Capítulo 21: El laberinto de las hormigas

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Un poco intrigado, Elliot le preguntó a Noah si su chofer había entendido bien a donde iban.

—Por supuesto que sí —respondió él—. Jack es un excelente mayordomo, muy eficiente. No te preocupes. Pronto llegaremos al destino prometido.

—Vale. Supongo que si tú lo dices, está bien.

Noah ignoró el último comentario de Elliot, y tras unos minutos, le hizo una pregunta con voz amistosa e incisiva a la vez.

—Elliot, ya estamos en confianza... ¿por qué no sacas a tu amiguito a jugar?

Un escalofrío hizo que a Elliot se le tensara la columna y que el estómago se le comprimiera en un puño. Cuando sus ojos se posaron en los de Noah, éste aun le sonreía mientras sus suaves ojos azules lo miraban con expectación.

—¿Có... c-cómo dices? —dijo con la garganta seca. La pregunta salió lastimera de sus labios mientras su mirada seguía fija en el cálido lago azul que eran los ojos de Noah.

Noah sonrió con calma, evidentemente divertido por la reacción de Elliot. Por un momento Elliot pensó que a lo mejor el vino se le había subido a la cabeza. Después de todo, Noah se había bebido casi toda la botella por su propia cuenta cuando Elliot declinó la segunda copa durante la cena.

—Vamos, tú sabes de lo que estoy hablando —decía el chico millonario con tono de excesiva confianza—. No te hagas el tonto. No hace falta que seamos tímidos entre nosotros...

El golpe de culpa fue contundente en el estómago de Elliot, quién automáticamente se sintió avergonzado.

—No, Noah... yo... a mí... —Elliot tragó grueso y sintió como la saliva le rasgaba la garganta—. A mí no me... no me gustan los chicos... lo siento —dijo finalmente.

Casi automáticamente después que las palabras salieran de sus labios, el escozor en la mejilla y el sonido de la piel de Noah golpeando su rostro lo sorprendió y lo dejó aturdido. Noah acababa de darle una bofetada; un golpe lo suficientemente contundente como para calentarle toda la piel del rostro donde había recibido el impacto.

—No me insultes de esa manera, Elliot —dijo Noah con una marcada nota de autoridad y frialdad en la voz—. No después de lo bien que me he portado contigo. Yo no quiero hacerte daño, y mucho menos soy un ASQUEROSO PEDÓFILO. ¿Acaso no confías en mí? ¿No te sientes cómodo después de lo que he hecho por ti?

Elliot no sabía qué contestar. Simplemente las palabras no le salían. Perplejo ante el golpe, que ya comenzaba a escocerle con fuerza, lo único que pudo hacer fue llevarse la mano vendada a su mejilla, mientras volvía a fijar sus ojos incrédulos en los de Noah. Justo cuando éste se acomodaba el saco de su traje color beige y se preparaba para decir algo más, Elliot negó con la cabeza. Noah se volteó a verlo, mientras él seguía sosteniéndose la mejilla. Tras un suspiro resignado, Noah le extendió una mano, pero Elliot se sobresaltó e instintivamente se alejó del contacto, apretándose como pudo a la puerta del automóvil. Noah levantó las manos en señal de rendición mientras sonreía.

—¡Jajaja, ahora resulta que me tienes miedo! —farfulló incrédulo.

El multimillonario clavó sus ojos en Elliot, esperando una respuesta adicional al miedo. Tras otro suspiro de resignación, se acarició con el dedo índice entre las cejas y dijo con frustración:

—Bien... así que quieres que sea de esta manera; pues así será. Es una lástima. Sobre todo porque realmente me caíste bien, Elliot, y esperaba que supieras entender todo esto como el chico listo que aparentabas ser. En fin, negocios son negocios. Créeme cuando te digo que no es nada personal...

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