La brisa del mar refrescaba. El sonido de las olas al chocar con la orilla era tan relajante, tan melodioso que decidió pararse y sentarse cerca de la orilla, así sentiría el agua tocar sus pies. Al principio fue una sensación extraña, pero después, se convirtió en un conforte.

—Te encontré —se oyó decir a una voz madura y cercana a su espalda.

Sabía quien era... Incluso podía sentir aquella sensación de tristeza nuevamente tocar su corazón.

Estaba ahí. Aquella persona con la que había soñado casi todas sus noches.

Sintió su presencia tan conocida, y a pesar de lo mucho que quería lanzarse a sus brazos, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para  no moverse o voltear a ver si quiera. Se pondría a llorar apenas lo hiciera.

—Seungcheol... En verdad eres tú.

—Te prometí que te encontraría.

Silencio. Las olas seguían haciendo ruido al llegar a la orilla, pero ahora, ahora era como si supieran lo que pasaba frente a ellas; bajando de intensidad de vez en vez, así, dejaban que las palabras entre ambos chicos fluyeran tranquilamente, sin necesidad de levantar la voz.

Se pusieron al día sobre todo lo que les había pasado en los últimos años, y el rubio se sintió completamente aliviado cuando el mayor le contó con detalle sobre cómo había logrado iniciar una nueva vida en Japón.

Conversaron y caminaron por el paseo de la playa hasta que el sol empezó a ocultarse, rozando apenas la orilla del mar, creando una vista de lo más hermosa, mezclando colores entre naranjas, rosas y azules. Seungcheol se limitó a verlo, ver aquella infinita luz, aquel horizonte... Aquellos matices tan nítidos y hermosos que iluminaban el cielo. De repente, paró en seco y Jeonghan lo observó preocupado. El corazón de Seungcheol estaba latiendo muy duro, y a pesar de que los sentimientos que tenían el uno por el otro eran más que obvios, no sabía si sería correcto tan si quiera tomarle la mano al menor. Sin embargo, cuando vio la expresión que tenía Jeonghan en el rostro, supo que él también estaba esperando que hiciera algo. Que pasara algo más. Así que lo hizo.

Jeonghan no pudo ocultar su brillante sonrisa cuando el mayor tomó su mano entre las suyas, sintiendo aquella distinguida calidez otra vez. Ambos siguieron caminando de aquella forma.

Quería que ese momento jamás terminara, que durara toda su vida... Y un poco más. Desgraciadamente, eso no era posible. Ya era casi medianoche, así que Seungcheol decidió acompañar a Jeonghan en su corto viaje hasta su edificio, y cuando se despidieron y Seungcheol estuvo a punto de girar para irse, el dolor de tener que dejarlo otra vez comenzó a agobiar a Jeonghan.

—¡Seungcheol!

El mayor se detuvo y se volvió para mirar al que lo llamaba.

—¿Qué pasó?

—¿Te gustaría pasar la noche en mi casa? —preguntó el menor finalmente. Le estaba costando mucho respirar en ese momento, y cuando la respuesta del pelinegro no llegó, se reprimió—. Perdón, yo... Es que es muy tarde, y...

—Sí —le interrumpió rápidamente el mayor, carraspeando cuando se dio cuenta de la forma atropellada en la que le salieron las palabras—. Me encantaría.

Jeonghan sonrió y se hizo a un lado para que Seungcheol pudiera pasar. Se dirigieron juntos hasta el ascensor y subieron hasta el tercer piso. Cuando llegaron hasta su puerta, el menor se mordió el labio inferior. En el tiempo que había estado fuera, le habían llegado algunos obsequios; entre ellos había un arreglo floral, cuatro cajas de chocolates, dos peluches y cinco cartas de invitación.

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now