VIII. El poder de pensar.

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«¿Cuál es el propósito de vivir?» «¿Por qué existen los hechiceros?» «¿Por quéexisten los humanos?» «¿qué está sucediendo en el mundo de afuera en estosmomentos?» Esas eran preguntas burlonas que —combinadas con la melodía de lacanción que sonaba de fondo— se reían de Tera, y la hacían sumergirse en esosprofundos pensamientos hasta el punto de querer casi ahogarla, como si estuvieseen una crisis existencial que superaba el desastre que producía Entropía. 

Tera se encontraba flotando en su inmensa habitación, algunas aves revoloteabancerca como de costumbre, sus cabellos se mecían hacia arriba de forma vivaz parajugar con las nubes que se formaban, su cama flotaba detrás de ella y unas cuantassábanas se desprendían de la misma, el radio pasó flotando cerca de Tera, pero ellase encontraba demasiado sumergida en sus pensamientos como para notar queestuvo a punto de rozar los bordes de su rostro. Llevaba muchos días sin salir de sucuarto, Tera siempre se había mostrado bastante reacia a trabajar, pero pocossabían cuál era la razón, todas estas dudas que punzaban los muros de su mentese habían acumulado una sobre otra y su sonido era más insufrible que el sonido deuñas en un pizarrón, pero ¿quién podría culparla? el existir en sí mismo es unenigma que pocos pueden resolver, y mientras Tera se encontraba enrollándose así misma en cuestionamientos bastante complejos otro sonido insufrible la invadió elgolpeteo en su puerta. En la casa era bien sabido que Tera no acostumbraba a salirmucho y que no soportaba muchas presencias en su cuarto —que para ella era susantuario—, sólo perturbaban su paz cuando tenía que trabajar.

Tera se dirigió a sí misma hacia la puerta de madera, flotando delicadamente sinprisa aparente, su rostro perdido entre galaxias de confusión, en ese momento nisiquiera su madre podría adivinar cómo sonaba su corazón. Tera había encontradoun viejo hechizo en los grimorios ocultos en el sótano de la casa para librarse de laconexión natural que tenía con su madre, anulando la habilidad que ésta poseíapara escuchar el corazón de sus hijos, también había hecho un hechizo paraobtener algunas de las habilidades de sus hermanos como la de invocarinstrumentos. 

—Hola —pronunció el niño humano antes de cerrar sus ojos a medida que abríauna sonrisa. 

Tera le cerró la puerta a todos esos pensamientos que la abrumaban debido a quesu sorpresa al ver al humano fue mayor. No había tenido ningún contacto cercanocon él desde que había llegado, pero sentía un ligero temor, no a lo que un cachorropudiese hacer, pero Tera sabía lo que los adultos eran capaces de cometer,destruir, quemar, arrasar y matar sólo por diversión, Tera sabía lo que los humanosestaban haciendo y cómo asesinaban poco a poco el mundo que creían era deellos. Tera podía escuchar a los bosques gritar y arder bajo el fuego durante lasnoches en sus sueños, Tera podía escuchar a los océanos llorar cada madrugadaporque los humanos los envenenaban todos los días, pero en ese momento Tera secuestionó cómo esa sonrisa a la que tenía que mirar hacia abajo podía convertirseen algo tan destructivo y nocivo y sólo añadió el tema a la lista de cosas en las quetenía que pensar. 

—Hola —respondió Tera cuando el niño capturó lo suficiente su atención como parahacerla reaccionar.Y en ese momento, Kathryn aprovechó para ponerla a trabajar, levantó su mano y lallevó directo a la sala de estar en donde se encontraban Stohr y el abuelo. 

—Deben picar leña —ordenó Kathryn. 

—¿Por qué yo? —reclamó Tera—, debería hacerlo Sera o Kuno, yo estoy muyocupada. 

—¿Ocupada? pero si nunca haces nada —alegó Kathryn—, eres la que menostrabaja de todos tus hermanos, y sí, tenemos que hablar después de que terminesde cortar madera.Tera maldijo por lo bajo y se dio cuenta de que nadie la entendía, todos alegaban deque nunca hacía nada, pero las horas del día le parecían insuficientes para pensaren todo lo que tenía para pensar, y todos sacaban tiempo para lo que les parecíaurgente pero no muchos sacaban tiempo para el trabajo más importante y para Teraese era justamente cuestionarse. 

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now