Capítulo 8 segunda parte

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Sobre la colina en la que formaba la caballería, Ýgrail, ataviado con el casco crestado y la capa carmesí de la Guardia Roja, era testigo del combate que se daba a dos estadios de distancia de su posición. Por el movimiento de las masas, parecía claro que el flanco izquierdo de los Cazadores Negros retrocedía a ritmo lento pero constante. Había llegado la hora de desequilibrar la balanza.

Su propio padre, el Senador Wolffger, había ordenado a Ýgrail comandar la caballería. Para ello, le pidió que escogiera a los hombres de mayor confianza. La tarea no había sido fácil, puesto que no eran muchos los Guardias en los que, dadas las circunstancias, el hijo menor de los Wolffger podía confiar para la misión que debía llevar a cabo. Aún así, llevó consigo a cincuenta y siete de los mejores jinetes de la Guardia Roja. La sección de caballería fue completada mediante la contratación de ciento cincuenta mercenarios de la Costa Ámbar.

El cabecilla de los soldados de fortuna cabalgó hacia Ýgrail cuando este mandó que lo llamaran. Se acercó a trote mientras analizaba el campo de batalla.

─No dijiste que serían tan numerosos, pequeño Wolffger.

El pequeño Wolffger, casi dos palmos más alto que el nervudo mercenario, lo miró con el ceño fruncido.

─ Tampoco yo creía que fueran a venir tantos, Unkken.

Después hizo girar su caballo hacia él y se le acercó cuanto pudo.

─ ¿Acaso hace su número asustarse a los mercenarios cuyos servicios pagué con antelación, vaciando mis propias arcas?

Unkken sonrió con malicia, y se acercó aún más a Ýgrail, apoyando la mano sobre la montura del caballo de este.

─ Nunca nadie ha tenido una queja sobre nuestros servicios, pequeño Wolffger. ─ miró hacia la linde del poblado, donde los Cazadores Negros y los Nocturnos mantenían la sangrienta lucha ─ Mis hombres los odian con todo su corazón, y el hecho de que hoy podamos matar a tantos podría haber significado una rebaja en el precio, con tal de asegurarnos esta contratación.

─ ¿A qué esperamos entonces? ─ bramó Ýgrail con satisfacción mientras se posicionaba en la punta de la formación en cuña.

Alzó su espada y los caballos trotaron tras él, descendiendo con velocidad creciente el montículo sobre el que se encontraban.
Su padre había hecho de él lo que era, o casi. Había dirigido su comportamiento, escogido sus amigos e incluso sus amantes, había establecido un compromiso de matrimonio que solo fue roto por la pronta enfermedad y muerte de su futura esposa, y a los pocos meses trató de casarlo con la hermana de esta.
Ýgrail se enfrentó a él y expuso su firme intención de ingresar en la Hermandad de los Cazadores Negros. Sorprendentemente, su padre no hizo demasiados esfuerzos por disuadirlo. Hacía unos días, había comprendido el porqué. Era una pieza más en el tablero del astuto Senador.

Cuando fueron lanzados al galope, los cascos de los más de doscientos caballos hicieron temblar el suelo. Ýgrail soltó la ahogadera de su casco, se despojó de él y lo lanzó hacia un lado. Era verdad, su padre había hecho de él lo que era, o casi. Soltó el broche que sostenía la capa carmesí sobre sus hombros y también se deshizo de ella. Era un Cazador Negro, lo había conseguido por sus propios méritos y nadie, absolutamente nadie, podía arrebatarle ese honor. Las efigies plateadas brillaron sobre las hombreras del oscuro uniforme de cuero. Esa noche, su espada haría que la sangre corriera. La sangre negra de los Nocturnos.

Dirigió su ataque sobre el flanco donde Alasdair hacía retroceder a los Cazadores, y su caballería hizo volar literalmente a decenas de Nocturnos cuando los potentes pechos de los caballos los golpearon como si fueran simples muñecos de trapo.
Los mercenarios de Costa Ámbar, cuyas tierras lindaban con la frontera Norte en aquella parte del reino, castigaron con furia al eterno enemigo.
La caballería giró antes de penetrar excesivamente en la negra nube de Nocturnos, conscientes del peligro que ocasionaría para ellos la progresiva pérdida de velocidad de sus corceles. Los caballos giraron rápidamente y cargaron hacia el exterior del flanco por el que habían penetrado la línea enemiga.

Cazadores Negros, Relato breveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora