prácticamente empujándolo con todo su cuerpo y Kevin tuvo que sostenerlo para que no cayera al suelo—. ¡Trataba de ayudarlo! —gritó, aunque sabía que no era realmente esa la verdad. No se le ocurría otra manera de salvar a su amigo y por la forma que estaban yendo las cosas imaginaba que Kevin no diría nada para solucionar aquello de alguna manera—. Sólo... —se humedeció los labios, desesperado, ahogándose—, sólo quería quitarle la adicción a la morfina, que... por favor... —suplicó, dejando que las lagrimas cayeran por sus ojos y aliviaran la presión del pecho—, por favor....

Se aferró con las dos manos a Kevin, negándose a que Kei disparara a su amigo. No quería algo así. Ni siquiera estaba seguro de poder perdonar a Kei si disparaba a Kevin y la idea lo aterrorizaba. No era eso lo que quería.

—Oye, oye, todo esto muy bonito y tal —la voz de Nathan despectiva, en un mal intento por sonar burlón, fue el único que rompió el silencio—, ¿a alguien se le ha ocurrido aquí preguntar mi opinión?

Julian sorbió por la nariz, apartándose un poco de Kevin, mal componiéndose y echó un vistazo a Nathan. Sólo faltaban por que le liberasen las piernas y se frotaba las muñecas, posiblemente para desentumercerlas.

—Sígueme —ordenó Kei con el mismo tono frío, conteniendo mal la rabia.

Julian vio como finalmente bajaba el arma y se giraba, echando a caminar hacia la salida. Isi se apartó de un salto, aún sin salir de su asombro y no agarró a Kevin a tiempo antes de que éste caminara detrás del chico rubio. Los siguió rápidamente, escuchando a medias hablar a Nathan.

—Veo que no... y tú, suéltame de una vez.

Cuando finalmente llegó abajo, Kei y Kevin ya habían entrado en el despacho y Julian se apresuró a entrar, justo cuando el chico rubio lanzaba un sobre arrugado sobre la mesa, en dirección a Kevin.

—Quiero que te vayas —ordenó—. Ahora.

Julian se detuvo a mitad de camino, impresionado.

—¿Qué...? —musitó, mirando la escena aún con la cara mojada de las lagrimas.

—¿Me dejas ir? —Kevin parecía sorprendido—, ¿sin más?

—No te equivoques —Kei puso los codos en la mesa—. Te mataría, pero los dos sabemos que Julian no soportaría que te matase, ¿verdad?

Julian levantó la cabeza bruscamente y miró a Kei con los ojos muy abiertos, sin darse cuenta realmente de que lo hacía. No era capaz de procesar tan rápidamente lo que estaba ocurriendo.

—Kei...

—También los dos sabemos que miente fatal —Julian no reaccionó ante ese comentario, sólo sintió un leve estremecimiento, observando como Kevin no se daba prisa en coger el sobre, sin apartar la mirada de los ojos fríos del chico rubio, entrecerrados y mirando a Kevin peligrosamente. Julian podía notar el ambiente tan tenso que había allí dentro—, pero créeme, no hay nada de lo que le hayas podido hacer a Nathan que no se lo hayan hecho ya.

Las ásperas palabras de Kei parecieron hacer reaccionar a Kevin que perdió su tranquila expresión, como si aquello fuera algo que ocurría habitualmente y dio un paso hacia la mesa donde Kei estaba sentado al otro lado. Parecía rígido,con los puños apretados.

—No he hecho nada de lo que estás pensando.

Kei bufó.

—Te quiero fuera de esta casa ahora y te aconsejaría que te dieras prisa en marcharte —Kei echó hacia atrás el cuerpo, apoyando la espalda en el respaldo de la silla—. No creo que tarden mucho más en liberar a Nathan —se encogió de hombros con un brillo frío y calculador en su oscura mirada— y que yo no vaya a matarte no significa que tenga algún poder para impedir que él sí lo haga.

—Eso... —murmuró Julian viendo como Kevin apretaba los dientes, en silencio, antes de adelantarse para coger el sobre que Kei había dejado sobre la mesa y se apresuraba a darse la vuelta, clavando un instante la mirada en él mientras se acercaba a la puerta. Julian miró su espalda con aprensión, angustiado, pensando en ir tras él al menos para despedirse pero antes echó un rápido vistazo a Kei, sorprendiéndose de ver la misma fría mirada clavada en él. Julian contuvo la respiración, impresionado y bajó rápidamente la cabeza.

—Dime una cosa, Julian —la voz de Kei sonaba siseante, fría y Julian se estremeció, encogiéndose un poco más—, ¿desde cuándo lo sabías?

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Ya sé que he tardado :(

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