Algo en común

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La decisión estaba tomada. Cogió las llaves de la casa, escondió el arma debajo de la cama, besó la foto de su amada y salió. El tono grisáceo de las nubes, el humo de los coches, y la basura en cada esquina de aquella avenida, contrastaba con lo que iba a ocurrir aquel 29 de septiembre: esa noche se pegaría un tiro.

Llegó puntual al parque en donde habían acordado encontrarse, y cada cierto tiempo miraba su reloj. Era de esperarse, desde que la conoció, hace seis meses, ella no llegaba a la hora ni una sola vez. Se sentó en una banca y encendió el último cigarro de la cajetilla, este estaba arrugado y casi partido por la mitad, no había fumado desde hace tiempo. Cerró los ojos por un momento. El olor a tabaco le recordó las veces que Mary le quitaba el cigarrillo de la boca y con un ademán propio de algún italiano decía —¿estás loco? ve a buscar a alguien más a quien dejar viuda—. Su intento de intimidación perdía efecto por culpa de su mirada, una mirada que transmitía de todo menos temor, al contrario, había que hacer un esfuerzo sobrehumano para no atacarla a besos. Él escondía todas las cajetillas para salvarlas de un destino obscuro en el tacho de basura. Después de que Mary murió, hace un año, esta labor dejó de tener sentido: él no había fumado desde entonces.

Abrió los ojos y la vio llegar, la examinó, como todos los días, tratando de encontrar algún parecido con su amada muerta, tratando de encontrar algo en común, ese algo capaz de librarlo de la obscuridad absoluta, librarlo del disparo en su cien, disparo que él mismo ejecutaría. Una vez más no pudo encontrarlo. El hecho de que ella le pidiera el cigarrillo y se lo metiera en la boca intensificó el deseo de que llegue las ocho y cuarenta de la noche. La idea de morir el mismo día y a la misma hora que Mary lo aterraba, pero al mismo tiempo le parecía poético. El motivo de que él aún respire era simple. La esperanza de encontrar algún parecido en esa chica frente a él con Mary le daría sentido a su vida. Si tan solo tuvieran algo en común, si tan solo la mirada, la sonrisa, algo...fue inútil, seis meses lo buscó, aquella noche su búsqueda terminaría.

El reloj marcó las ocho y treinta, se encontraban ya en la casa de él, solo quedaban diez minutos para el final. La chica junto a él se levantó de la cama, "me pondré más cómoda" dijo sensualmente y moviendo las caderas apretadas por el pantalón jean entró al baño. Él sacó el arma de su escondite, faltaba un minuto, cogió la foto de Mary que estaba en la cómoda y fue al espejo. Él examinó su reflejo, sudaba, no quería morir, pero elevo el cañón a su cabeza, pensar que después de la muerte estaba la nada absoluta hizo temblar el revolver. Nada podría salvarlo, ya no. Observó por última vez la foto y al fin lo entendió. Él había encontrado lo que tanto buscaba, ese algo capaz de salvarlo. Bajó el arma y entró al baño.

Un disparo y el sonido seco de un cuerpo cayendo sobre la cerámica.

El 29 de septiembre a las ocho y cuarenta de la noche por fin Mary y aquella chica tuvieron algo en común.

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⏰ Last updated: Feb 24, 2020 ⏰

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