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Mira hasta dónde hemos llegado.

¿Quién lo diría? Llegamos hasta el último año.

Todo es risas, todo es alegría, todo es compañerismo, todo es compartir.

Pero díganme, ¿alguna vez me notaron? ¿Notaron a aquella niña que los observaba desde la cercanía con añoranza? ¿Notaron a la chica que pedía a gritos muertos un poco de cariño? ¿Notaron a la adolescente que muchos rechazaron y dejaron una mala huella en ella? ¿Notaron, sus amigos, lo muy serio de su problema de autoestima? ¿Notaron lo desplazada que se sentía cuando la excluían? ¿Notaron si quiera la esperanza de ella de almenos tener un muestra de afecto hacía su persona?

Pues tal parece que no.

Nadie notó la tristeza en mi mirada ni mi vista levemente empañada, nadie notó cuando apartaba la mirada de las demostraciones de afecto para no más deseo de que alguien me notara, así como nadie escuchó a mi corazón romperse todavía más.

Todo eso era bastante predecible.

Después de todo: nadie me miraba.

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