Aprendí a caminar sola, ahora no me da miedo andar con mi propia compañía y me cuesta aceptar a quienes llegan con intenciones de querer hacerse un hueco en mi vida. En mi día a día.

Y esas son las razones por las que no ando rodeada de personas día y noche, pero no son precisamente las mismas razones por las que me muestro reticente a la hora de rodearme de Flavio Montés.

En mi vida han llegado personas tóxicas, sí, pero yo tambien he sido y puedo ser dañina para otros.

He ahí la razón por la que parezco estar siempre a la defensiva al rededor de Flavio. Un chico ejemplar con antecedentes y calificaciones envidiables. Sin problemas y con una vida ajustada.

No digo que no sea apto para yo rodearme de él, mas bien tengo que admitir que puedo llegar a ser muy mierda en la vida de algunas personas. Y más en la de él.

Ahora soy egoísta.

Solo me importan dos personas, mi hermana y yo.

Más nadie.

Yo solo le traería problemas y mala reputación a su imagen de chico bueno y ejemplar. Yo soy la vaga, malcriada y gobernativa alumna que no sale de detención, fuma cuando se le viene en gana y manda al diablo a quien quiere joderle su paz.

En más de una ocación he provocado que falte a clases y ya he sido culpable de que le llamen la atención.

Suficiente tengo con valer verga yo solita, no necesito arrastrar a más nadie a mi porquería.

Pasada una hora cuando la casa está presentable e higiénica me dirijo a mi habitación con el propósito de ducharme y alistarme para ir a mi trabajo nocturno después de ir en busca de Mindy.

Dejo escapar un suspiro exhausto.

Estoy cansada.

Lo primero que está a la vista cuando pongo un pie en mi habitación es el uniforme que tanto detesto tendido en la cama, también ahí descansan algunos libros y cuadernos.

Se supone que debí haber hecho desde temprano la tarea que dejaron en el instituto, pero no he tenido tiempo. Hago una nota mental para ponerme en eso cuando llegue del trabajo.

Mientras me ducho y me visto el pensamiento de Flavio salvándome no me abandona, ni en ese momento, ni durante toda la noche en la que trabajo sin parar.

Su mirada, su sonrisa y sus comentarios fuera de lugar me taladran la cabeza y en más de una ocación me encuentro sonriendo porque ese chico es tan jodidamente terco que no ha podido mantener su distancia conmigo por más grosera que he sido con él.

Pero algo que tampoco deja de rondarme la mente son las palabras de la lagarta de Amanda, no nos soportamos, no es un secreto, pero hoy dejó claro que se las tiene conmigo.

No se cansa de joderme la vida, al parecer no le bastó con lo perra que ya fue en un pasado, ahora estoy segura que está llenandole la cabeza a Flavio con eso de que no le conviene relacionarse conmigo.

Aunque bueno, en eso puede que lleve la razón.

(...)

Son las once de la noche cuando mi turno acaba y voy de regreso a casa, pero esta vez con Mindy en brazos. La señorita cayó en la brazos de Morfeo y me ha tocado cargarla durante todo el camino.

La acuesto y arropo antes de salir de su habitación y dirigirme a la mía.

Mi cuerpo solo pide cama y es exactamente lo que le doy, pero cuando me dejo caer en el colchón siento incomodidad debido a algo que ocupa el mayor espacio en la cama. Sin abrir los ojos tiro todo lo que me estorba al suelo.

30 Días en detención ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora