En su fantasía iba a ser castigada por no estudiar, pero sin ponerle rostro a su disciplinador. Sólo lo imaginaría vestido con camisa, de apariencia formal, y mayor que ella. Casi se podría decir que no sólo no tenía rostro, directamente no tenia cabeza... o bien en su lugar estaría nada más que un signo de interrogación "?". Ningún conocido (ni gente famosa) le servía para ese rol. Incluso consideraba a su cepillo y a las sensaciones por venir más importantes que encontrar un co-protagonista.Ya en posición, estiró su brazo para tomar el cepillo fuerte por el mango y sin más se dió un contundente golpe en su nalga derecha. El impacto le causó como un choque eléctrico, ramificándose hasta su entrepierna. Sin darse un respiro, se aplicó cuatro mas en el mismo lugar.Ahí recién percibió el ardor en su nalga, seguido de un dolor que de golpe se expandió. Tomó ánimo y replicó misma cantidad en su lado izquierdo.Eso sí estaba picante. Se imaginó queriendo huir y a su castigador que la agarraba de la muñeca sujetándola con firmeza, mientras ella doblaba su brazo izquierdo sobre la espalda para reforzar su mente febril. Nuevamente se dió otra tanda de cinco cepillazos, lado derecho. Largó el aire contenido y lo mismo en el lado izquierdo. De este costado perdían un poco de fuerza los golpes.Entonces imaginó insultar a su verdugo, y éste dándole cinco más otra vez en su cachete izquierdo. Sólo que ahora había cambiado a su mano zurda, para así azotarse mejor de ese lado y doblaba su brazo derecho apoyándolo en su espalda.                                                                                                            Un pequeño grito se le escapó, pero no quería perder tiempo ni tampoco que la cara derecha de su culo se pusiera celosa. Cambió de mano una vez más y cinco cepillazos fuertes en esa nalga equilibraron las cuentas. 

Tras este inicio furioso se tomó una breve pausa para concentrarse en las sensaciones que iban surgiendo en su cuerpo y también las de su cabeza. Se sentía en una montaña rusa. El trasero quemaba y dolía. Y su sexo tambien se quemaba. El ardor en su vulva contrastaba con el frío de la humedad en su ropa interior. Pero aun faltaba lo mejor. Recreó un diálogo con enojos y regaños para justificar lo que vendría: despegar el abrojo posterior de su kigurumi de unicornio, acaso la única protección de su retaguardia. La tela de aquel pijama era gruesa, bastante abrigada y mullida, por lo tanto algo le amortiguaba. Así que ahora descubriría su trasero para ser disciplinado severamente. Llevaba una tanga color lila aunque, por supuesto, eso era lo mismo que no tener nada. El sonido del abrojo despegándose le causó mas calentura. Igual como un perro que saliva al saber que pronto va a comer.Apenas bajó ese rectángulo de tela acolchada, que se interponía entre su piel y la dura madera, apoyó el cepillo en su culo.Respiró profundo, juntó aire, y siguió con su autocastigo. Cambiando de mano se dió diez seguidos en cada cachete.El dolor que sentía era tan grande como sus ganas de masturbarse. Pero estando en esa pose, sumado al pijama que traía puesto, era algo totalmente imposible por la incomodidad de la prenda.

Dió un paso más en su película imaginaria. Su castigador, ya muy furioso, la hizo pararse y de un tirón le bajó el cierre de su pijama. Este cayó hasta sus muslos, tras hacerla sacar los brazos de las mangas. Manoseó sus pechos, sacándolos de su sostén y pellizcó sus erectos pezones hasta hacerla chillar y apretar su cara contra la cama.Luego la colocó sobre su regazo boca abajo, poniendo su rodilla entre sus piernas. Y, pese a sus súplicas, bajó su tanga lila que ya estaba como una sopa.Claro que era ella misma quien había hecho todo eso. Y la pierna o rodilla de su severo tutor no era otra cosa mas que su almohadón doblado. Lucía prácticamente desnuda, con su cabeza contra el colchón y a horcajadas sobre su almohada larga, en donde apoyaba su sexo empapado como nunca antes.Una vez mas, tomó el cepillo y continuó con su tarea.Parecía una pequeña maquinaria, pues sus movimientos estaban sincronizados: golpeaba el cepillo y se fregaba contra su almohada.. elevaba el trasero, otro cepillazo y de nuevo a frotarse. Con gran precisión llevaba la cantidad de cepillazos, alternando mano y nalga. También tenia un fuerte control sobre sus miembros superiores, ya que con el dolor a cuestas, no disminuía la fuerza al pegarse. Se podría decir que sus brazos tenian vida propia. Además, repartía uniformemente los cepillazos por toda la superficie de su trasero, poniendo énfasis en la parte baja. Quería recordar varios días este castigo cada vez que se sentara.Estuvo como tres minutos así hasta que ingresó en la recta final del clímax. Aumentó más la velocidad de sus azotes así como su frotamiento. La almohada mucha resistencia no tenía ya que era muy blanda y se hundía. Así que cada roce que conseguía regalarle a su inflamado clítoris, pese a lo dificultoso que era, aumentaba mas su deseo y gemía, mordiéndose los labios.                                                                                                                  

En esos momentos casi finales se imaginó a su pervertido castigador diciéndole:                                  "- Te gusta esto, ¿cierto? Lo estás disfrutando, porque tu concha me ha empapado todo el pantalón, pequeña chanchita."                                                                                                                                     Y ahí estalló en un orgasmo que la hizo temblar, ahogando sus gritos contra las sábanas todas desordenadas, las había mojado con algunas lágrimas y también con su saliva. Se quedó un rato así, recuperándose, pues se sentía agotada física y mentalmente, aparte de las ganas de dormir que iban apoderándose de ella.Hasta que sonó la notificación de Whatsapp, era su amiga pidiéndole apuntes de Economía, para el examen que tendrían ese día.Eso la hizo reincorporarse en la cama y acomodar la almohada en su lugar. Ahí notó la gran mancha de flujo sobre la funda que ella había causado. Rápida de pensamientos, saltó de la cama para agarrar el frío café que yacía en su taza, y volcó un poco sobre la funda. Por las dudas prefería ocultar esa evidencia tapándola con el café y así dejarla en el cesto de lavar ropa sin que su madre note algo "raro". Lo que no podía ocultar era la mueca de dolor en su rostro al palparse el trasero. Sentía que estaba hinchado y sensible. Recordó el aceite para bebés Johnson & Johnson que estaba guardado en el baño. Semanas atrás estuvo su tía con su primito de pocos meses y lo había olvidado. Pero no tenia tiempo para hacerse también un auto aftercare. Lamentó que no haya sido alguien el que la acababa de azotar, pues esa persona le daría esos cuidados y se imaginaba el momento casi tan o mas placentero que el del castigo en sí.Metió el cepillo en el cajón donde estaba y se cambió para ir a clases. Tenia ganas de hacer pis pero le faltaba valor para apoyar su trasero en el inodoro. Y ya era tarde para ensayar hacer de pie o en semi cuclillas, ademas podía salpicarse la ropa. Aún todavía le palpitaba el clítoris y lo sentía algo dolorido, por la fricción intensa contra la funda. Y sus brazos comenzaban a pasar la cuenta por el intenso ejercicio del día. Después de peinarse y cepillarse los dientes notó que las pantys verdes de algodón eran algo molestas en su retaguardia, así que se las bajó dejando sus nalgas libres, total la falda de su uniforme llegaba casi hasta las rodillas. Aprovechó a mirarse como podía en el espejo del baño y contempló que eran dos globos rojos de carne, tornándose en partes de un tinte morado. 

Le dió un poco de morbo y decidió también bajarse la tanga lila, iría así al colegio. Se imaginaba que era una orden de su imaginario tutor, como parte de su paliza, para avergonzarla y recordarle que era una "pequeña chanchita". Cuando salió de clases, literalmente se escabulló, inventando excusas, casi corriendo para ganar tiempo, -lo habitual de cada mediodía era parar un rato en el kiosko de la esquina con sus amigas- y volver a casa con dos objetivos: aprovechar un rato los pocos minutos sola, con su cepillo marca Steinhart y con sus dedos , y dormir plácidamente toda la tarde.

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