Capitulo 1

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  El día que su hermano murió, él estaba triste e irascible, al igual que su familia pero con una gran diferencia. Su tristeza se había a que su mejor amigo le había dicho: eres un pedazo de imbécil, no me hables más ¡. Esto a su familia le podría parecer una banalidad, pero para él, su amigo Pedro era su verdadero hermano, con él podría reírse sin sentirse culpable, podría hablar libremente de cualquier cosa, incluyendo esos temas que en su casa eran totalmente tabú. Juntos se inventaban los juegos más locos y descubrían el mundo, su sexualidad, sus gustos y sus miedos.

La sensación de abandono que le provocó estas palabras fue indescriptible para un muchacho de catorce años. Ojala en aquel momento me podría acercar y consolarlo como se merecía pero eso no era posible, así que simplemente me quedé observando aunque pude sentir la soledad que lo acunaba en cada paso. Yo no puedo hacer nada más por él.

Entro en su casa, esa casa a la que realmente odiaba, con ese olor a enfermedad y muerte que impregnaba cada cortado, cada cortina, cada rostro que se enfrentan, en cada maldita esquina de esa casa estaba escrita la palabra muerte. Ese día estaba particularmente oscuro, tiro su mochila a un lado entre el escritorio de su padre y el sofá. Nadie lo vino a recibir, cosa bastante normal por otro lado, podría escuchar pasos y llantos en el piso de arriba, incluso si se dio cuenta de que alguien trasteaba en la cocina. Se analizó cada más solo. Percibí como fue la soledad quien sin piedad lo desplomo en el sofá, me acerque e intente tocar el pelo y besarlo inútilmente. Me quedaré a su lado observándolo impotente. No creo en Dios pero en ese momento me gustaron creer para poder hacer algo tan inútil como rezar, que me reconfortara.

Como de la nada se incorporó, y se dispuso a perderse en el mundo virtual con su móvil. Al entrar en la aplicación pudo ver que Pedro estaba conectado, fue a su chat privado leyó su último mensaje: Te veo mañana ¡. Esto le trajo un halo de esperanza, así que lo saludo. Inmediatamente Pedro lo bloqueo, mientras que sus ojos se llenan de lagrimas. No podría comprender lo que pasaba y como su mejor amigo su único vinculo con la vida real se había enfadado tanto. No quería perderlo. No es que no quisiera perderlo es que se le hizo inconcebible la vida sin él, sin su apoyo, su cariño, sus bromas. Era mucho más que su amigo, era su razón de vivir. Se quedo mirando el móvil, aunque en realidad no miró nada. Yo me acomodo a su lado en el sofá. Le roce la mano. Nada.

Levanto sus ojos y ahí parada enfrente a él estaba su madre, o al menos estaba el cuerpo de su madre. Era un ser roto por el dolor. El pudo ver mover sus labios pudo sentir en su corazón el mismo dolor que tuvo su madre, en todos estos años nunca se acostumbró a verla llorar. Asintió con la cabeza sin saber a qué, no oyó una sola palabra. Sus lagrimas siguieron su curso natural, mientras que esa mujer a la que tanto había adorado sus primeros años de vida se dio la vuelta con pasos temblorosos y se desplegaron a pocos metros de la cocina. Marga¡ grito su padre ese

hombre que un día fue fuerte tan fuerte que puede hacer volar. Ese hombre que no hace mucho, o tal si, hace demasiado fácil arreglar cualquier cosa. Ahora solo era una sombra de lo que era y por más que el intentaba ver en el surco de sus arrugas un atisbo de lo que era no volvió a encontrarlo. Con grandes zancadas llego junto a su esposa y también se dejo caer.

Diego que seguía inmóvil a mi lado, vio derrumbarse una vez más su mundo. Ya no le quedaba nada. Sus padres llevan mucho tiempo ausentes enfermos de dolor y rabia discutían constantemente y lo ignoraban por completo. Solo le quedaban recuerdos de lo que un día fue su familia. Dulces y bellos recuerdos fueron muy felices hasta que llegaron con aquella irónica noticia. Si irónica Muy felices sus padres hicieron una lasaña en la cocina mientras cantaban canciones de su época. Incluso bailaron. Diego los escuchó desde su trona y reía de felicidad al escuchar sus bromas y verlos tan felices. Cuando por fin se sientan a cenar le prometieron tener la mejor noticia del mundo, que les llenaría de felicidad y orgullo. Le darían un hermanito para jugar con él. A Diego esto le pareció una tontería. A él le gustaba que sus padres jugaran con él, que su madre le cantara canciones absurdas y que su padre lo hiciera volar. Jugar al escondite o simplemente verlos acurrucados en el mismo sofá donde ahora él no podía ni respirar. Pero se invento la felicidad, no sabía que desde aquel día iba a practicar mucho. Demostraría estar feliz para que sus padres no se preocuparan por él demasiadas veces. Tantas veces que llego un punto en que lo hacía hasta cuando no debía, esto le trajo un distanciamiento considerable con sus progenitores. Corrijo con sus queridos progenitores.

Llego a casa gente que no conocía, llegaron sus abuelos lo besaron llorando. El se quedo inmóvil, ausente, solo su cuerpo estaba allí su mente y su corazón estaban con Pedro.

Vio el coche fúnebre en la entrada se fijo porque nunca había visto uno. En realidad era chulo. Entonces en una camilla bajaron una bolsa


Convivir con la muerteWhere stories live. Discover now