I.- No Me Quites La Luz.

638 57 22
                                    



-  Tranquila bonita, todo va a estar bien, tú vas a estar bien... no dejaré que nada malo te pase. - Acariciaba con ternura a la pequeña inconsciente en el asfalto. A pesar de ella estar herida, del punzante dolor y de la sangre que cubría su rostro y no dejaba de emanar, ni siquiera le importaba, nada era más importante que esa pequeña respirando. Ya después tendría que rendir cuentas, de momento, todo estaba bien.


...

-  ¡Exijo justicia! - Gritaba el hombre rubio de ojos color miel, ataviado con una enorme túnica negra, blandiendo con rabia su guadaña manchada de la sangre divina. - Exijo su vida a cambio de la que me ha arrebatado... exijo... ¡Exijo que no quede impune esta ofensa! ¡Soy la Muerte!

-  Ya... - El señor suspiraba fastidiado por el despliegue fanfarrón del ente. - No te la puedes llevar, es un ángel, su vida me pertenece sólo a mí. - Trataba de controlarse, pero desde que había visto la sangre, su propia sangre en la hoja del destino, la rabia le había hecho casi olvidar las formas.

-  ¿Te pertenece? A estas alturas pensaría que el inframundo estaría reclamando su alma... No sería la primera vez.

-  ¡A callar! - se encaraba con su imponente tamaño frente a la altiva mirada de la muerte. - Tú serás la muerte, pero no olvides con quién estás hablando... - miraba su arma - lo que has hecho. - con su propia mano limpiaba la sangre de la hoja.

-  ¡No me la quería entregar!

-  ¡Eso no te da derecho a derramar mi sangre! - El sonido de la voz de Dios retumbó en el universo, haciendo que la muerte bajara la cabeza, temeroso ahora de las represalias, mientras le ponía a la altura del rostro su palma enrojecida de la que en un instante desaparecía la mácula.

-  Reclamaba mi derecho, son las reglas... - decía sin atreverse a mirarlo a los ojos, con la voz baja - las reglas existen para...

-  Sí, sí... las reglas, yo mismo he dictado las reglas, sé para lo que existen las reglas.

-  Exijo justicia. - Volvía a decir con voz completa ahora.

-  Vale, tienes razón... recibirás justicia.

-  Vida por vida.

-  No puedes tener su vida. - repetía rodando los ojos, a veces esta Muerte podía ser desesperante, era como un niño caprichoso, lo cual es lógico, considerando que su único afán era el de terminar con la vida y siempre se llevaba a quien quería.

-  Entonces qué propones.

-  Un veto, un veto eterno, ella no volverá a tener un humano a su encargo.

-  Me parece bien - ponderaba la muerte sonriendo, pensando en la forma de ir a recolectar esa vida que le había quedado pendiente.

-  Pero tú no te puedes llevar a la niña.

-  Pero...

-  Sin peros...

-  ¡Es mía!

-  ¡Ya no! Has perdido tu derecho sobre su alma, en el momento que osaste blandir tu cosa esa contra uno de mis ángeles. - el rubio apretó los labios, sus ojos claros se tornaron negros como el foso del que había surgido en el principio de los tiempos. - tu castigo por atacar a un ser divino será sólo un alma menos, bastante poco has tenido que pagar. El de mi ángel será la reclusión eterna por ir contra las reglas de la vida y la muerte.

Mi Persona FavoritaWhere stories live. Discover now