No olvides el paraguas

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Recostada en la cama te observo como quitas tus rojos tacones apoyada en la cómoda de nuestra habitación. Pareces muy atareada con el delgado cordón de tus Louboutin, mientras yo no puedo evitar una ligera sonrisa de melancolía cuando mi mente trae por un instante aquel primer día en el que te conocí llevando unos viejos Converse.

Parece que no te has dado cuenta de que te observo fijamente, dejando de lado la lectura de un informe del Grupo Carvajal para poner mi atención en ti, como siempre. Mi mirada te sigue hasta el baño, el cual cierras sin siquiera voltear a la cama que hemos compartido por los últimos 9 años.

Me levanto a apagar la luz, al tiempo que los rayos de la luna iluminan mi rostro. Desde los grandes ventanales de nuestra habitación observo la ciudad que empieza a caer en reposo preparándose para el amanecer. Una solitaria lágrima cae por mi pálida mejilla, pero la limpio rápidamente al tiempo que levanto las sábanas preparándome para intentar dormir.

Escucho el agua de la regadera caer. No logro conciliar el sueño, no lo hago desde que me he enterado, ayer exactamente hace 4 meses. En ese momento quise gritarte, abofetearte, maldecirte, pero sobre todo, preguntarte ¿Por qué?

El agua deja de correr, la secadora suena y a los poco minutos escucho tus descalzas pisadas dirigiéndose a nuestra cama.

-La próxima semana es el festival de Lucas. Haré espacio en mi agenda. Supongo que tú ya hiciste lo mismo.- Suelta de repente Juliana mientras la siento acostarse e intuyo que me ha dado la espalda de la misma manera en que yo miro hacia el lado contrario.

-No lo he olvidado, Juliana. Nunca lo hago. A diferencia tuya el mes pasado.- Suelto con un poco de coraje al recordar el llanto de nuestro hijo al no ver a su madre al término de la pequeña obra de teatro. Llegando con prisas 30 minutos después, besándolo y pidiendo disculpas, solo así calmando su llorar.

Volteo solo para encontrarla en la misma posición, sin responder a mi señalamiento. Vuelvo a mi posición original dándole la espalda. Parecen lejanos los días en que yo la abrazaba firmemente por la cintura mientras el sueño hacía mella en nosotras.

-Buenas noches, Valentina.-

Es todo lo que me dice.

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Los rayos del sol que se cuelan por los ventanales hacen que abra los ojos. Volteo y veo que la cama está vacía, la misma rutina que he tenido con Juliana desde hace muchos meses. Pero solo hasta hace 4 entendí por qué.

La puerta de la habitación se abre de repente entrando mi pequeño niño con prisa, subiéndose a la enorme cama.

-Mami, mami, ayer la tía Eva ha dicho que te pida permiso para poder acompañarla a ella y a mis primitos a la casa de campo del abuelo. Mamá Juliana ya dicho que sí.-Suelta mi Lucas de corrido.

Veo mi reflejo en sus azules ojos, tan azules como los míos, siento una punzada de dolor por la familia unida que ya no podré darle. Eso hace que lo acurruque en mi regazo mientras acaricio suavemente su casi rubio cabello.

-Claro que sí hijito mío. Por la tarde hablaré con la tía Eva y prepararé tus cosas.-

Sigo abrazándolo y el ruido de unos tacones acercándose hace que levante mi vista. Es Juliana entrando enfundada en un traje sastre negro con camisa de seda blanca. Ahora ella parece la mujer acaudalada, y ya no esa adolescente que usaba ropa de segunda mano que no podía pagar.

-Mi viaje solo será de ida y vuelta, a más tardar estaré de regreso mañana por la madrugada- Dice mirándonos al tiempo que se pone sus arracadas en cada oreja- Ya que Lucas irá con tu hermana y tú te has tomado un par de días libres para escribir tus artículos, me iré más tranquila.-

¿Y cómo es él?Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon