—El lobo es más fuerte que el ciervo. Y si la astucia no puede correr más que el caballo, entonces el caballo es más fuerte que el lobo —concluyó Jeonghan—. ¿Qué es más fuerte que la serpiente?

—Tiene que ser el águila; lleva una serpiente —repuso Seungcheol.

Ambos rodearon la estatua mientras hacían observaciones e intentaban resolver el acertijo. Finalmente, estuvieron de acuerdo en la secuencia, y Seungcheol fue de animal en animal encendiendo las lámparas en el orden acordado, de más débil a más fuerte.

Al parecer, según las estatuas, el orden era ciervo, lobo, caballo, tigre, serpiente y águila.

Cuando Seungcheol encendió la lámpara del águila, se oyó un pesado ruido metálico que provenía de algún punto en medio del conjunto, y la verja de acero se alzó suavemente hasta desaparecer en algún hueco en lo alto del arco.

Juntos entraron en el pasillo. A primera vista, la primera sala, la de la derecha, parecía no contener nada valioso. Había un grupo de cajas de embalaje y unas cuantas estanterías desordenadas. Seungcheol estaba dispuesto a seguir adelante cuando Jeonghan entró y se dirigió hacia las cajas. Una de ellas estaba girada hacia la pared y desde la puerta no podían ver qué contenía. Cuando Jeonghan llegó hasta ella, soltó una risa excitada, se agachó y le dio la vuelta para que Seungcheol la pudiera ver. El mayor corrió hacia él, sintiéndose como un niño en Navidad.

"Supongo que, después de todo, valía la pena resolver el maldito acertijo"

Dos cajas y media de cartuchos de nueve milímetros. Media caja del veintidós, que no les serviría de mucho, como tampoco el par de cargadores rápidos —Seungcheol tuvo que explicarle al rubio que esos artilugios de metal servían para recargar rápidamente un revólver— con balas del calibre 50. Pero la caja de cartuchos de escopeta, catorce en total, sin duda le serían de gran ayuda. A Seungcheol no le habría importado encontrarse una bazuca, pero teniendo en cuenta su situación, no podían haber hallado nada mejor.

Se pasaron cinco minutos metiendo balas en los cargadores que ya tenían. Jeonghan encontró una riñonera con la cremallera rota en uno de los estantes y también la cargaron, además de su cinturón de combate. Estuvieron de acuerdo en que era mejor llevarse toda la munición, por si acaso encontraban otras armas. Seungcheol hizo un apaño en la cremallera con un imperdible que encontró en el suelo y se colocó la riñonera; el peso de tanta munición lo reconfortó.

—Podría besarte —exclamó Seungcheol, levantando la escopeta.

Al notar el silencio del rubio, se volvió para mirarlo y vio que se había sonrojado ligeramente. Jeonghan volvió el rostro hacia otro lado mientras se ajustaba el cinturón

—Digo... No me refería literalmente —repuso a toda prisa—. Quiero decir, no es que no me atraigas, pero eres... yo... esto...

—No te pongas de los nervios —replicó Jeonghan fríamente—. Ya me queda claro qué quieres decir.

Seungcheol asintió con la cabeza, confundido. Ya tenían bastante sin tener que empezar con la cosa de hombre y hombre.

"Aunque realmente es hermoso..."

Apartó esa idea de la cabeza y se recordó que, aunque acabara de pasar un año lejos de cualquier persona que no lo trate mal, no era en absoluto el momento adecuado para pensaren ello.

Se dirigieron hacia la segunda puerta y vieron que no estaba cerrada con llave. Era una habitación con literas, desorganizada y sucia. Las literas estaban hechas de contrachapado puesto de cualquier manera y las pocas mantas que había tiradas estaban deshilachadas y mugrientas. Teniendo en cuenta la calidad del alojamiento y la verja de hierro, Seungcheol supuso que los ocupantes no debían de ser voluntarios. Jeonghan le había explicado lo que ponía en el diario, lo de hacer pruebas con humanos... Todo el complejo le ponía los pelos de punta. Cuanto antes pudieran salir de allí, mucho mejor.

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now