Capitulo I

61 7 0
                                    


Yo... yo no era especial, no era diferente, no era rara, no era hermosa ni tenía un cuerpo de modelo, mi familia no era adinerada, ni conocida, yo... yo no era nadie.

Y si yo no era nadie, entonces ¿por qué yo? ¿Por qué entre tanta gente me habían elegido? ¿Había sido por descarte? ¿Era un blanco fácil? ¿No sería más que una broma? ¿Quién haría una broma así? ¿Había hecho enojar a alguien? ¿Era eso una venganza? No lo sabía, no había forma de saber, no había a quien preguntar, sólo yo, aislada del mundo, alejada de cualquier ser que respirara, apartada, oculta, prisionera.

Había lagunas en mi mente, momentos en blanco donde deberían haber recuerdos ¿qué había sucedido? Cómo fue que terminé en... ¿En qué? Ni siquiera sabía dónde estaba, o hacía cuanto, no había nada de luz, no notaba el paso del tiempo. Deduje que era una especie de sótano, era oscuro, y había olor a humedad y vejez, también percibía algún tipo de combustible, supuse que habría máquinas allí o algún depósito. No había nada cerca que pudiera palpar, sentía el suelo rasposo, no había paredes cerca, lo único que tenía cerca era un gran semicírculo de hierro que sobresalía del suelo, unido a eso había una cadena de unos 60 centímetros amarrada a mi tobillo derecho. Tratar de quitarlo era inútil, estaba tan apretado que temía que la sangre no llegara a mi pie, romper la cadena no era una opción tampoco; tenía más de un centímetro de grosor, y el semicírculo en el suelo, quién sabía cuánto estaba enterrado, probablemente había sido reforzado de todas las maneras posibles. Sin nada a la mano que me ayudara a escapar, sería imposible salir de allí por mi cuenta.

Ni siquiera sabía cuánto llevaba allí, o quien era mi captor y por qué me había escogido. Sospechaba que me manipulaban, que cambiaban los horarios, las comidas y todo para que creyera que llevaba allí más tiempo del real. La comida era dejada sin que me diera cuenta cuando dormía.

El aburrimiento era lo peor, no tener nada que hacer ni nadie con quien hablar. Pasar horas sentada sin ver nada, sin escuchar ni un sonido.

Estaba decidida a hacer algo, no podían dejarme allí para siempre, me volvería loca. Debía haber un modo de que alguien llegara, de que alguien me explicara qué hacía allí.

-¿Hola?- dije sin demasiada voz. Mis palabras retumbaron en un pequeño eco, imperceptible de no haber estado en un total silencio, el lugar debía ser grande y estar casi vacío- ¿Hola?- grité-¿alguien me escucha?- nadie respondió, seguí gritando hasta que me quedé sin voz.

-Ellos no van a oírte- dijo la voz de una mujer, se oía burlona, como si hubiera dicho la cosa más obvia del mundo.

-¿Hola?- repetí- ¿Quién eres?- No me había percatado de su presencia. No respondió- dijiste que ellos no me oirían ¿Son dos? ¿Los has visto? ¿Cómo sabes que no nos oyen?

-Apuesto a que son dos, tal vez incluso más, nunca vi a nadie, pero una vez oí la voz de un hombre ¿por qué hablaría solo?- asentí aunque probablemente no me veía, debía estar unos tres metros delante de mí- éste lugar es aprueba de ruidos, estoy segura, sería demasiado estúpido encerrar a dos personas pudiendo ser escuchadas ¿No?

- ¿Cuánto llevas aquí?- pregunté pero no respondió- si unimos fuerzas tal vez podamos escapar- se oyó una fuerte y prolongada risa.

-¿Escapar?- dijo- ¿De verdad crees que puedes escapar?- volvió a reír

Me quedé en silencio un buen rato, debía haber una forma de salir de allí. Intenté recordar todos los libros de secuestros que había leído, que idiota, todo lo que yo leía eran novelas románticas; lo único que había leído acerca de secuestros terminaba en que se enamoraban. Me sentí una imbécil, pensé y pensé pero nada me venía a la mente, sólo quedaba una opción, la detestaba y tomaría demasiado tiempo que no tenía, pero al fin y al cabo era la única manera. Debía acercarme a mi propio secuestrador.

SheWhere stories live. Discover now