Asintió sin voltearlas a ver. No quería que se dieran cuenta que les estaba mintiendo. No tenía intención de buscar amigos, si iba a tenerlos, llegarían a ella.


Llegaron a casa justo al mismo tiempo que sus padres. Ambos estaban bajando cajas con adornos e ingredientes de comida para la fiesta que darían en unos días, exactamente el día 7 de septiembre, su cumpleaños.

Sus padres siempre hacían fiestas gigantes donde llevaban brincolines, payasos o entretenimiento, hacían rica comida y daban pequeños regalos como agradecimiento a sus invitados. Le gustaban mucho, menos cuando eran para ella porque por lo regular estaban llenas de personas adultas y no había muchos niños. Sentía que más bien parecía una reunión de negocios que una celebración por un año más de vida.

De igual forma no les decía eso a sus padres, pues se divertían mucho planeando y decorando toda la casa y era agradable verlos así después de agotadores días de trabajo. Sobre todo su papá que los últimos meses llegaba muy tarde a casa, incluso después de la hora de la cena y se iba al trabajo a las 5 o 6 de la mañana. Pero su papá le había prometido que ya estaban por terminar aquellos proyectos que los tenían tan ocupados y que podrían pasar más tiempo juntos.

—Laini, mi amor —la llamó su mamá cuando la vio—. Ya fuimos por las invitaciones para tu fiesta ¿Quieres ver cómo quedaron?

—Sí —respondió corriendo hacia ella.

A pesar que su mamá tenía una caja en sus brazos, hizo el esfuerzo de sujetarla con una sola mano para poder abrazarla y darle un beso en la frente. Le gustaba mucho que su mamá la recibiera así todos los días, le hacía sentir muy especial.

Sandra y Katia se quedaron en el patio para ayudar a su papá a bajar las demás cajas y ella entró a casa junto a su mamá, se sentaron en la sala y le mostró las invitaciones que antes había visto por la computadora. Le gustaba el detalle del listón con brillos y las letras negras que resaltaban con el color coral de fondo. Siempre le había gustado ese color, era muy lindo que estuviera entre el rosa y el naranja.

Abrazó a su mamá y tomó una invitación de la caja para guardarla en su habitación, en el mueble donde guardaba cosas importantes, era importante para ella porque era un diseño de su mamá, todas lo eran, también las de Katia y en general, las de todos. Su mamá era muy talentosa en todo lo que tuviera que ver con dibujos, colores y la computadora.

—Si quieres invitar a tus compañeros de la primaria puedes tomar de esta caja todas las invitaciones que quieras —le dijo su mamá dándole un beso sobre la cabeza.

—No creo que los dejen venir sus papás —murmuró.

—Tal vez si tu papá y yo hablamos con los padres de los niños los dejen venir ¿Qué te parece?

Pero ella negó de inmediato y se apresuró a subir a la habitación que compartía con Katia.

Katia estaba ayudándola a secarse su cabello. Siempre se bañaban juntas todas las noches y como su cabello era muy largo, su hermana mayor siempre la ayudaba con ese trabajo pues tenían prohibido ir a dormir con el cabello mojado, ya se habían enfermado algunas veces y no le gustaba ir a hospital más que para visitar a sus "tíos" que en realidad no eran nada de ella, pero al ser los papás de Sandra tanto ella como Katia les decían tíos, los quería mucho, casi igual que a sus papás, aunque si de querer se trataba, Katia era la primera en su corazón.

Siempre estaban juntas, dormían en la misma cama aunque cada una tenía su la suya, desayunaban, jugaban, reían y todo lo que estuviera en sus manos lo hacían juntas. Era muy feliz al lado de su hermana, y Katia lucía feliz de poder ser la hermana mayor, siempre intentando ser madura y hablando más seriamente si ella hacía una que otra travesura. Eran el complemento perfecto.

30 días para enamorarmeWhere stories live. Discover now