Amor en los escombros

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Llegué ese día a casa muy tarde, en la mañana los estudiantes secundarios se habían tomado el metro. Así que el retorno a mi hogar fue en micro, tuve que tomar dos distintas para bajarme relativamente cerca del pequeño departamento que podíamos costear con mi pareja. Ambos habíamos llegado a la capital a estudiar pedagogía y habíamos encontrado trabajo en las escuelas donde hicimos la práctica laboral. Éramos muy apreciados por lo directores de los establecimientos, por el hecho de ser de Los Andes, una localidad pequeña en comparación a la capital, pero no tanto en relación a compañeros que provenían de pueblos del sur de Chile que apenas alcanzaban los cinco mil habitantes.

Al llegar, José estaba sentado en el sillón, su cara transmitía una notable angustia al ver las noticias de lo que había sucedido en el metro. Yo sentía hambre, tras las tres horas de viaje y lo invité a la mesa a comer, añadiendo que podía ver la tele mientras cenábamos. Ninguno de los dos decía palabra alguna, yo porque no paraba de comer y él dado que no lograba asimilar que unos adolescentes de apenas quince años, habían sido capaces de oponerse al alza de los pasajes.

Pasaron un par de días y la revolución fue tomando forma, se fueron sumando personas al movimiento y añadido a ello comenzaron los saqueos. Ahí fue cuando nos alarmamos, comenzamos a pensar que la comida iba a escasear y no teníamos muchas provisiones. Esto pinta mal dijo José, puede haber otro golpe, exclamó alarmado. Traté de calmarlo, todo era confuso. Me dijo: si hay otro golpe, ¡el país de va a ir a mierda!, todo lo que hemos conseguido en democracia en estos años, no va a servir de nada y nos queda poca comida en la despensa. Luego, me miró fijamente y agregó: no hay otra alternativa, tenemos que participar en los saqueos de los supermercados, como no tenemos auto, llamaré a Carlos que nos recoja mañana en el líder.

Yo no estaba segura de si era lo correcto, pero tenía razón, no estábamos abastecidos de provisiones y el gobierno no daba respuestas a las demandas de los ciudadanos. El ambiente era tenso, llegábamos a clases con grandes dificultades, ya que habían suspendido un par de estaciones del metro y las micros iban saturadas de gente, personas que estaban preocupadas por el futuro cercano, nadie sabía que rumbo iba a tomar la crisis, eso sí todos concordaban que esta era el mayor quiebre político desde la llegada de la democracia.

Llegó el día en que iríamos a robar alimento, a José le había llegado un wassap de la hora que irían a saquear otras personas que se habían organizado, pero como el metro tenía estaciones cerradas, no pude llegar al lugar acordado a la hora fijada. A pesar del retraso, fuimos al Super, pero ya lo habían atracado, recuerdo que el piso parecía barro, imagino que eran las salsas que cayeron al suelo y se mezclaron con aceites, bebidas, jugos, harinas, huevos y otros que la muchedumbre en la desesperación pasó a tirar al suelo. El escenario no era muy esperanzador, de todos modos, recorrimos los pasillos por si había algo que rescatar del desastre que había quedado. Llegamos al último pasillo que nos faltaba por caminar y nos llamó la atención escuchar unos ruidos que no lográbamos identificar, a medida que nos acercábamos el ruido tomaba más forma y claramente eran unos quejidos, no había luz, llevábamos nuestros celulares en modo linterna, y logramos divisar entre el barrial y los escombros una pareja dentro de una góndola vacía, teniendo relaciones sexuales. No logramos distinguir si eran heterosexuales o homosexuales, pero decidimos irnos de ahí.

Salimos sin decir palabra alguna, estábamos en shock, no logramos abastecernos y encontrarnos una pareja en pleno coito, fue algo que jamás hubiésemos esperado. Al llegar a la casa nos comimos una de las últimas latas de atún desmenuzado que nos quedaba y nos fuimos a acostar en silencio.

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⏰ Last updated: Feb 11, 2020 ⏰

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